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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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jueves, 24 de octubre de 2013

Muchas manos en un plato: “Eudocio Ravines, el otro revolucionario”,



Sobre cómo la CIA intervino –con nombres y apellidos- en la edición, traducción y publicación de "La Gran Estafa", el emblemático libro de memorias de Eudocio Ravines
En verdad, una sucia corriente es el hombre. Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro.
Friedrich Nietzsche, "Así habló Zaratustra"
En su reciente artículo “Eudocio Ravines, el otro revolucionario”, el periodista Paul Laurent, director de...
la revista virtual Altavoz, intentó recuperar para la derecha la figura del político y periodista peruano, sin duda alguna el operador político más controvertido de la historia política de nuestro país.
Confrontarse con Ravines es una tarea absolutamente necesaria. Sin incluir a Ravines en sus páginas, es imposible entender la historia política del Perú del siglo XX. Deportado cinco veces por cuatro presidentes peruanos, sospechoso de haber estado involucrado de manera directa o indirecta en por lo menos tres golpes de estado en el Perú -y de uno más en el extranjero-, su figura ácida y rutilante aparece por doquiera que uno escarbe en los anales históricos del siglo XX, conspirando, denunciando, polemizando. Escaldando y sacando de quicio. Pero también escribiendo con prosa magistral y enciclopédica libelos y obras maestras –a veces libelos que eran obras maestras-, pues Ravines veía la escritura como un campo de batalla que se libraba con las armas de la retórica, blancas y de fuego, en que no era válido tomar prisioneros.
Ravines tuvo, además, una relación estrecha y dramática con cada uno de los protagonistas más importantes e influyentes del siglo XX en el Perú. Simpatizante inicial del APRA, fue él quien redactó las páginas de su documento fundacional “¿Qué es el APRA?”, que Haya se apropió luego graciosamente incluyéndolo en su El antiimperialismo y el APRA. Cuando Haya y Mariátegui rompieron palitos, Ravines tomó partido por el segundo, quien hizo todo lo posible por traerlo de Europa al Perú, hasta el punto de hacer incluso una colecta para él. A su regreso, Mariátegui le dejó las riendas de su flamante Partido Socialista, mientras preparaba el terreno para sus planes de viajar a la Argentina a hacerse un largo tratamiento y concentrar sus esfuerzos en la conversión de Amauta en una verdadera revista cultural continental (léase la magistral La Agonía de Mariátegui de Alberto Flores Galindo). Cuando el Amauta murió, en una decisión que ha ocasionado ríos de tinta, Ravines rebautizó el Partido Socialista como Partido Comunista, siguiendo los designios de la Internacional Comunista, de la cual era operador político encubierto (o no tanto). Los años treinta remecerían golpe a golpe sus convicciones y a fines de la década acabaría desengañado del comunismo. La ruptura se consumó con su expulsión simultánea de los Partidos Comunistas del Perú y Chile a inicios de los cuarenta. A partir de lo cual Ravines se convertiría en ferviente anticomunista. Y en agente de la CIA.
Este es justamente el problema del ensayo de Laurent. No solo se limita a repetir información aparecida en El Deportado, biografía hagiográfica de Federico Prieto, y en La Gran Estafa, libro de memorias de Ravines, sin tomarse el trabajo de contrastar su veracidad con otras fuentes: las versiones que Ravines ha dado sobre muchos de los hechos que relata deberían ser cuestionadas, confrontadas y debatidas, pues algunas de ellas han sido claramente inventadas (el episodio de su encuentro con Mao, por ejemplo).
Pero el verdadero problema del artículo de Laurent es que toma como simples rumores la afirmación de que Eudocio Ravines trabajó para la CIA -Laurent dice que  simplemente que “fue la manera predilecta de atacarlo”-, cuando este es un elemento insoslayable en cualquier valoración del personaje.
A la espera de un trabajo de largo aliento que señale puntualmente la relación entre Ravines y la CIA, me propongo demostrar aquí -con nombres y apellidos- la participación directa de la Compañía en la edición, traducción y publicación de The Yenan Way, la versión en inglés de La Gran Estafa, el libro de defección comunista más influyente escrito en español, así como la colaboración de Eudocio Ravines con la CIA durante este proceso. Una participación sobre la cual no queda, le pese a quien le pese, absolutamente ninguna duda.  
