Por: Francisco Belaunde Matossian
para "Diario16"
Alan García actúa muchas veces como esos malabaristas que se han posesionado de varias esquinas de Lima. Busca entretenernos con sus juegos de destreza. Ello no sería mucho problema si es que lo que lanzara al aire fueran naranjas o palos de bowling. Lamentablemente, lo que vemos dar vueltas entre sus manos son nuestras instituciones.
Ahora el exmandatario ha escogido al Congreso como objeto de juego. Subiéndose a la inmensa ola de rechazo popular al primer poder del Estado, acaba de proponer la...
no reelección y la revocatoria de los congresistas.
Resulta difícil pensar que García crea sinceramente en esa idea y, sobre todo, en su viabilidad. En realidad, eso no importa mucho. Si nos atenemos a experiencias previas, lo importante para él es lograr un efecto que le pueda traer aplausos y, al mismo tiempo, en este caso, hacer olvidar lo que es obvio para la opinión pública: que él está detrás de la decisión del APRA de apoyar la revocatoria de la alcaldesa Susana Villarán.
En el pasado, García hizo malabares con la institución presidencial. En la recordada marcha de la “patada”, del 14 de julio de 2004, convocada para protestar contra el gobierno de Alejandro Toledo, se atrevió a decir, palabras más, palabras menos, que la vacancia del entonces presidente “no era un tema del Congreso sino del pueblo que protestaba en las calles”. Rápidamente, sin embargo, ante las críticas por lo que aparecía prácticamente como un llamado a la sedición, tuvo que retractarse.
Al inicio de su segundo gobierno, la emprendió contra el aparato estatal y, en este caso, lamentablemente, no recurrió solo a un discurso en base a palabras gratas para el público, como “austeridad”, sino que adoptó un acto concreto: rebajó el sueldo de los altos funcionarios. Como se sabe, ello ocasionó una estampida de personal capacitado hacia el sector privado, con desastrosos efectos para la eficiencia del sector público. Es decir, el objeto de su juego malabarista cayó al suelo, dañándose seriamente. Se trató, prácticamente, de un acto de sabotaje contra el Estado, inducido por la pulsión demagógica del exmandatario.
Con su apoyo a la revocatoria de Susana Villarán, Alan García participa nuevamente de un juego peligroso. Esta vez, es la gestión de la ciudad de Lima la que está en riesgo ante la posibilidad de que, en muy poco tiempo, se sucedan tres alcaldes con todo el desorden y la falta de continuidad en las acciones que ello implica.
Fuente: http://diario16.pe/noticia/21982-el-malabarista
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