Quienes desean promover a Nadine Heredia a la presidencia en el
2021 deberían animar una candidatura de la alcaldesa Susana Villarán a
la reelección. Puede discutirse las diferencias en capacidad o perfil
políticos, o los siete años que median entre los dos momentos. Pero hay
allí varios cordones umbilicales, por tanto intereses confluentes.
Si un argumento fuerte pro-Heredia es la conveniencia de que una
mujer finalmente llegue a...
Palacio, como razonablemente viene sosteniendo Mario Vargas Llosa, entonces la carrera política de Villarán de aquí en adelante es vital para ese propósito. Es, después de todo, la primera mujer elegida a la alcaldía de Lima, y luego confirmada en ella.
La posibilidad de que Villarán pierda esa elección en octubre no debe ser un disuasivo. Aun en ese caso ella quedará como la figura de la izquierda con mayor capacidad demostrada de reunir votos. Que esa figura sea una mujer algo querrá decir para los tiempos que vengan, ciertamente un triunfo para el argumento femenino. No hay que mirar, pues, solo la rosa; también el rosal.
En términos de cómo está rayada la cancha política del 2016, y previsiblemente la del 2021, Heredia y Villarán están dentro del mismo cuadrante. El gobierno entendió esto cuando ayudó a la alcaldesa en lo que pudo, que no fue mucho, a la hora de la revocatoria. La alianza en ciernes Fuerza Social-Acción Popular va en parecida dirección.
Nada de esto significa que Heredia y Villarán deban asumir una actitud siamesa, sino más bien que quien necesita ayuda en esta coyuntura es la segunda, que esa puede ser una forma de ayudar a la primera. Algo que dependerá mucho de la disposición y la capacidad de Villarán y del centro político para establecer alianzas.
Una sociedad Fuerza Social-Frente Amplio solo tendría sentido como parte de un esquema más amplio, donde el radicalismo esté contrabalanceado por el centrismo. Incluso lo del Frente Amplio debería ser pensado dos veces, puesto que este aloja a los sectores desencantados de y enemistados con la pareja presidencial.
Para las futuras conformaciones electorales rivales del Apra, el fujimorismo y los grupos que orbitan en torno, mantener activa la figura de Villarán es también construirse un aliado, no importa de qué tamaño, para el 2016 y más allá. Permitir que ella sea sacada de carrera por la extrema derecha parece un pésimo ajedrez político.
El argumento de algunos sectores en el sentido de que la candidatura reeleccionista de Villarán sería peligrosa, pues el electorado es impredecible sugiere dudas acerca de la invencibilidad de Luis Castañeda, o por lo menos acerca de que él pueda ganar por avalancha. Motivos adicionales para romper una lanza por Villarán.
Palacio, como razonablemente viene sosteniendo Mario Vargas Llosa, entonces la carrera política de Villarán de aquí en adelante es vital para ese propósito. Es, después de todo, la primera mujer elegida a la alcaldía de Lima, y luego confirmada en ella.
La posibilidad de que Villarán pierda esa elección en octubre no debe ser un disuasivo. Aun en ese caso ella quedará como la figura de la izquierda con mayor capacidad demostrada de reunir votos. Que esa figura sea una mujer algo querrá decir para los tiempos que vengan, ciertamente un triunfo para el argumento femenino. No hay que mirar, pues, solo la rosa; también el rosal.
En términos de cómo está rayada la cancha política del 2016, y previsiblemente la del 2021, Heredia y Villarán están dentro del mismo cuadrante. El gobierno entendió esto cuando ayudó a la alcaldesa en lo que pudo, que no fue mucho, a la hora de la revocatoria. La alianza en ciernes Fuerza Social-Acción Popular va en parecida dirección.
Nada de esto significa que Heredia y Villarán deban asumir una actitud siamesa, sino más bien que quien necesita ayuda en esta coyuntura es la segunda, que esa puede ser una forma de ayudar a la primera. Algo que dependerá mucho de la disposición y la capacidad de Villarán y del centro político para establecer alianzas.
Una sociedad Fuerza Social-Frente Amplio solo tendría sentido como parte de un esquema más amplio, donde el radicalismo esté contrabalanceado por el centrismo. Incluso lo del Frente Amplio debería ser pensado dos veces, puesto que este aloja a los sectores desencantados de y enemistados con la pareja presidencial.
Para las futuras conformaciones electorales rivales del Apra, el fujimorismo y los grupos que orbitan en torno, mantener activa la figura de Villarán es también construirse un aliado, no importa de qué tamaño, para el 2016 y más allá. Permitir que ella sea sacada de carrera por la extrema derecha parece un pésimo ajedrez político.
El argumento de algunos sectores en el sentido de que la candidatura reeleccionista de Villarán sería peligrosa, pues el electorado es impredecible sugiere dudas acerca de la invencibilidad de Luis Castañeda, o por lo menos acerca de que él pueda ganar por avalancha. Motivos adicionales para romper una lanza por Villarán.
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