En primer lugar, es necesario hacer una aclaración. Se suele asumir que The Yenan Way (TYW), publicado en 1951, es simplemente la traducción al inglés de La Gran Estafa (La penetración del Kremlin en Iberoamérica) (LGE), publicado en 1952. No es así. TYW es una versión drásticamente editada de LGE. Ahora bien, TYW fue publicada en 1951 y LGE en 1952, a pesar de que el libro en castellano es materia prima del libro en inglés y a todas luces ha sido escrito primero. Los cambios y recortes editoriales de LGE hacia TYW privilegian un estilo más directo y menos lírico en la estructura y el contenido. Da prioridad a los aspectos de la biografía de Ravines que pudieran tener importancia propagandística, en desmedro de aquellos de corte personal, y pone en segundo plano información sobre personajes y ambientes locales, que no son consideradas interesantes para el lector norteamericano, el principal destinatario de TYW. Por otra parte, existe una preocupación clara en fechar los eventos en TYW, que no existe en LGE.
El deportado, la única biografía realizada sobre Eudocio Ravines hasta la fecha, señala que, más o menos por el tiempo en que Odría lo deportó, el 5 de abril de 1950, el prominente periodista peruano Pedro Beltrán, con quien Ravines había entablado una íntima amistad, le sugirió que escribiera un libro contando sus experiencias. Ravines, señala Prieto, le dijo a Beltrán que “no sap[ía] cómo imprimirlo”. Y Pedro Beltrán le respondió que “conoc[ía] editoriales norteamericanas que podían ayudarlo”. Y, colorín y colorado, gracias a los contactos de Beltrán, la editorial Scribner’s, basada en Nueva York y una de las más antiguas de Estados Unidos, publicó el libro traducido al inglés.
Este relato de cómo ocurrieron los hechos es, por decir lo menos, bastante incompleto.
La versión de que hubo algún tipo de intervención de Pedro Beltrán en la gestación del libro se confirma con las informaciones proporcionadas por Magdalena Chocano en su interesante ensayo “Memorias de un tránsfuga: meditaciones estéticas y guerra fría en el testimonio de Eudocio Ravines”. En él, la historiadora peruana aborda, entre otras muchas cosas, los entretelones de la escritura, edición, traducción y publicación de TYW por Scribner’s.
Una de las fuentes principales de Chocano son los papeles y correspondencia de Joseph G. E. Hopkins, editor de Scribner’s, preservados en la sección de libros raros y manuscritos de la Biblioteca Lauinger de la Universidad de Georgetown, en Washington. Uno de ellos es un informe confidencial anónimo, escrito en inglés sobre el libro de Ravines. El informe, redactado de manera impersonal, solo adopta la primera persona para hacer el siguiente comentario: “No hay otro ejemplo de comunista converso en América Latina, que yo sepa”. El autor del informe agrega que el libro de Ravines presenta evidencias de la expansión de la conspiración comunista por América Latina. Da como referencias los nombres de dos personas: Pedro Beltrán y Francis Adams Truslow. Y afirma que si a Hopkins le interesa publicar el libro, debe telefonear inmediatamente a Truslow, pues para publicarlo existen fondos “fuera de toda sospecha”.
Con qué objetivo y en aras de qué se dio el nombre de Beltrán como referencia, no lo sabemos, pero era un nombre de peso. Beltrán había sido embajador del Perú en los Estados Unidos entre 1944 y finales de 1945. En 1945 había sido representante del Perú en la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas. En 1947 había asumido la presidencia del diario La Prensa, después del asesinato de su director Francisco Graña Garland. Y, después de haber apoyado el golpe de estado de Odría en 1948, había renunciado a su puesto de director de Banco Central de Reserva cuando Odría deportó a Ravines, su íntimo amigo y compañero de batallas en La Prensa.
