Aquí el canto de Edwin Montoya, con arpita y violín, como le gustaba a Arguedas.
Cuatro días de agonía. Luego partió. Cuatro décadas pasaron. Sigue presente. Muchos lo buscamos. En su obra, en su canto, en sus huellas de infancia, en sus pasos por el Santa Isabel de Huancayo, en sus escritos en La Antorcha, en su andar por Apata, en su cosechar de cantos por Pampas. Lo seguimos buscando. ¿Dónde estás, José María Arguedas? Lo busca también Edwin Montoya en este su canto con letras salidas del alma. (Texto y traducción gracias a este valioso blog: Sarhuallaqta).
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