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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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martes, 7 de junio de 2016

Informalidad Naranja

Max Hernández

Max Hernández: “¿Cómo se puede apoyar la tala ilegal y al mismo tiempo criticar la prostitución? Son parte de un circuito. Hay una contradicción”.
Política Por: César Prado | Mineros ilegales, transportistas de combis asesinas y protagonistas de la tala ilegal. Tres analistas diagnostican la informalidad fujimorista.
Para entender ese reino del “roba para hace obra” consultamos a... tres especialistas. Aunque, advertimos de plano, que las expectativas son casi nulas. “Debimos haberle hecho caso a César Vallejo, un cholo sin plata, quien dijo que había que guardar un día para cuando no haya y una noche también para cuando haya”, dice de entrada el psicoanalista Max Hernández, quien se reconoce como limeño, hijo y nieto de limeño, “más ‘gentita limeña’ que mandado a hacer, porque además soy pequeño burgués y no tengo plata”. Lo acompañan en el análisis el sociólogo Gonzalo Portocarrero y el historiador José Luis Rénique.

“El voto por Keiko es una cosa compleja e intervienen muchos factores. Uno de ellos es una especie de lealtad histórica con el apellido. Es decir, con el padre y su política”, señala el sociólogo Gonzalo Portocarrero. Para el estudioso, esta política está basada en una actitud clientelista. “Regalos a cambio de promesas y novedades”, dice. Una añeja tradición de la política (a la) peruana. Lo hicieron todos; casi nadie cumplió. “La otra cara de la “efectividad” de ese régimen fue la trasgresión autocrática, la militarización velada que las condiciones del país permitían por ese entonces. El sello mafioso y personalista del fujimorismo de los 90, es un hecho incontrovertible”, llama la atención el historiador José Luis Rénique. En ese período hay que fijar los nuevos tótems de la cultura política peruana y encararlos para encontrar su real significado.
LOS RÉDITOS DE LA INFORMALIDAD
Una de las novedades que trajo el fujimorismo clásico –algún aporte hay que reconocerle– fue su imbricación con la cultura de la informalidad o cultura chicha. “El viejo fujimorismo se destaca por la captación y la promoción de la informalidad. Y Keiko, aunque ha querido tapar lo más escandaloso, sigue proyectando esa imagen en su intento de captar bolsones de votantes a cualquier costo”, refiere Portocarrero.
Pactos de última hora con mineros, trabajadores de construcción civil y transportistas informales confirman lo dicho por el sociólogo. Lo paradójico es que el nuevo fujimorismo ahora sí tiene –en el papel– propuestas de formalización. Aunque estas estén enfocadas en que las empresas dejen (sigan sin) pagar impuestos los primeros años de su inserción al sector formal. Si no les cobraron antes, ¿por qué ahora?
“Héroes y villanos al mismo tiempo, los informales son materia sensible en cualquier elección. Pero este es un momento en el cual hay que conseguir sus votos y el fujimorismo sabe que hay que hacerles promesas en términos de una formalización que no tenga mayores costos y sí mayores beneficios”, comenta el sociólogo sobre la actitud acomodaticia de Fujimori frente a los sectores D y E.

Para el psicoanalista Max Hernández, esta suerte de “dejar hacer, dejar pasar” de la economía llamada lacanianamente “real” trae consecuencias nefastas. “¿Cómo continuar con un modelo económico que también sea exitoso en disminuir la desigualdad? Hay que hacer que el modelo sea atractivo para las grandes mayorías, evitando que estas tomen las vías informales o incluso delictivas”, propone.
“Decimos que queremos una sociedad del primer mundo y una vasta clase media pero debajo de eso subyace la informalidad propia de la lógica monetarista. Tienen que entender que estas colectividades que conforman ‘lo real’ afectan al conjunto. ¿Cómo se puede apoyar la tala ilegal y al mismo tiempo criticar la prostitución? Son parte de un circuito. Hay una contradicción”, afirma.

Pero si el peligro en el pasado era que el Estado legitimara la actividad informal, ahora este paquete viene con un ingrediente extra: el narcotráfico. “El peligro con Fujimori es que el Perú siga una línea en la que están ahora México y Colombia, donde la infiltración del narcotráfico en la política es muy grande”, apunta Portocarrero. “Más aun cuando vemos que Keiko Fujimori se ha hecho de la vista gorda con Joaquín Ramírez”, expresa.
MANO DURA
“Keiko pondrá mano dura”, era el eslogan de la candidata en el 2011 y todavía tiene ecos en esta campaña. Portocarrero cree que esta receta no da buenos resultados en ningún caso. Aun así esboza una explicación sobre la paradoja fujimorista.
“El fujimorismo siempre se ha caracterizado por ser pragmático, por postularse como una posibilidad de gobierno que sea fuerte y justo. Lo que es evidentemente una contradicción: la persona que llega al poder e implanta un gobierno fuerte no va a ser justa, sino que va a convertir esa fuerza en beneficios personales y para sus amigos”, afirma.
“Para mí, es muy difícil poder digerir todo lo que pasó en La Cantuta y en Barrios Altos, sin minimizar las dificultades que cualquier gobierno tiene para enfrentar una subversión, particularmente una tan desalmada como la de Sendero Luminoso”, recuerda Hernández.
“Lo que articula el voto fujimorista del interior rural es una estrategia de reclutamiento de emergentes intereses locales. La combinación de nostalgia y eficacia estratégica sustenta esta suerte de proto-populismo de derecha que es hoy el fujimorismo”, afirma, por su parte, el historiador José Luis Rénique iluminando otro rincón de este voto duro.
AUTOCRÍTICA
Pese a todo, los tres intelectuales coinciden en que detrás de este resurgimiento del fujimorismo o la nostalgia por el autoritarismo hay un desencanto generalizado por la democracia vivida en los últimos años. Incumplimiento de promesas, debilidad institucional, corrupción y marginación de grandes grupos sociales marcan el signo de estos tiempos.
“Estas elecciones son la secuela de la renuncia del señor Fujimori”, señala Max Hernández. “La transición no se llegó a hacer por completo, no se completó la real vuelta a la democracia. Tuvimos años de gran bonanza y nos embriagamos con esa bonanza”, manifiesta Hernández sin alusiones particulares ni a gustos específicos de ningún presidente.

Rénique, en cambio, atribuye este fenómeno a causas históricas. “En un país tan fragmentado como el Perú es difícil pretender una reacción moral, ética, cívica homogénea. La devaluación de la educación que arrastramos de décadas deja su huella en la forja de la cultura política. Todos tenemos una gran responsabilidad”, dice.
Portocarrero, para finalizar, deja entreabierta una luz de esperanza. “Yo creo que parte del impulso moralizador de un sector de la población es que tanto García como Toledo han salido en la primera vuelta por la pata de los caballos”. Sin embargo, añade, en dirección contraria está la actitud complaciente y cómplice del “roba pero hace obra”, aquella que pone a la eficacia por encima de la honestidad.
¿Desde cuándo es menester elegir lo uno o lo otro? Elija bien y nos ahorraremos más falsas dicotomías en el futuro.

Publicado en: http://caretas.pe/Main.asp?T=3082&S=&id=12&idE=1262&idSTo=0&idA=75657#.V1ejWL5M1_A

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