Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer... *-* "Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin) *-*
jueves, 4 de julio de 2013
5 metros de eternidad
Recuerdo del poeta peruano Carlos Oquendo de
Amat quien vivió apenas 30 años pero nos dejó un libro trascendental que
retrata su existencia poética brillante, intensa y ejemplar
“Tu nombre viene lento como las músicas humildes”. -Carlos Oquendo de Amat.
La
existencia más desgarradora de un poeta peruano la vivió en sus cortos
30 años Carlos Oquendo de Amat. (Puno, 1905 - Guadarrama, 1936). Qué no
le pasó. Qué no le hicieron. De 1973 es una foto donde aparecen los
poetas Jorge Pimentel y Arturo Corcuera frente a su tumba en España. El
retrato tiene el signo del dolor, como si debajo de la tierra, Oquendo
siguiese sufriendo. Y supongo que ese tormento continúa hasta... la fecha.
No obstante, está vivo. Y no dudo en afirma que su tiempo, los años
1927-1928, es el tiempo de la conformación de la literatura peruana
contemporánea. Tres son sus pilares, Oquendo de Amat en poesía, Martín
Adán en poesía y José Carlos Mariátegui en ensayo. Fecha del apogeo del
vanguardismo peruano y de la esfera hispánica de las vanguardias.
Oquendo
de Amat vivió entre las ciudades de Puno, Moho, Juli, Arequipa y Lima.
Así, fue un adelantado desarriado. Socialista, amigo de José Carlos
Mariátegui, Martín Adán, José María Eguren y Alberto Guillén, a los 19
años lee a Rimbaud, Mallarme y los poetas ultraístas españoles: De ahí
sus versos “desde el tranvía/ el sol como un pasajero/ lee la ciudad”.
Hace uso de la libertad para la imaginación y conquista de espacios
necesarios para la expresión no solo vanguardista sino también de la
época. Luego se hace un fanático del cine pero en ninguno de sus
trabajos –de amanuense o profesor--, recibe un salario moderado. Así
vivía ajustado, durmiendo en pensiones o casa de sus amigos. De su
alimentación ni hablar, su dieta, un par de Chancay y su Agua de tilo y
sin repetición. Sin embargo, le sobraba energía para poesía, la chilla,
el hormonal espíritu para la revuelta.
Carlos Oquendo de Amat
A
los 13 años murió su padre. Más que sorpresa había comenzado sus
desgracias. Así supo del hambre, el más jodido. Luego fallece su mamá y
todo se derrumbó. Aquella que era una mujer bellísima terminó sus
últimos años en las garras del alcoholismo y otras enfermedades. Pero
Oquendo de Amat no dejó de escribir poesía. Estando en La Paz Bolivia lo
meten preso dizque por sus ideas políticas pero ya en 1932 lo nombran
responsable en Arequipa del partido que fundara Mariátegui. Así se
enfrenta a las feroces dictaduras militares de Luis Sánchez Cerro y
Oscar Benavides. En 1934 es desterrado a Panamá. Luego viaja como
polizonte a Costa Rica y México. Para sus amigos peruanos el poeta había
desaparecido. Pero de pronto llega una carta donde cuenta que
necesitaba viajar a Europa. Entonces lo ayudan. Le envía dinero y así
parte a Francia. Oquendo quería defender la Republica Española en plena
Guerra Civil. Pero su vida está marcada por el infortunio. Atacado de
tuberculosis, apenas podía caminar. No obstante, viajó a España a
enrolarse en las tropas republicanas. Fue imposible, su cuerpo había
perdido su otra guerra, la interior. En estado de delirio, cuentan,
falleció el 6 de marzo de 1936 en el hospital de Navacerrada. Afuera,
comenzaban a oírse las primeras explosiones de la sangrienta Guerra
Civil Española.
