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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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martes, 5 de febrero de 2013

Mi querido Nicomedes


Mi querido Nicomedes

La mañana del 5 de febrero de 1992, el Perú, entonces ocupado en otros asuntos, despertó con la amarga noticia de la muerte de Nicomedes Santa Cruz. Poeta, escritor, periodista, cantante, decimista, ausente por varios años de su patria. Todo un personaje. Él, que había sido siempre un hombre de palabras, se alejaba de la vida a punta de silencios a los 67 años y en Madrid, ciudad ajena, no en su Lima caótica, racista e impredecible, pero suya.


La mañana del 5 de febrero, como hoy, murió Nicomedes Santa Cruz en un hospital madrileño, afectado de un cáncer de riñón. Él, que le escribió a la entrañable morena que lo abandonó por darse a...
la etiqueta, al ascenso social, a la muchacha que usaba reloj de pulsera y ni sabía ver la hora. Supo ensalzar su poesía, a pesar de la marginalidad, la más sublime y merecida percepción del otro. Del que no era pero quería ser, del aspirante, de la triste pelona que había cambiado ¡hasta en el modo de hablar!

Él, que había nacido en el Callao pero que pasó su juventud mataperreando por las calles de La Victoria, que, además, era el noveno de diez hermanos de una familia pobre y que al culminar la secundaria tuvo que ponerse a trabajar y que finalmente a los 31 años, con un futuro ya labrado en la avenida Abancay, lugar donde trabajaba, despertó una mañana dispuesto a realizar lo postergado por más de diez años. Dejaría su trabajo y viajaría por Latinoamérica, escribiendo, cantando, viviendo, que para él era lo mismo.

En 1958, realiza una importante presentación denominada “Ritmos negros del Perú” en Buenos Aires, Argentina. A partir de esa experiencia, su compromiso con la difusión y la promoción del respeto y reconocimiento a la cultura afroperuana se incrementa considerablemente y su presencia en diversas exposiciones y coloquios en distintos países se vuelve habitual. En 1981, Nicomedes viaja a España, donde trabaja en distintos medios de comunicación escrita y radial.

Su labor como periodista fue importante en su consolidación. La entrevista que le realizó a un Víctor Jara próximo a la muerte quedó en el recuerdo de muchos. Atahualpa Yupanqui también fue entrevistado por el poeta, que hizo del periodismo una ventana más para expresarse. Nicomedes tenía un aire despreocupado, una frescura que alarmaba por su naturalidad. Además, solía utilizar unas boinas en la cabeza que le proporcionaban cierta seriedad a esa sonrisa eterna.

Tras su muerte, el recuerdo se volvió esquivo. Los mismos que lo recitaron a los ocho años lo olvidaron a los 18, aquellos que en un inicio lo analizaron decidieron otorgarle el ilustre rincón del olvido y no pocos, que recordamos que a cocachos aprendimos nuestra labor de colegial –quizá no en un colegio fiscal–, inmortalizamos con cariño al hombre de la voz fuerte, candorosa, que un 4 de junio de 1925 nació en Lima, la de ese entonces más horrible que nunca, y supo enseñarle, a punta de palmetas, eso sí, que los afroperuanos también tenían voz. Y qué voz tenías, mi querido Nicomedes.
 

La escuelita


A cocachos aprendí
mi labor de colegial
en el Colegio Fiscal
del barrio donde nací.
Tener primaria completa
era raro en mi niñez
(nos sentábamos de a tres
en una sola carpeta).
Yo creo que la palmeta
la inventaron para mí,
de la vez que una rompí
me apodaron “mano’e fierro”,
y por ser tan mataperro
a cocachos aprendí.
Juguetón de nacimiento,
por dedicarme al recreo
sacaba Diez en Aseo
y Once en Aprovechamiento.
De la Conducta ni cuento
pues, para colmo de mal
era mi voz general
“¡chócala pa la salida!”
dejando a veces perdida
mi labor de colegial.
¡Campeón en lingo y bolero!
¡Rey del trompo con huaraca!
¡Mago haciéndome “la vaca”
y en bolitas, el primero...!
En Aritmética, Cero.
En Geografía, igual.
Doce en examen oral,
Trece en examen escrito.
Si no me “soplan” repito
en el Colegio Fiscal.
Con esa nota mezquina
terminé mi Quinto al tranco,
tiré el guardapolvo blanco
(de costalitos de harina).
Y hoy, parado en una esquina
lloro el tiempo que perdí:
los otros niños de allí
alcanzaron nombre egregio.
Yo no aproveché el Colegio
del barrio donde nací...


MILAGROS OLIVERA
molivera@diario16.com.pe
 

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