Fuente: SERVINDI
Por Isabel Soto Mayedo
Aunque la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre”, casi 27 millones de personas, sobre todo infantes y mujeres, permanecen bajo esa condición en el mundo.
La abolición por parte de los estados y gobiernos de esta práctica denigrante del ser humano poco representa para quienes hacen caso omiso de las legislaciones y avalan tales crímenes de lesa humanidad.
La esclavitud por deuda, la doméstica, el tráfico humano, la explotación sexual, la prostitución forzosa, el trabajo infantil, la venta de niños, los matrimonios forzosos o ventas de mujeres y ciertas formas de mendicidad, son algunas de las modalidades en las que se manifiestan estas violaciones.
Datos de la Organización de Naciones Unidas confirman que en todos los continentes existen esclavos de ambos sexos, aunque los más afectados por el flagelo son Asia y África.
La desigualdad e injusticia del sistema capitalista expandido por el mundo, de los conceptos con que se articula el poder y de la tolerancia con que se acoge el fenómeno, frenan la aplicación de las condenas de organismos internacionales.
Desde los años 70, la prohibición de la esclavitud es considerada una obligación en Derecho Internacional. Sin embargo, en nuestro tiempo, la amenaza, la violencia u otro tipo de coacciones físicas y morales sirven a los devenidos “propietarios”.
Estos disponen de manera absoluta de una persona sin que medie un documento de propiedad, más sin son infantes o mujeres en condiciones de vulnerabilidad.
Tal aberración es observada por autoridades venales en muchos países, quienes callan o cuando menos se benefician de los sobornos de estos criminales.
Si desea leer la nota copmpleta vaya a: http://www.servindi.org/actualidad/23464?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Servindi+%28Servicio+de+Informaci%C3%B3n+Indigena%29
Por Isabel Soto Mayedo
Aunque la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre”, casi 27 millones de personas, sobre todo infantes y mujeres, permanecen bajo esa condición en el mundo.
La abolición por parte de los estados y gobiernos de esta práctica denigrante del ser humano poco representa para quienes hacen caso omiso de las legislaciones y avalan tales crímenes de lesa humanidad.
La esclavitud por deuda, la doméstica, el tráfico humano, la explotación sexual, la prostitución forzosa, el trabajo infantil, la venta de niños, los matrimonios forzosos o ventas de mujeres y ciertas formas de mendicidad, son algunas de las modalidades en las que se manifiestan estas violaciones.
Datos de la Organización de Naciones Unidas confirman que en todos los continentes existen esclavos de ambos sexos, aunque los más afectados por el flagelo son Asia y África.
La desigualdad e injusticia del sistema capitalista expandido por el mundo, de los conceptos con que se articula el poder y de la tolerancia con que se acoge el fenómeno, frenan la aplicación de las condenas de organismos internacionales.
Desde los años 70, la prohibición de la esclavitud es considerada una obligación en Derecho Internacional. Sin embargo, en nuestro tiempo, la amenaza, la violencia u otro tipo de coacciones físicas y morales sirven a los devenidos “propietarios”.
Estos disponen de manera absoluta de una persona sin que medie un documento de propiedad, más sin son infantes o mujeres en condiciones de vulnerabilidad.
Tal aberración es observada por autoridades venales en muchos países, quienes callan o cuando menos se benefician de los sobornos de estos criminales.
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