¿Y cómo era Oquendo? Alberto Tauro nos dice:
"Recuerdo a Carlos Oquendo de Amat como un personaje singular,
inconfundible. De mediana estatura, delgado; sus hombros caídos
afectaban una compleja actitud, que por igual trasuntaba cansancio o
timidez; y siempre lucía pulcramente, aunque su atuendo mostraba las
huellas del uso... A todos era evidente que su vida cotidiana
transcurría entre dificultades. Muchos la reputaban desordenada, y más o
menos envuelta en los delirios artificiales de la bohemia; otros se
limitaban a juzgar que había algún misterio en su falta de ubicación
precisa, así como en el nimbo trashumante de sus apariciones y
ausencias". “Cinco
metros de poemas” fue el único libro publicado por Oquendo de Amat en
1927. La obra sorprendió a todos. Se trataba de un conjunto de poemas de
intensos versos (escritos entre 1923 a 1925) publicados en una sola
hoja plegada en un listón que debía, según su consejo, leerse “como
quien pela una fruta”. Para mucho parecía una rollo de papel higiénico
de los de ahora o un contómetro de 24 centímetro de ancho y que a lo
largo medía 5 metros y 16 centímetros en aquella primera publicación de
la Editorial Minerva. Como todo lo bueno. Los señorones de la crítica
ocultaron el libro aduciendo que se trataba de una chifladura. Así fue
olvidado por décadas y hoy se le considera entre los más importantes
libros de las vanguardias mundiales y a Oquendo de Amat como un poetas
magistral. Todavía resuenan las palabras del joven Mario Vargas Llosa
quien lo se inspiró en el poeta para su famoso discurso: "La literatura
es fuego" con ocasión de agradeciemiento al recibir el premio Rómulo
Gallegos de 1967. Dijo esa vez nuestro Nobel: “Hace aproximadamente
treinta años, un joven que había leído con fervor los primeros escritos
de Breton, moría en las sierras de Castilla, en un hospital de caridad,
enloquecido de furor. Dejaba en el mundo una camisa colorada y "Cinco
metros de poemas" de una delicadeza visionaria singular".
Quienes
no conocen la biografía de Oquendo de Amat se equivocan al afirmar que
su cosmopolitismo proviene de una serie de lecturas o de fotos de
ciudades europeas. No, su cultura universal le viene por la vía de su
padre. “No es nada novedoso entonces que un hijo inteligente con un
padre que vivió en París ampliara en su juventud sus imaginarios viajes
y nombrara ciudades como Nueva York, Viene, Amberes, lo que además,
confirma que el padre le suministró una información fresca y permanente
de su estadía en Europa” (JLA). Oquendo no es pues el provinciano
hambriento que deambula por el Mercado Central de Lima, es más bien un
poeta que a través de su imaginación estuvo en varios lugares a la vez,
virtuosismo cosmopolitano en el que expresa su visión del mundo
mediante el cual la magia de la poesía, lo hace posible viajar sin
siquiera dar un paso.
Oquendo fue un peruano singular. Sí, como
advierte Tulio Mora, este es el país de las grandes oportunidades
perdidas y sus mejores hombres son inválidos o los asalta la muerte
prematura: Mariátegui, Oquendo de Amat, Vallejo, Heraud, Arguedas,
Flores Galindo, Javier Diez Canseco. Ese sino es permanente en las
letras peruanas. Es sabido que el padre del poeta, el médico Carlos
Oquendo Álvarez, instaló su consultorio en ese inmueble y que en otra
época sirvió también como los talleres del periódico “El Siglo”. Pero
aquí viene la cosa. Como me contó el también poeta puneño, José Luis
Ayala, quien mejor conoce la vida y obra de Oquendo. “Que el Dr. Oquendo
había enfrentado a terratenientes locales y al clero reaccionario
quienes lo tildaron de ser un liberal doctrinario y masón confeso. Así
lo atacaron, vejaron y hasta mandaron quemar el local. Por aquella
razón, en 1908, el médico Oquendo y toda su familia se ve obligado a
abandonar Puno”. Pero quién es Carlos Oquendo de
Amat y por qué tanto alboroto. Simple, es nuestro poeta vanguardista por
antonomasia. Escribió un solo libro descomunal de solo 18 poemas. Sus
analistas consideran que es: “un libro tan vivo y actual, lúcido y
torrencial, cineástico y sintético que sigue irradiando su sobrecogedora
belleza”. Es pues un libro acordeón y con música callada incluida. Con
páginas desplegables horizontalmente, que se extienden como una
película. Bien, ahora que sabemos de su enorme trascendencia estoy
seguro que su obra influyó definitivamente en el “Pez de Oro”, la
descomunal novela-río de Gamaliel Churata, otro escritor monumental de
la zona del Alto Perú. Cierto y no lo dudo. Y vaya, no es poca cosa.
