¿Cuál ha sido la principal contribución de Hernando De Soto? Adaptar el neoliberalismo al contexto peruano y darle nueva forma al discurso de la derecha.
Por Carlos Alberto Adrianzén*
Qué duda cabe de que Hernando de Soto es...
uno de los intelectuales más importantes de nuestro país. En una rápida revisión de su biografía en Wikipedia, apreciamos los títulos que distintas publicaciones le han otorgado: “uno de los cinco principales innovadores en América Latina” y “una de las 100 personas más influyentes del mundo”, según la revista Time; “una de las quince personas que reinventarán el futuro”, según Forbes, entre otros.
En el Perú, la figura mediática de De Soto es la de un académico que, luego de investigar profundamente el fenómeno de la informalidad, descubrió las causas del subdesarrollo del país y propuso un conjunto de recetas para superarlo. Recientemente, el diario El Comercio le añadió un nuevo título: el de responsable de la derrota de Sendero Luminoso. Sin embargo, la importancia de Hernando de Soto no está ahí. Su contribución más importante ha sido la de ideólogo de toda una generación de las élites empresariales, políticas y de periodistas. En ese terreno, De Soto recogió varios de los principales postulados del neoliberalismo y los adaptó exitosamente al escenario peruano.
Desde el título, un guiño directo a Camino a la servidumbre —libro escrito por uno de los padres del pensamiento neoliberal, Friedrich von Hayek—, El otro sendero de De Soto anunciaba su pertenencia.
Es probable que el primer contacto de Hernando de Soto con algunas de las figuras centrales del neoliberalismo se iniciara tempranamente durante sus estudios universitarios en Suiza. En ese país, De Soto siguió estudios en el Instituto Universitario de Estudios Internacionales de Ginebra, institución que fue no solo reducto del pensamiento neoliberal (en un momento en el que este no gozaba de gran prestigio), sino que también colaboró activamente en la fundación de la Sociedad Mont Pelerin (SMP) en 1947, el encuentro mundial que reunía a algunos de los intelectuales, empresarios y políticos neoliberales más importantes del mundo.
El contacto de Hernando de Soto con los círculos intelectuales del neoliberalismo se ratificaría casi inmediatamente después de su regreso al Perú, en 1979. Ese mismo año, De Soto organizó, junto con el Instituto de Economía de Mercado (vinculado al PPC) y la Fundación Konrad Adenauer, el seminario “Democracia y Economía de Mercado”, que congregó a algunos de los personajes centrales de la SMP, entre ellos a su fundador, Friedrich von Hayek. Fue a través de él que Hernando de Soto establecería contacto con una figura determinante para la posterior fundación del Instituto Libertad y Democracia (ILD): Antony Fisher. Este empresario había respaldado desde sus inicios la aventura intelectual de Von Hayek no solo con recursos para la SMP, sino también creando una red de think tanks encargados de difundir las ideas del neoliberalismo. Uno de estos fue la Fundación Atlas que —como anota en sus memorias uno de sus expresidentes— no solo proveyó parte de los recursos económicos para la creación del ILD, sino que, además, dio una gran cantidad de recomendaciones para su formación, desde sus objetivos y sus estatutos hasta sus planes a futuro.
Desde un inicio, De Soto se situó en el interior de una amplia red intelectual que, forjada a lo largo de más de tres décadas, contaba con un núcleo de ideas más o menos consensuadas y, sobre todo, con una amplia red de difusión. Una de las claves de la expansión del neoliberalismo había sido la construcción de think tanks encargados de producir información que no solo diera sustento a las ideas fundamentales de la SMP, sino que también fuera capaz de empaquetarla y simplificarla para el consumo del gran público y de difundirla a través de los medios de comunicación. Ya en un temprano artículo de 1949, Von Hayek había precisado la importancia de contar con individuos y organizaciones que sirvieran de puente entre el conocimiento especializado y el público en general, si es que el liberalismo quería recuperar el terreno perdido. Como afirman Mirowski y Plehwe, el movimiento transnacional del neoliberalismo se organizó en tres niveles: un núcleo donde se producían los debates más abstractos y que funcionan como principios generales; un segundo nivel, el de conocimiento aplicado; y un tercer nivel, el de difusión. Bajo este esquema, hay que entender la empresa que se propone Hernando de Soto con El otro sendero: establecer los puntos centrales del neoliberalismo en versión andina.
EL SENDERO DE LA IDEOLOGÍA
En un artículo de 1988, Alberto Flores Galindo señalaba que, si bien se presentaba como una “obra científica”, El otro sendero constituía, en realidad, un libro cuya naturaleza principal era ideológica. De hecho, el concepto de una ideología que surge de algún tipo de análisis más o menos científico no es privativa de Hernando de Soto ni del neoliberalismo, pero ciertamente esta corriente ha sido la que mejor ha desarrollado el vínculo entre una y otra.
