Escribe: Bruno Ascenzo
Hace mucho tiempo quería escribir lo que ahora les voy a contar.
Ustedes saben que siempre he defendido mi vida privada, y espero que
sepan que lo voy a continuar haciendo siempre, contra viento y marea,
pues considero que...
ser una persona pública no te obliga a hablar de lo
que haces en la cama, si no de lo que presentas en el cine, la radio, el
teatro o la televisión. Mi vida pública es mi vida profesional. Y mi
vida privada es tan privada como la tuya.
He tenido la suerte (y la desgracia) de crecer frente a cámaras,
delante de todo un país, y ello ha condicionado mi vida de maneras
especiales. He debido de ser cuidadoso porque nunca he querido estar
involucrado en escándalos y muchas veces he debido de optar por quedarme
en mi casa, entre cuatro paredes, para mantener, de alguna manera, ese
espacio privado que para mí, y para todo el mundo, es tan importante de
tener.
Pero hoy estoy cansado de quedarme callado. Cansado de leer que
vivimos en un país tan equivocado, donde tantas personas somos
discriminadas simplemente por tener una orientación sexual distinta a la
convencional. Harto de leer comentarios homofóbicos tras ver una linda
foto de dos hombres abrazados en la portada de una revista. Harto de
darle la potestad a infelices trolls de pretender insultarme con
palabras que no cargan ninguna negatividad sobre ellas.
Soy gay desde que tengo uso de razón y soy feliz de serlo. Si tuviera
que volver a nacer, elegiría repetir el plato. Me gusta ser como soy.
Soy así desde que me veías hacer Travesuras con Stephanie en
Panamericana, desde que volaba cometa en Mañana te Cuento o desde que me
chapaba a Gisela en Esta Sociedad. La misma persona. Con la misma cara
de pavo. Una persona con mil defectos por corregir y mil virtudes por
potenciar, pero de ninguna manera un enfermo, un desviado, un
desperdicio, ni ninguno de esos adjetivos que los ignorantes usan para
menospreciarnos.
Muchas veces me he preguntado de qué sirve ser famoso. De qué vale
que mi cara esté en un panel de la Javier Prado. Para qué hago lo que
hago. Y encuentro muchas respuestas satisfactorias en mi trabajo diario.
Soy feliz haciendo películas, radio, dirigiendo teatro, actuando.
Quizás lo haga bien para algunos y detestablemente mal para otros. Pero
es lo que me gusta hacer, y mal que bien, creo haber hecho una carrera
digna de casi 20 años.
Y hoy pienso que quizás mi historia pueda servirle a mucha gente que
aún guarda un discurso añejo y prejuicioso. A muchos jóvenes que tienen
miedo de ser quien son o a muchas madres o padres que se asustan al ver
que su hijo es gay o lesbiana. Amigos, no pasa nada. No hay nada de malo
en eso.
Mi familia sabe de mi orientación hace más de una década (no opción,
por favor, acá no se elige nada). Me han apoyado en cada una de las
etapas de mi vida. Han compartido conmigo y con la buena gente que me ha
rodeado y que me rodea. Me quieren ver bien y feliz. No fue fácil al
inicio. Vengo de una familia religiosa y conservadora y entiendo ahora
que todo se trata de cuán mal nos han enseñado a aceptar las
diferencias. Bueno pues, es momento de romper ese círculo vicioso. Las
personas valemos por cómo somos y por lo que hacemos, no por otra cosa.
He tenido la suerte de viajar y de ver cómo el mundo ha evolucionado.
Y quiero eso para mi país. Igualdad para todos. Somos de los últimos
países en aceptar el amor entre dos personas del mismo sexo. Hasta ahora
no entiendo qué es tan difícil de entender, pero esta es la batalla que
nos ha tocado pelear. Así como tantas personas que en su momento
pelearon por lo que creían justo y lo consiguieron, a nosotros nos ha
tocado esta lucha, y lo vamos a conseguir. Tenemos que mirarnos todos de
igual a igual. A eso hay que aspirar.
Escribo historias para vivir. Pero esta es mi historia. La comparto
para que crezcamos juntos, para que el país suba un peldaño en la
escalera de la tolerancia, para que vean que no hay nada de malo en esto
y para que sepamos que el amor no daña, en ninguna forma, que sólo
fortalece y crea sonrisas. Y para eso deberíamos vivir. Para ser
felices.
Ese es el mensaje que creo que hay que enseñar. Eso es lo que hay que
transmitir de generación en generación. Que somos personas con ganas de
amar y de ser amados, en igualdad de condiciones, sin importar el sexo
de nadie. Sin hacerle daño a nadie. Sin juzgar, sin violentar. Para
llegar a ser un país inundado de amor, y no de odios ni violencia.
Hoy es la marcha por la igualdad. Hoy no cambiarán las cosas, pero sí
construiremos más cimientos para convencer a quien aún falte convencer
de que todos merecemos vivir en armonía y en paz. Estemos del lado
correcto de la historia.
Publicado en: http://feis.utero.pe/2016/05/21/soy-gay-desde-que-tengo-uso-de-razon-y-soy-feliz-de-serlo/
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