Hitler, Mussolini, Ceausescu, Trujillo y Hussein fueron algunos de los mandatarios que cayeron en su ley
De izquierda a derecha: Adolf Hitler, Muamar Gadafi, Nicolae Ceaucescu, Leonidas Trujillo, Saddam Hussein y Benito Mussolini. (AP / Internet)
El jueves 20 se cerró un capítulo de la historia. Muamar Gadafi, dictador libio que por más de 40 años había gobernado en el país norafricano, fue asesinado violentamente por los rebeldes que lo odiaban por ser autor de horrendos crímenes, entre asesinatos, violaciones y abusos contra opositores. Su muerte se suma a la lista de aquellos grandes dictadores que, acorralados por el peso de sus decisiones, acabaron en su propia ley: la violencia. A propósito de su muerte, aquí algunos finales de dictadores que vale la pena recordar. Que la historia no se repita.
Adolfo Hitler. Fue un día gris en el que el ‘Fuhrer’, el responsable de la ejecución de millones de judíos en el Holocausto, almorzó en silencio. El 30 de abril de 1945, perdido en su laberinto, Hitler renunció a huir de Berlín (según la versión oficial de los países aliados) y se suicidó junto a su mujer Eva Braun, con un tiro de pistola y, simultáneamente, tomando una cápsula de cianuro en su ‘Führerbunker’ — a 15 metros de profundidad en el subsuelo del edificio de la Cancillería—. En esos instantes, el triunfante Ejército Rojo tomaba Berlín. Hitler, recordando el cadáver de su amigo Mussolini colgado desnudo en Milan como trofeo de guerra, pidió a su ayudante Otto Günsche que lo incinerara. Esta es la versión oficial, aunque se han tejido otras versiones sobre un posible escape.
Benito Mussolini. ‘Il duce’ acabó colgado como un pedazo de carne en la plaza Loreto de Milán. El 25 de abril de 1945, el dictador italiano intentó fugar rumbo a Suiza junto a un grupo de soldados de la SS alemana, en medio de una revuelta de la resistencia y una ofensiva aliada. No llegó a ningún lado: lo atraparon a medio camino dos días después en la localidad de Dongo. Algunos de los hombres que lo cazaban lo fueron a buscar con la consigna de matarlo. Le leyeron una sentencia rápidamente y lo fusilaron el 28 de abril —a él y a su amante Clara Petacci— con una ametralladora. Luego trasladaron ambos cuerpos a Milán, donde los sometieron a vejámenes terribles y su cadáver fue colgado de cabeza como prueba de su muerte.
Saddam Hussein. El ex dictador iraquí (entre 1979 y 2003) derrocado por la coalición occidental (acusado de esconder armas nucleares) en la Guerra de Irak, fue capturado por los estadounidenses en Tikrit, su tierra natal. Recién en noviembre del 2006 (durante el gobierno de Yalal Talabani, su antiguo opositor) se ordenó que “muera en la horca” por ser autor de crímenes contra la humanidad por la ejecución de 148 chiitas en 1982. Su ahorcamiento, el 30 de diciembre del 2006, fue registrado en un macabro video.
Rafael Leonidas Trujillo. Le decían ‘El Chivo’, pero también ‘El Jefe’ o ‘El Benefactor’. Era un hombre que se adueñó de República Dominicana al punto de que casi todas las tierras y las empresas estatales estaban en manos de su familia. La noche del martes 30 de mayo de 1961, a nueve kilómetros de Santo Domingo, fue interceptado por otro vehículo donde iban militares que se le oponían. La versión sobre su muerte dice que el dictador bajó del vehículo herido portando un revólver y disparando a lo que podía ver. Lo acribillaron. Su cadáver fue sepultado con honores de jefe de Estado. Los Trujillo salieron del país y Joaquín Balaguer, su sucesor, fue derrocado por un golpe de Estado, aunque luego volvió a ser presidente.
Nicolae Ceaucescu. Desde que asumió el poder en 1965, causó pánico en Rumania. Revelaciones sobre su oscuro gobierno cuentan que este colaboró con terroristas árabes y espió a industrias de occidente, mientras que su policía secreta no toleró a la oposición. Sin embargo, las revueltas de 1989 fueron su ‘Walterloo’: el 17 de diciembre de ese año, Ceaucescu ordenó al ejército disparar contra la población civil en una rebelión que se extendió hasta Bucarest. Allí, un 22 del mismo mes los militares se hallaron con revolucionarios y llegaron a un acuerdo de paz, volviéndose contra el dictador. Acorralado, Ceaucescu tomó a su mujer y buscó huir por los aires en un helicóptero, pero fueron bloqueados por sus propias fuerzas armadas. El 25 de diciembre el matrimonio fue condenado a muerte sin derecho a defensa. Los cargos del dictador fueron: genocidio, daño a la economía, enriquecimiento ilícito y uso de fuerzas armadas contra civiles. Él y su mujer fueron fusilados en Targoviste.
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