Francis Adams Truslow, por su parte, era un prominente abogado internacional y personaje multifacético. Alpinista aficionado y abogado graduado de la Escuela de Leyes de Yale y Harvard, había administrado un programa de desarrollo del caucho en el Brasil durante la Segunda Guerra Mundial, para luego convertirse en Presidente de la Rubber Development Corporation. Luego, como abogado de Wall Street, llegó a ser Presidente de la Bolsa de Nueva York (1946). Trabajó para el gobierno de Liberia una Reforma al Código Marítimo y una Reforma a la ley de Corporaciones, cuyos detalles fueron publicados en 1949. Y presidió una misión del Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento enviada hacia Cuba, que publicó a inicios de 1951 un informe sobre la situación economía cubana.
Sin embargo, la faceta suya que nos interesa es otra. Truslow era a inicios del año 1950, tesorero de la American Committee on United Europe (ACUE). Esta entidad norteamericana, creada en 1948 con la finalidad de contrarrestar la amenaza soviética por medio de la promoción de una Europa unida, era, tal como lo muestran estudios inspirados en documentos desclasificados de la CIA, una organización “tapadera” de la Compañía. En su calidad de tesorero, Truslow tenía acceso directo a aquellos fondos “fuera de toda sospecha” para financiar la publicación de TYW (1951), de que hablaba el autor del informe anónimo.
“Truslow parece ser el intermediario fundamental en esta empresa [de publicar The Yenan Way]”, señala Magdalena Chocano, “pues posteriormente J. G. E. Hopkins, editor de Scribner’s and Sons, le escribió enviándole un capítulo traducido que había sido revisado con gran cuidado por él mismo y otros editores, y le pide su opinión sobre detalles muy precisos sobre la traducción”. Sin embargo, muy probablemente no vio el libro terminado. Truslow murió de un infarto cardiaco a mediados de 1951, a la edad de 45 años, durante un viaje en avión a Brasil, donde había sido enviado para dirigir un programa de asistencia. Curiosamente, el Museo de Historia Natural de Nueva York organizó a fines de ese mismo año una exposición póstuma en su honor, llamada “Hombres de Montaña”, que la revista The New Yorker, en su edición del 8 de diciembre de 1951, reseña como “una reflexión sobre la vida india primitiva, aún existente en lugares remotos de la selva tropical del norte oriental del Perú y el este boliviano”.
En su intercambio epistolar con Truslow, Hopkins le solicitó tener contacto directo con el traductor del libro. Truslow accedió. A partir de entonces, Hopkins tuvo un nutrido intercambio epistolar con una tal Sue Vaillant, que afirmaba ser la persona encargada de traducir el libro.
Chocano especula sobre la identidad de esta misteriosa traductora, cuyo nombre no aparece en TYW, y de quien, según ella señala, no ha podido hallar ninguna otra traducción. Al principio piensa que es en realidad Suzannah Vaillant, arqueóloga y esposa del arqueólogo George C. Vaillant, especialista en civilización azteca. “Podría tratarse de ella”, dice Chocano, “pues existe una carta de J. G. E. Hopkins que se dirigió a Sue Vaillant bajo el nombre de su esposo ‘Mrs. G. C. Vaillant’ en Littleton, New Hampshire”. Federico Prieto, por su parte, afirma en El Deportado que Susana de Vaillant era la esposa del agregado cultural de la Embajada de Estados Unidos en Lima, pero esta versión no se sostiene, pues las discusiones epistolares sobrepasan largamente el terreno de una simple traducción. En la carta que Hopkins le dirige a nombre de su esposo, por ejemplo, se discute el título que debe llevar el libro: para Hopkins debe ser The Yenan Way, escogido frente a Llama meets Bear (Una llama al encuentro de un oso) o Inca and Komintern (El Inca y la Internacional Comunista).
Magdalena Chocano alude a otra posibilidad: que Sue Vaillant fuera un pseudónimo utilizado por el intelectual conservador norteamericano William Buckley. Se basa en la información aparecida en Spies and provocateurs: a worldwide enciclopedia of persons conducting espionage and convert action, 1946-1991, de Wendell Minnick. Según esta reputada enciclopedia, la CIA destacó a Buckley a México D. F. para que ayudara a Ravines en la edición de la obra y la tradujera al inglés.