De regreso al comentario de Flores Galindo, en El otro sendero se advierte de manera nítida en la misma estructura del libro el paso del discurso “científico” al “ideológico”. En la primera parte, las investigaciones realizadas dan cuenta de un sinfín de días perdidos, de trámites sin sentido y de “emprendedores” frustrados, ya fueran estos transportistas, dueños de pequeños talleres o comerciantes de alimentos. Todo por culpa de un sistema legal deficiente que había hecho que todos por igual elijan el camino de la informalidad.
En la segunda parte del libro, lo particular cede paso a lo general. Ya no se trata del ambulante ni del microbusero informal: Hernando de Soto elabora una crítica global hacia el “Estado mercantilista” que había producido dicha situación, y propone una lectura no solo de la historia del Perú desde la Colonia, sino de Europa occidental (por no decir del mundo entero). El conocimiento experto acerca de la informalidad cede el paso a una especie de filosofía de la historia propuesta por De Soto, una que gira en torno a la exclusión legal de las mayorías.
El nivel de generalización de la propuesta de De Soto es tal que se configura en una ideología al ofrecer no solo una explicación general acerca del modo de funcionamiento del mundo, sino, más importante aún, también al condensar una propuesta de cómo debería funcionar este.
Hay una razón adicional para señalar la naturaleza ideológica del texto de El otro sendero. El profesor de teoría política Ernesto Laclau afirmaba en uno de sus últimos libros que cualquier discurso político posee una serie de características que aquí se pueden sintetizar en: 1) el establecimiento de una equivalencia entre un conjunto de demandas insatisfechas que son representadas por lo que denomina “significante vacío”; 2) el establecimiento de una nueva frontera política que divide en dos el espacio político entre un “nosotros” y un “ellos”. El texto de De Soto funciona casi perfectamente a modo de ilustración. Las demandas insatisfechas representadas por ambulantes, microbuseros o comerciantes son representadas todas por la “informalidad”. A su vez, De Soto propone una nueva frontera política donde —como afirmaba Flores Galindo— “dominados y dominadores” se encontraban y se reconocían todos en su calidad de empresarios frente a un enemigo común: el Estado mercantilista. Hay que recordar que, durante el gobierno de Velasco, la frontera política había girado en torno al par oligarquía vs. pueblo/Fuerza Armada, por un lado, o las versiones más clasistas de la izquierda en auge en ese momento, por el otro.
Alrededor del mundo, el pensamiento neoliberal se había ido construyendo en contra de otras corrientes políticas. En el caso de Europa, sus enemigos más claros habían sido tanto el comunismo como las variantes de keynesianismo tan en boga en la posguerra. En el caso de América Latina, y más específicamente del Perú, resultaba claro que los enemigos locales a vencer eran, por un lado, el Estado nacional-popular y, por otro, la teoría de la dependencia, que habían alentado una participación estatal sin precedentes en la economía nacional, a la vez que permitido una amplia movilización obrera. En el Perú, con el agravante de que la concreción de estos principios en el gobierno militar de Velasco había significado el desplazamiento de la élite del control político y un conjunto de reformas significativas que golpeaba sus intereses.
Flores Galindo señala un último elemento: De Soto había anunciado en el seminario “Democracia y Economía de Mercado” las conclusiones que su investigación “arrojaría” varios años después. Para Flores Galindo, esto delataba la naturaleza ideológica de El otro sendero, pues los ejemplos ahí utilizados servían solamente a modo de ilustración de un cuerpo de ideas preexistentes.
Flores Galindo daba cuenta del gran acompañamiento publicitario del que había gozado el lanzamiento de El otro sendero. Como he señalado aquí, se trató de la actuación de una red con amplios lazos alrededor del mundo. El libro de De Soto recuperaba algo que Von Hayek había mencionado casi 40 años antes: la necesidad de construir “un nuevo programa liberal” que llame a la imaginación, una verdadera utopía liberal que sea un “acto de coraje”, con la ventaja adicional de que era un proyecto con sabor nacional, equipado para enfrentarse a los enemigos políticos del neoliberalismo en tierras latinoamericanas.
Cabe la pregunta por el destino que le aguardaba a la derecha peruana sin el discurso sobre la informalidad que De Soto creó. Es probable que sin él hubieran tenido que conformarse con repetir sus viejos argumentos o, peor aún, tendrían que haberse sentado a esperar la aparición de un reemplazo, pues sin un discurso ideológico no se puede llevar adelante ninguna acción colectiva. De Soto le dio al discurso neoliberal un giro nacional que le permitió ser aceptado por un importante sector de la ciudadanía como parte del sentido común y que luego fue transformado en propuestas para campañas políticas y gobiernos neoliberales.
Si Hernando de Soto salvó al Perú de Sendero Luminoso o no, es una cuestión que otros con más autoridad han respondido ya. Lo que creo, con toda seguridad, es que, si a alguien salvó, fue a una élite económica y política huérfana de ideas que, luego del velasquismo y de lo que suponía el avance de otras fuerzas políticas, se encontraba a la defensiva en aquella aciaga década de 1980. Y por ello le deben estar muy agradecidos.
*Publicado en la edición de la revista PODER en junio del 2014. Parte del especial "El Misterio De Soto".
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