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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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domingo, 16 de mayo de 2010

José Emilio Pacheco, fabulador del tiempo

Tiempo de otros tiempos, otros horizontes y los mismos sueños. Cargamos en las alforjas el resplandor del mundo. Brillan en los ojos las estrellas que miraron otros cielos, que alumbraron otras noches. Ese es el sabor de la poética de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 30 de junio de 1939), galardonado con el Premio Cervantes de Literatura 2010, que se otorga en el marco del Día Internacional del Libro y del Idioma.
En sus versos habitan todas las voces de México, todas las voces de la América Nuestra, y estallan en él los ecos. Pacheco, fabulador del tiempo, escribe desde el amor y la fe hacia el poder de la palabra. En su obra de décadas convergen todas las formas de la poesía, desde el epigrama y el haikú hasta el extenso poema que lleva el acento de todas las humanas pasiones, la violencia, la tragedia, la fugacidad, el amor, el roce, la maravilla de decir y decirnos la vida.
Testigo del siglo XX, centuria conmovida de guerras y de hambres, el poeta carga con el dolor del mundo, con las abiertas heridas de la violencia y se adueña de la palabra que comparte, para contar y contarnos las derrotas. Camina entre los muertos sabiéndose uno más de ellos, una voz entre las voces, un grito que se levanta y emerge de las cenizas.
“La única antorcha recibida / iluminó el entierro de sus muertos. / Desplazamientos / que por mil noches terminaron en humo. / Crujir de huesos, / rumor de casas incendiadas. / ¿A quién le debo / haber estado a salvo / mirando todo / desde otra orilla? / Gran aventura / es la guerra como espectáculo, / a menos / de que uno lleve como pecado original esta culpa”.
(Jardín de niños, poema 6)
Ese antiguo México, sabio y adolorido, maltratado por los fuegos invasores, por la imposición de otros dioses, vive bajo las cruces, vibra en volcanes, baila en los pasos, suda en la siembra, habita el presente y dice desde antes y desde siempre, el abrazo del mundo.
“Vendrá de lo alto el gran cortejo de lava. / El aire inerte se cubrirá de ceniza. / El mar de fuego lavará la ignominia, / se hará llama la tierra y lumbre el polvo. / Entre la roca brotará una planta. / Cuando florezca volverá la vida / a lo que convertimos en desierto de muerte”.
Si desea leer el artículo completo vaya a:
http://cultural.argenpress.info/2010/05/jose-emilio-pacheco-fabulador-del.html

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