La novela narra la historia de Lourdes Schon, una empresaria casada,
aburrida, quizá hasta decepcionada de sí misma en medio de sus cuarenta o
de su pasividad, y la manera en la que se mueve como una pieza
cualquiera dentro de un matrimonio por el que no guarda interés, pasión o
lo más importante, por lo menos rabia, mucho menos odio. Ella conoce a
Renzo Lozano (quince años menor) en su casa de playa de Asia (Aisha). Él
es profesor de matemáticas de los hijos de su amiga, el típico chico
honesto, trabajador, oriundo de Cusco y que, además, toma el
Metropolitano para llegar, en medio de otros miles de transbordos. “Es
una historia de amor que no podría haber ocurrido décadas atrás, pero
ahora hay una convivencia de las clases tradicionales y emergentes, una
convivencia de espacios. Y cada uno viene de experiencias individuales
muy duras. Tienen una necesidad muy grande de ser compensados y de
desatar barreras. La verdad es que no me interesan los personajes
felices. Y, claro, ellos no lo son”.
Cuerpos secretos
Después de las primeras escenas de la novela, en las que apreciamos a
estos dos personajes como niños autoexiliados a una pared fría y sucia,
pasamos al temblor. Su relación clandestina llega a describir el clímax
de sus encuentros, pero sin referirse solo a sus citas sexuales en
distintos hoteles de Lima como dos adolescentes, sino a apreciar casi
con justa vehemencia el segundo en el que los cuerpos se turban,
tiemblan y celebran. Pareciera por un momento que la novela va a
centrarse en la obsesión de un personaje con el otro, y es quizá donde
parece caer en la fiebre por las viejas pasiones que ya conocemos. De
pronto, en medio de una de esas habitaciones de hotel, las historias
miserables emergen. Un ataque, el pasado, otra clase de temblor y el
miedo aparecen. Un secreto o una daga que uno de los dos vomita los va
haciendo más dolorosos y acaso cotidianos. No se puede decir más… deben
leer la novela. “Cuando yo escribo busco descubrir a mis personajes en
la siguiente situación casi de manera sorpresiva. Yo no sé lo que les va
a pasar. Escribir desde su consciencia, desde su esfuerzo… eso me
interesa”. Quizá esa confesión de Renzo, como personaje, es uno de los
momentos que describe Cueto dentro de la estructura de sus propias
ficciones. “Qué sucedería si pasa esto, se pregunta uno siempre.
Y hace años que los tenía planeados, es decir, a Lourdes y a Renzo. Sí,
hay una historia detrás. Solo cuando terminé de escribir ‘La venganza
del silencio’ volvieron a aparecer. Pero estaba muy cansado. Agotado.
Escribir una novela te demanda todo y no hay una razón externa. Nadie te
pide empezar. Lo haces porque te parece urgente. Urgente para ti mismo.
En octubre de 2009 terminé una primera versión”.
La policía
A lo largo de la novela, a modo de una caricatura descubrimos, por
medio de su propia coloquialidad, a otro personaje femenino, una oficial
de policía que busca desesperadamente solucionar un crimen, encerrar,
morder su propia rabia y hacer que tenga sentido. “Cuerpos secretos” de
pronto encierra un crimen al que acuden no solo dos policías extraños,
sino también un hombre moribundo, cínico, encantador con soluciones, con
otros problemas, con verdades tóxicas y acaso el desenlace. “Lo
policial está, creo yo, alrededor de todas las historias. Siempre
queremos buscar al culpable de algún hecho, restituir algún orden. Y
este personaje, la policía… ella quiere protestar, es una imagen del
futuro. Quiero volver a este personaje después. Es un posible proyecto”,
termina Alonso Cueto.
Pronto llegamos al final del libro, los personajes han intercambiado e
intercalado sus lugares frente a la pared fría y sucia, como niños,
adultos o personas con la resaca de una noche larga en la que bebieron
la desgracia del otro para reconocerse a sí mismos y aceptar la fractura
o cómo simplemente ese viejo temblor, que era la pasión, el amor y
escenas desgarradas, se transformó en lo más real y verosímil, lo
cotidiano, el amor, la quietud de las cosas.
EL DATO
“Cuerpos secretos”. Editorial Planeta. De venta en librerías
Cecilia Podestá
cpodesta@diario16.com.pe
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