Imagen: vía Alexis Iparraguirre |
gestionar esa masa de capital simbólico poco comprendido pero rendidor que es la cultura nacional.
Como pueden apreciar, el poema de marras es Blasón de José Santos Chocano, poeta cortesano de Leguia, asesino del escritor Edwin Elmore, despilfarrador del erario público, admirador y apólogo de dictaduras y tiranías y, en sus últimos años pro fascista; en suma un impresentable. En cualquier otro país, este frondoso currículum sería suficiente para que en el ministerio corrieran a borrar el texto por ser obra de un criminal y aventurero pero como acá existe un falaz consenso sobre el poema y su autor como universos paralelos que nunca se tocan (que el poema habita en Narnia o más allá del Muro, con los gigantes y los gnomos). Cabe añadir que no solo es obra de un pillo, sino que presentarlo en dimensiones titánicas en el mayor edificio del país dedicado a la cultura es un completo despropósito porque ese texto es una suma de barbaridades camufladas de versito y ritmo.
En primer lugar, contra lo que cree una lectura superficial, ese poema no es un poema a la patria o un canto patriótico o algo así, sino un elogio que Chocano hace de sí mismo como poseedor de tanta cultura inca y de España; es decir es una acariciada de ego descomunal, que ni Alan.
En segundo lugar, su elogio del incario es museificador, petrificador, porque si algún mérito tiene ahí la raza nativa es haber gobernado un reino exótico en un remoto pasado, pero elogio al indio contemporáneo, nada; Chocano comparte la mirada racista que muchos estudiosos peruanos identificaron en las élites de inicios del siglo XX, que admiraban al inca pero explotaban férreamente al indio en las haciendas (incas si; indios no). Es decir, el indio no existe. Eso es una patada en el vientre a la diversidad y heterogeneidad nacional, cuyo reconocimiento todavía es una lucha esforzada y pendiente para el siglo XXI.
En tercer lugar, en fecha tan temprana como 1928, Mariategui ya había descalificado ese poema no sólo por vanidoso o racista, sino por retórico, oratorio, puro ejercicio de sonoridad y conteo de sílabas. Tan claro es que solo sirve para ejercitar el automatismo en la versificación que el único lugar que tiene ese poema en el canon contemporáneo es en los libros de textos de primaria, donde se enseña para que la gente practique el ritmo y cuide la entonación, como se enseñan ecuaciones como automatismo para meterse luego en cosas más profundas; algo así como cuando se tiene que memorizar cuánto es más por más o menos por más y proceder de frente en los ejercicios.
Y ahí lo tienen en la pared del Ministerio de Cultura: un poema rancio, racista, sin mayor valor para el presente, escrito por un pro fascista. E insistiendo en el puro texto, acaso no hay poemas patrióticos que expresen no sólo la diversidad peruana sino también un mayor acierto estético? Si la cosa es poner un blasón, ahí está Huaco del Cholo Vallejo; si la cosa es elogiar la patria de manera brillante y original acaso no están Belli, Heraud, Delgado, Martos, etc, etc.?
En fin, esta gestión del ministerio ya se acaba y la que viene debería borrarlo. Que siga ahí solo puede ser, en el mejor de los casos, profundo desconocimiento, y en el peor, una infamia: una huachaferia egocéntrica de un asesino en vez de tantos poemas mejores de gente buena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.