En la última edición de la revista PODER,
se han publicado dos artículos donde se recogen datos acerca de las
obras de los últimos alcaldes de Lima. Debido a que se eligió solo a los
últimos 5 alcaldes de Lima, el gran ausente de este informe fue Alfonso
Barrantes de Izquierda Unida. Por ello, Teresa Cabrera escribió un
artículo titulado “Un frejolito sin leche” donde afirma que “la
minimización de la figura de Barrantes no sólo se debe al “orden actual”
o a...
las derechas (…) La propia izquierda pierde por walk-over en este
terreno, incapaz de identificar y promocionar –más allá de la Leche- sus
líneas de continuidad entre el “Lima para todos” de Villarán y el de
Barrantes, lema con el que hace casi treinta años venció en los comicios
municipales”. A continuación, compartimos la columna completa publicada
en Noticias SER:
Por: Teresa Cabrera
En la última edición de la revista PODER,
Luis Corvera propone al lector “hacer memoria” para una evaluación de
los alcaldes que en los últimos períodos han gobernado la ciudad de
Lima. En un loable intento de aportar objetividad, la nota rebate el
mote de “ineficiente” que los partidarios del “sí” a la revocatoria han
chantado con bastante éxito a la actual alcaldesa. Algunos asuntos
llaman la atención. El primero, el resultado de la comparación: si se
toma como referencia el primer bienio de cada alcalde evaluado, Belmont
sale ganando. Difícil digerir que Alberto Andrade fue menos alcalde que
el “hermanón”.
Aquí el punto es la validez de medir la
gestión edil en términos de “productividad” (a más-obra, mejor) y no de
en términos de gobierno. Pero como la nota de PODER es explícita en su
elección de la variable “obra” como medida de eficiencia, no cabe más
que hacer eco del señalamiento de Matteo Stiglich y recomendar un
siguiente paso en el análisis: ¿cuál es el propósito de medir las obras
si no se dice a quién favorecen?. Aún concediendo que “obra” y
“gobierno” se equivalen, una evaluación seria no puede prescindir de la
pregunta de para quién se gobierna (o se hace obra). Esto lleva al
segundo asunto que me interesa comentar. Se trata del paréntesis
dedicado a un alcalde que no entró en la evaluación: Alfonso Barrantes,
quien, se afirma “solo puede exhibir haber fundado el Programa Vaso de
Leche, hoy muy cuestionado”.
Cuando se cumplió una década de la muerte
de Barrantes, en una nota de homenaje, Nicolás Lynch revisaba las
varias facetas del líder de Izquierda Unida y se quejaba del “Barrantes
edulcorado” como una imagen cómoda al “orden actual” que lo reducía a
“tío bonachón que repartió vasos de leche entre los niños y las madres
pobres de Lima y brindó infraestructura, en muchos casos por primera
vez, a los barrios populares de la capital”. Sólo dos años después, con
Villarán instalada en el sillón municipal, uno de los más perversos
efectos del sambenito de “vaga” e “incapaz” que sufre la alcaldesa, es
que se ha radicalizado la lógica del obrismo como única medida objetiva
de gobierno. Instalado ese incombustible sentido común de medir los
logros municipales con wincha, ahora también resulta incómodo que “el
tío bonachón” haya “brindado infraestructura”, más incómodo aún en tanto
la actual gestión se reconoce -en alguna medida- su heredera.
Lo cierto es que la minimización de la
figura de Barrantes no sólo se debe al “orden actual” o a las derechas
que dan ardua batalla por demostrar que no existe izquierda competente
para gobernar la ciudad o el país, a lo mucho para administrar
“programas sociales”. La propia izquierda pierde por walk-over en este
terreno, incapaz de identificar y promocionar –más allá de la Leche- sus
líneas de continuidad entre el “Lima para todos” de Villarán y el de
Barrantes, lema con el que hace casi treinta años venció en los comicios
municipales. Entre quienes al menos han intentado echar un cable a ese
pasado se encuentra Gustavo Guerra García-GGG, que al pasarle la posta a
Ricardo Giesecke en el directorio del Fondo Metropolitano de
Inversiones- INVERMET recuerda que esta entidad ejecutó “el primer
préstamo del Banco Mundial otorgado a una alcaldía gobernada por un
alcalde socialista en Sudamérica”. Como complemento de su breve alusión
señala que “con dicho préstamo se ejecutaron muchas obras, entre ellas
varias vías importantes en Lima sur, Lima norte y Lima este”.
La historia de ese préstamo es un caso
interesante para ilustrar la pregunta sobre a quién se dirige el
gobierno=las obras. El crédito estaba destinado a las vías principales
de Lima, con lo que sería empleado en re pavimentar las avenidas
existentes en la ciudad (como se hizo parcialmente para la cumbre
ALC-UE, por ejemplo). Leído desde sus objetivos de gobierno, nada
impedía a los funcionarios de Barrantes decidir que ese dinero se usaría
para asfaltar las vías principales de la Lima para la que gobernaban:
la de los senderos de tierra que se internaban en los grandes pueblos
jóvenes de esos años. Las “importantes vías de Lima sur, norte y este” a
las que alude GGG son nada menos que las avenidas Túpac Amaru,
Universitaria, Wiesse, Pachacútec, San Juan, El Sol y Salvador Allende,
cuyo financiamiento se concretó en medio de una importante reforma de la
economía municipal encabezada por la comuna limeña, en momentos en que
-no con poca resistencia- apenas echaba a andar la institucionalidad
inaugurada por la Constitución de 1979 y reglada por la Ley Orgánica de
Municipalidades.
Hoy resulta imposible pensar en Lima
Norte, Sur y Este sin estas inversiones, decididas por un gobierno
municipal socialista, y que bien hubieran podido postergarse sin la
vocación de la Izquierda Unida por dirigirlas a los entonces llamados
“Conos”. Esa era la masiva realidad de la ciudad a la que la gestión
edil debió responder y es en función a ello que deben valorarse, con sus
luces y sombras, a los alcaldes. Como ha señalado Gustavo Riofrío en su
cuenta de FB, es a partir de esa decisión –y no antes- que “resultaba
posible ir desde Comas hasta Villa María del Triunfo por vía asfaltada”.
En torno a estas vías, los ahora viejos dirigentes barriales pueden dar
testimonio del vasto y complejo proceso de negociación para escoger
cuáles pavimentar, no exento de conflicto y de maña política. O como ha
dicho Riofrío, que fue por entonces Jefe de la Oficina de Asentamientos
Humanos: “en esas reuniones no se servía leche”.
Publicado en: Noticias SER.
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