En su autobiografía American Spy: My Secret History in the CIA (2007), Howard Hunt confirma esta versión. El nombre de este personaje puede sonar familiar pues tuvo participación directa en operaciones encubiertas de la CIA de muy alto nivel, como el golpe de estado al presidente Jacobo Arbenz, de Guatemala, en 1953, y el intento de invasión a Cuba por la bahía de Cochinos (o playa Girón), en 1961. Fue además un sospechoso formal de haber participado en trama del asesinato del presidente Kennedy en 1963. Después de dejar de trabajar para la CIA en 1970, Hunt estuvo directamente implicado en la introducción de micrófonos en la sede del Partido Demócrata a inicios de los setenta, que daría inicio a lo que sería conocido como el caso Watergate y terminaría con la destitución del presidente norteamericano Richard Nixon.
Hunt, quien en 1950 era agente encubierto de la CIA en la embajada de Estados Unidos en México, señala que la CIA se enteró de que Ravines, a quien identifica como un intelectual marxista chileno, estaba escribiendo un libro sobre los planes del comunismo de controlar el mundo. Había recibido información de que, si bien había ayudado a instalar el régimen del Frente Popular en Chile, se había desencantado de la ideología comunista. Y lo contactó y lo puso a vivir bajo un alias en Ciudad de México. “Sentí que este era un gran proyecto digno de Bill Buckley, a quien le asigné la tarea de ayudar a Ravines a terminar el libro”, dice Hunt.
Bill Buckley, que llegaría a ser muy popular en los Estados Unidos en las décadas de los sesenta y setenta por Firing Line, su programa de televisión de debate político y cultural –sus contiendas verbales con Gore Vidal y con Noam Chomsky son legendarias-, trabajó para la CIA a inicios de los años cincuenta. Su principal “encargo” durante su brevísimo tiempo como agente fue trabajar en el libro de Ravines. El mismo Buckley cuenta los detalles del trabajo en el prólogo que escribiera a American Spy de Hunt, y que fuera publicado en forma de artículo en Los Angeles Times.
“Conocí a Howard Hunt inmediatamente después de llegar a Ciudad de México en 1951. Yo era un agente encubierto secreto (deep cover agent) de la CIA. Los miembros de la categoría de agente encubierto secreto tenían, se me dio a entender, extremo cuidado en no permitir que nadie sospechara que estaban al servicio de la CIA”.
“La regla era […] que, al llegar a un puesto de destino, a uno se le informaba cuál era la única persona en la ciudad que sabía que estabas en la CIA. Esa persona te decía qué hacer durante el periodo de tu servicio en esa ciudad; él respondería a las preguntas que le hicieras; y él se ocuparía personalmente de todos los aspectos de tu vida como agente”.
“La persona a quien se me dijo que me reportara –por alguien cuyo nombre verdadero jamás conocí- era Howard Hunt. Howard estaba trabajando para el Departamento de Estado en la embajada mexicana en calidad de consejero de asuntos culturales. […]”
“Pronto supe que mi principal trabajo sería traducir del español el enorme e importante libro del defector Eudocio Ravines. [...] [Ravines] había traído consigo [a México] un libro llamado The Road from Yenan, un recuento autobiográfico sobre su fascinante vida al servicio de la revolución comunista y una larga narración de las razones de su defección”.
Buckley, hay que decirlo, estaba perfectamente capacitado para traducir del español al inglés. Su familia había estado vinculada al negocio del petróleo en México durante su niñez, y él mismo había vivido en México durante los primeros años de su vida, por lo que su manejo del español era por lo menos muy fluido.
“Era un trabajo con mucho tiempo libre”, añade Buckley, “para el que no se nos dio un plazo preciso, así que el trabajo se fue demorando durante y después de las visitas, que ocurrían un promedio de una vez por semana, de Ravines a la casa en que mi esposa y yo vivíamos, en una región [de Ciudad de México] que se llamaba San Angel Inn –en un lugar que después de la revolución se empezó a llamar Villa Obregón”. La casa estaba situada en Calero No. 91.
