Fue periodista, limeño. Y sobre todas las cosas, fue librero. Jorge Vega, mejor conocido como ‘Veguita’, ha muerto, pero su historia, que parece sustraída de un libro de lo real-maravilloso, debe ser recordada poco después de su partida.
A inicios de los años cincuenta, ingresa a laborar como periodista a los diarios Última Hora y La Crónica. En este último permaneció durante ocho años, hasta que...
fue despedido. Durante ese período, ‘Veguita’ ya era miembro honorario de la bohemia limeña de la época. Además, ya había incrementado su interés por los libros. Un interés hedonista, de lo más placentero y comprometido. De esas épocas, ‘Veguita’ recordaba: “Tenía todo lo que se necesitaba para ser un periodista: no sabía nada”.
Fue entonces que, al verse sin trabajo, decide dedicarse íntegramente a ser librero. Y de los mejores. Sus amigos, entre los que destaca el intelectual Raúl Porras, acudían a él a solicitar libros referentes a una materia. ‘Veguita’ no vendía nunca una obra sin haberla leído previamente, entonces, al ser un conocedor de los textos, asesoraba al comprador amigo. “Un librero es una cosa única: no estudia en ninguna parte, se basa en su cultura y en sus contactos”, decía.
No tenía grandezas, valgan verdades, pero tampoco padecía. Vivió bien. Su mayor talento era su memoria, que le permitía recordar, siempre con mucha naturalidad, pasajes íntegros de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Prefería la poesía antes que la narrativa, y era un eterno defensor de la belleza del lenguaje. Confesó haber escrito algunos versos que nunca vieron la luz, siguiendo el estilo de Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y Lope de Vega, españoles que tanto admiraba.
Desde que abandonó el periodismo, nunca más tuvo un trabajo. Para él, ser librero era un sincero placer. “Uno de los errores más bellos de mi vida fue ser periodista. No era una carrera para mí. No me gustan los horarios. Quien es dueño de su libertad y la ama no puede tener un horario. Detesto tener un trabajo”.
‘Veguita’ era un eterno defensor de los libros de papel, textura y olor. Era un crítico de las computadoras y de la televisión, al considerarlas las culpables de un venido a menos interés por la lectura. “Un joven de los años sesenta manejaba al menos 2 500 palabras; en cambio, uno de ahora, solo 800 y las completa con interjecciones”, reflexionaba ya anciano, dejando atrás los burdeles, la vida de treintañero y muchos, muchos libros.
“Una vez, una amiga me dijo que cómo era posible que dedicara mi vida a las putas. Yo le dije: ‘Un hombre que ama a la historia solo puede desear a una mujer con un gran pasado’”, reveló en una entrevista, matizando su respuesta con sarcasmo.
La Lima de sus desgracias, decepciones e inexplicables alegrías. “En Lima siempre ha existido un pequeño grupo de lectores dentro de un mar de ignorancia”. Sobre esta ciudad, por la que transitó durante toda su vida y con la que, como muchos, siempre mantuvo una relación amor-odio, realizó una sensata reflexión: “Lo que más me atrae de Lima es la cantidad de cojudos que produce. Gracias a ello, uno puede vivir alegremente”. Amén.
Con ‘Veguita’ se va una parte importante de la Lima ilustrada.
EL DATO
Su biblioteca personal constaba de 5 000 libros, de los cuales 1 200 tenían relación con Lima
MILAGROS OLIVERA
molivera@diario16.com.pe
Fuente: http://diario16.pe/noticia/22137-la-muerte-ilustrada
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