una especie en vías de extinción- “leer es muy común en el metro y cada vez veía menos y menos libros impresos-, el lector parapetado tras el volumen en tapa dura o edición de bolsillo, atento al mundo que toma forma en su imaginación. La exposición que recoge este trabajo se llama, lógicamente, El último libro.
“Es muy interesante la combinación entre
una cara y un libro, además de la postura corporal”, contesta en un
correo electrónico, “ya que siempre sacas conclusiones, como alguien que
no esperabas leyendo un título determinado o pensar que, si está
ocultando la portada, está con 50 Sombras de Grey”. Aclara que
cierta gente ve el libro como “una pieza de ropa, con la que mandar un
mensaje”, como algunos que “no les importaba ser fotografiados, pero con
uno diferente al que llevaban”.
En sus imágenes, entre el ecosistema de
iPhones, Kindles y Samsungs, surge una mujer rubia, con cara de
disgusto, viajando por la saga de Ender del controvertido Orson Scott
Card. En otra, una lectora de 100 años de soledad de Gracia Márquez se enfrenta, espalda contra espalda, con Anthem,
de la egoísta racional y musa del neoliberalismo Ayn Rand. Murakami,
Austen, Voltaire… “Fue muy difícil encontrar a Philip Roth, es mi
escritor favorito y tardé bastante en verlo”.
Pero, ¿tiene ventajas tiene leer en
libro físico sobre uno digital en el ambiente suburbano o es solo una
forma de romanticismo, de resistir el paso del tiempo? Es innegable que
los e-book suponen una enorme ayuda para la espalda. Ir cargando por ahí una edición completa deGuerra y paz en
la mochila puede ser malo para la salud, así como sujetarlo mientras el
vagón va dando vaivenes. Por otro lado, si con esos meneos el
dispositivo electrónico se va al suelo, lo más probable es que se rompa,
pero si lo hace el enorme volumen con la historia de los Bolkonsky y
los Rostov, el damnificado será el pie de un viajero.
El libro es, además, un objeto con una navegabilidad increíble, con
el índice marcando los capítulos y los contenidos. Se demuestra en que
años después, en un libro amado, el lector es capaz de encontrar esos
pasajes que le encandilaron simplemente abriendo el libro, algo que con
un aparato electrónico se antoja mucho más complicado. Además, tienen
esa increíble capacidad de no necesitar energía eléctrica. En un
trayecto de una hora al final de la jornada laboral, una edición de
bolsillo de John le Carre nunca se cerrara sola, pero su versión
electrónica puede quedarse sin batería.Otro punto a favor, al menos para los posturitas, es como apuntaba Gerritsen mandar un mensaje. En la pantalla de tu libro electrónico nadie puede distinguir entre Harry Potter y Orgullo y Prejuicio, pero es cierto que si lees en smartphone y se va la luz del metro, podrás seguir con tu lectura. Eso puede volverse en tu contra, por el llamado Síndrome de Fatiga Visual y los todavía desconocidos efectos a largo plazo puede tener pasarse todo el día mirando una pantalla retrolimuninada.
Al preguntarle que ventajas puede tener
un libro real el electrónico, Gerritsen asegura no tener ni idea. No se
define a si mismo ni de un lado ni de otro, sino como un “fotógrafo del
metro” al que le sorprende que se lea con tanta frecuencia la Biblia y
Suzanne Los Juegos del Hambre Collins.
Agencias/ La Radio del SurFuente: http://laradiodelsur.com.ve/2015/01/22/un-fotografo-rinde-homenaje-a-los-lectores-en-el-metro-de-nueva-york/
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