Durante esa época, entre 1950 y 1951, Buckley regresó a los Estados Unidos, pues su carrera como escritor despegaba gracias al éxito de su libro God and Man at Yale, publicado en 1951. Volvió a México un año después para terminar el proyecto del libro de Ravines y cerrar su etapa como agente de la CIA. Su amistad con Hunt se mantendría hasta la muerte de este último, en 2007.
“Bill cumplió de manera brillante la misión”, dice Hunt, “y Scribner’s aceptó la traducción al inglés meses después”.
La intervención directa de la CIA en la publicación de TYW fue revelada en 1977 por The New York Times en un extenso reportaje sobre la red de propaganda creada por la CIA a nivel mundial. Howard Hunt la ha reconocido. William Buckley la ha reconocido. Ravines, sin embargo, que nosotros sepamos, jamás la aceptó.
Un elemento muy interesante que aparece en la correspondencia entre Hopkins y “Sue Vaillant” es la mención al político Norman Thomas. En una de las cartas que “Sue Vaillant” dirige a Hopkins, le comenta el deseo, que atribuye a Ravines, de que TYW cuente con un prólogo escrito por Thomas.
Thomas es una figura sui generis en la vida política de los Estados Unidos. Seis veces candidato presidencial por el Partido Socialista, sus posturas pacifistas con frecuencia colisionaron con la beligerancia del resto de la clase política norteamericana (y, hay que decirlo, de la psique colectiva estadounidense). Se opuso al ingreso de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial y, hasta el ataque de Pearl Harbor, en la Segunda. Ahora bien, luego fue una de las pocas figuras políticas en oponerse a la implementación de campos de concentración de japoneses en los Estados Unidos, promulgada por Roosevelt. Hizo campaña en contra de la segregación racial, de la devastación del medio ambiente, y de las leyes y prácticas en contra de los trabajadores en general, cuando nada de esto era popular. Fue un pionero en lo referente al control de la natalidad y no dudó en enfrentarse a la Iglesia Católica por sus actitudes conservadoras al respecto. Era un liberal avant la lettre, que nunca concedió en sus posiciones con fines electorales.
Thomas fue además presidente de la sección norteamericana del Congreso de la Libertad Cultural, una organización que, muy probablemente sin que él lo supiera, era también financiada por la CIA.
En una carta de “Sue Vaillant” a Hopkins, “Vaillant” afirma que un prólogo de Thomas a TYW “daría prestigio a Ravines en Sudamérica “entre los liberales”” (estoy citando la cita de Magdalena Chocano, pues no he tenido acceso directo a las cartas). Hopkins le respondió diciendo que Thomas había leído las pruebas de galera de TYW y tenía interés en escribir el prólogo, pero que antes de hacerlo quería saber más sobre su autor. La correspondencia prosiguió en una y otra dirección –en una de sus cartas, “Sue Vaillant” incluso le escribió a Hopkins pidiéndole que le dijera a Thomas que había votado por él-, pero, o Thomas finalmente no escribió el texto introductorio que se le solicitaba, o este no se publicó.
Esta mención de Norman Thomas en la correspondencia confirma que “Sue Vaillant” era en realidad William Buckley. A pesar de tener ideas contrapuestas en muchos sentidos, William Buckley admiraba a Thomas, a quien consideraba un hombre consecuente y un oponente intelectual de valía. Es sintomático que, para inaugurar su programa televisivo de entrevistas Firing Line, que vio la luz en 1966, eligiera como primer invitado justamente a Norman Thomas.
A partir de lo anterior, se puede establecer algunas conclusiones sobre la participación de la CIA en TYW (1951).
1.- Hunt señaló que la CIA recibió la información de que Eudocio Ravines estaba escribiendo un libro de memorias sobre su experiencia comunista (o ya lo había terminado). Poquísimas personas sabían de ello. Y, entre ellas, poquísimas tenían contactos de alto nivel con funcionarios de inteligencia norteamericanos. Una de estas personas, Pedro Beltrán, figura además como una de dos referencias en el informe anónimo sobre TYW dirigido a J. G. E. Hopkins. Es muy razonable, en consecuencia, sospechar que quien dio a la información a la CIA del proyecto de Ravines y lo puso en contacto con la Compañía fue Pedro Beltrán.
