Se calcula que el costo de la corrupción alcanza el... 8.9% del PBI; aproximadamente 11 mil millones de soles (Informe Contraloría 2016). Ese monto equivale a todo el presupuesto del sector Educación y es siete veces el presupuesto de Justicia. Hace un año, Diego Macera, en El Comercio, escribía que el 92% de los alcaldes del país (casi 1700 de 1841) son investigados por actos de corrupción “vinculados a los delitos de peculado de uso, malversación de fondos, negociación incompatible y colusión”. Son millones, por ejemplo, que se van al pago de coimas por asignación de obras públicas.
El economista Tomas Pikkety escribía que la desigualdad es “violenta simbólicamente”, no es una agresión física, pero agrede a la sociedad y ésta la consciente como normal. El sociólogo Pierre Bourdieu también usó este concepto. La desigualdad es asumida con “normalidad”, y aunque es impuesta socialmente, se asume como natural en la vida cotidiana. La corrupción, igualmente, es violenta simbólicamente; agrede nuestras vidas y corroe nuestra legitimidad sobre el sistema; y si bien existen reacciones de protesta y movilizaciones donde se evidencia corrupción, ellas no son constantes. Sobre todo se hace normal, diluye in dignaciones, se asume con una naturalidad fatal.
Muchos peruanos asumen pasivamente y como “natural” la corrupción; cómo los recursos públicos se van a manos privadas por el acceso clientelista al poder; cómo funcionarios públicos se benefician de su posición y poder. Los costos de corrupción son ya parte de las diversas canastas familiares (la coima es parte del presupuesto); ésta desalienta y diluye la legitimidad de los Gobiernos y expande un virus de desconfianza en el sistema político. Según Proética (Informe 2015), el 46% de peruanos considera a la corrupción como el principal problema del Perú.
La corrupción expandida nacional y subnacionalmente tiene inmensos costos sociales y económicos: menos recursos para los más necesitados, obras públicas sin calidad, negocios bloqueados, inversionistas postergando proyectos, etc. Desde el Poder Judicial o la política no hay respuestas efectivas aún, los Estados son sustraídos desde dentro y fuera. Pero lo más costoso es la secuela de la violencia simbólica, es la naturalización de la corrupción, la reproducción ampliada de la desconfianza entre todos y hacia las instituciones. Ello tiene un inconmensurable efecto depredador en la cohesión social y en nuestra democracia. Actuemos.
Publicado en Exitosa Diario, 12 de mayo del 2016
Publicado en: https://javierbarreda.lamula.pe/2016/05/12/cuanto-nos-cuesta-la-corrupcion/javierbarreda/
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