El Estado ladrón quiere ahora su porcentaje del sueldo
de los independientes. No lo quiere para sí (miren qué generoso) sino
para dárselo a Habitat, la AFP procedente de Santiago que ha ingresado
al mercado de las pensiones con privilegios que...
ninguna otra entidad de sus características tuvo.
El Estado ladrón no te da educación ni hospitales dignos ni carreteras adecuadas (a pesar de los peajes) y ni siquiera policías confiables. Pero te saquea todo lo que puede y para eso están la SUNAT, que es la chaveta del Estado ladrón, y Luis Miguel Castilla, que es el jefe episódico de la organización.
El Estado ladrón te da ventanillas atendidas por idiotas, colas interminables, trámites que solo se obvian con una coima, malversaciones que se reparten entre ellos, licitaciones mañosas, hospitales inútiles, sueldazos encubiertos para la tribu de turno, baches, heladas predecibles que siguen matando año tras año, universidades que fabrican farsantes. Pero es insaciable. Siempre quiere más plata. Y el que paga esos patos es el de siempre: el que no tiene a la CONFIEP como escudo. El caso de Jaime Delgado es ejemplar. Fue casero de mis programas de TV, héroe de los derechos del consumidor, Robin de los de abajo. Ahora lo veo embarrado de poder, con cara de Basadre (me refiero a la imagen del billete), dispuesto a todo con tal de congraciarse con sus nuevos amos.
(Tomado del semanario Hildebrandt en sus Trece)
ninguna otra entidad de sus características tuvo.
El Estado ladrón no te da educación ni hospitales dignos ni carreteras adecuadas (a pesar de los peajes) y ni siquiera policías confiables. Pero te saquea todo lo que puede y para eso están la SUNAT, que es la chaveta del Estado ladrón, y Luis Miguel Castilla, que es el jefe episódico de la organización.
El Estado ladrón te da ventanillas atendidas por idiotas, colas interminables, trámites que solo se obvian con una coima, malversaciones que se reparten entre ellos, licitaciones mañosas, hospitales inútiles, sueldazos encubiertos para la tribu de turno, baches, heladas predecibles que siguen matando año tras año, universidades que fabrican farsantes. Pero es insaciable. Siempre quiere más plata. Y el que paga esos patos es el de siempre: el que no tiene a la CONFIEP como escudo. El caso de Jaime Delgado es ejemplar. Fue casero de mis programas de TV, héroe de los derechos del consumidor, Robin de los de abajo. Ahora lo veo embarrado de poder, con cara de Basadre (me refiero a la imagen del billete), dispuesto a todo con tal de congraciarse con sus nuevos amos.
(Tomado del semanario Hildebrandt en sus Trece)
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