2.- Quien dispuso la traducción al inglés, publicación y distribución de TYW fue E. Howard Hunt, consejero de asuntos culturales de la embajada de Estados Unidos en México y agente encubierto de la OPC (Office of Policy Coordination). Esta entidad era una organización de operaciones de guerra psicológica y acciones encubiertas, que se fusionó con la CIA en 1951.
3.- Quien tradujo al inglés y editó TYW fue William Buckley. Buckley trabajó de manera directa con Ravines en la traducción y edición de TYW. Con ese fin, ambos se reunían a razón de una vez por semana en la residencia de Buckley en México D. F.
4.- El intermediario de las negociaciones editoriales con la editorial Scribner’s and Sons era Francis Adams Truslow, quien parece haber proporcionado el dinero para financiar la publicación del libro. No hay evidencia, pero es legítimo sospechar que la financiación provino de la American Committee for United Europe (ACUE), donde Truslow trabajaba como tesorero, y que era una tapadera de la CIA para financiar publicaciones afines a Occidente, en el marco de la guerra psicológica y propagandística de Estados Unidos contra el comunismo.
5.- Muy probablemente J. G. E. Hopkins sabía que "Sue Vaillant", la "traductora", era en realidad el nombre falso de un agente de la CIA y se prestó al juego. Por el informe que había recibido de su informante anónimo, sabía que había una fuente de dinero "fuera de toda sospecha" que financiaría la publicación. Por otra parte, no era algo necesariamente escandaloso ser invitado a colaborar con el gobierno a inicios del año 1950, cuando la CIA aún no se había forjado la reputación que llegaría a tener, y podía apelarse al sentimiento patriótico de los norteamericanos para pedir su colaboración, aún más si esta involucraba beneficios económicos. (Léase al respecto el extraordinario estudio de Francis Saunders Who Paid the Piper: CIA and the Cultural Cold War, que tiene traducción al castellano: "La CIA y la guerra fría cultural").
La relación de Ravines con Buckley no terminaría con la publicación del libro. Aunque no hay ningún artículo firmado por él, el nombre de Buckley aparecerá en el consejo editorial de Vanguardia (segunda etapa), revista dirigida por Eudocio Ravines, entre 1957 y 1958. A partir de 1958 Vanguardia dejará de incluir el cuadro con su consejo editorial, y en consecuencia dejará de mencionar a Buckley.
Por otra parte, la última esposa de Ravines, que lo acompañó entre 1969 y 1978, nos ha revelado en entrevista personal que la relación entre Buckley y Ravines se mantuvo por lo menos durante estos años, en que ambos se veían esporádicamente en México.
La señora Ravines nos ha revelado también que Howard Hunt y Ravines se veían con muchísima frecuencia entre 1969, año de la llegada de Ravines a México, y 1970, pero que a partir de entonces los encuentros entre ambos cesaron casi por completo. En 1970, hay que mencionarlo, Hunt se jubiló de la CIA.
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Tal como dijimos al inicio de este artículo, ya llegará el tiempo en que la historia revele exhaustivamente los contactos de Ravines con la CIA, absolutamente demostrables, y la naturaleza puntual de estos. Entretanto, es necesario subsanar el olvido absolutamente injusto que padece su obra intelectual. No sólo La Gran Estafa (1952) fue un libro brillante e influyente. Aunque de corte muchísimo más político, también lo fueron América Latina: Continente en Erupción (1956) y La Gran Promesa (1963). Por supuesto, también hay que leer Rescate de Chile (1973), su feroz defensa del golpe de estado contra Allende, que repite sospechosamente la argumentación de la CIA para apoyar el golpe, y tiene información de sospechosa primera mano.
Hay que aprender a digerir la vida y la obra de Ravines. Ser consciente de que el bocado -que el banquete- viene con espinas y que puede estar envenenado, pero que es absolutamente necesario introducirlo en nuestra boca. Masticarlo. Tragarlo. Asimilarlo. Sea maná, revoltivo o medicina. O todo al mismo tiempo.

Fuente: http://elespiadelinca.lamula.pe/2013/10/24/muchas-manos-en-un-plato/rafaeldumett/

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