Tengo
en mis manos la edición facsimilar publicado por la Municipalidad de
Lima en 1983 y con prólogo original de Alberto Tauro. Es un libro
entrañable, lo leo cuando estoy así o asá. En su tercera página el poeta
nos advierte: “abra el libro como quien pela una fruta”. Y es cierto.
Este breve ramillete de poemas estuvo olvidado largos años y fue gracias
a Carlos Meneses, Omar Aramayo, el mismo Ayala y a Mario Vargas Llosa
–preparó un hermoso discurso al obtener el Premio Rómulo Gallegos—que
dignificó una vida sobrecogida por la soledad y la miseria, que es hoy
un retrato mítico de la vida de un auténtico artista.
Los
mandarines de la burocracia cultural en el Perú han ignorado
olímpicamente la obra de Oquendo de Amat. Y ya lo dije, del Ministerio
de Cultura no hablo. Para huachimanes de momias, ya hay suficientes.
Pero me indigna esa falta de aprecio por la poesía que orquesta esa
costra del clan de los regios de la DBA enquistada en esas oscuras
oficinas donde, supongo, están cómodos los fantasmas de Kafka. La
Biblioteca Nacional mantiene su revista “Libros & Artes” y cumple.
¿Y el resto? Yo recuerdo publicaciones como “Cultura y pueblo” gracias
al esfuerzo de Arguedas y luego la revista “Textual”. Hoy solo trípticos
y del Qhapaq Ñan no pasan. Que Oquendo de Amat era un ilustre
desconocido para el canon de los poetas quisquillosos, es cierto. No
obstante, los esfuerzos por devolverle su potencia creadora existen pero
están enterrados en uno de los sótanos de ese elefante blanco de la Av.
Javier Prado.
De mi biblioteca no me regodeo. Hay lo justo y
necesario. Ahí, en un lugar protagónico luzco un libro: “Carlos Oquendo
de Amat” de los autores Omar Aramayo y Rodolfo Millas (Editorial Cultura
Peruana. Limas 2005). El pretexto es el homenaje al centenario del
nacimiento del poeta y contiene una selección de 19 textos de los
llamados ‘reputados’ publicados por aquí y por allá. Figuran el conocido
de Vargas Llosa y Rosa Arciniega junto a testimonios de los profesores
Tauro del Pino, José Varallanos, Emilio Adolfo Westphalen (entrevistado
por Milla), Aparecen también semblanzas del hallazgo de su tumba gracias
a Carlos Meneses, José Antonio Bravo, Esteban Pavletich, amén de los
críticos José Luis Ayala, Monguió, Coyné, Belli, Ortega y otros.
Termino, Oquendo de Amat dejó sus 5 metros de poemas. Hoy, nos queda sus
millones de poesías ilustradas por el resplandor del tiempo.
Arquitecto del universo
“Carlos no era un escritor ortodoxo.
Una vez le pregunté porque es que no había publicado otro libro. Me
contestó más o menos así, que la poesía para él era un trabajo de
alquimista, de arquitecto del universo, de una especie de viajero que en
muchos lugares iba escribiendo alguna palabra. Me sorprendí cuando me
dijo que no le interesaba la cantidad de libros y poemas que publicara
un poeta, lo importante es –dijo—‘los metros de poesía porque había
poetas que publicaban muchos poemas pero que su poesía alcanzaba unos
centímetros apenas. Le pregunté sobre los poetas puneños, especialmente
de Alejando Peralta, Dante Nava y Aurelio Martínez, sonrío y en su
sonrisa pude ver el hecho de abstenerse de opinar para no comprometerse
en un juicio valorativo. / Tal como se lo contó a Lizandro de Amat Machicao.
POEMA DE LA NIÑA Y DE LA FLOR
Sostengo dulcemente tu peso como brisa sobre una flor
bajará un ángel por tu forma la mañana
suena las golondrinas de los árboles
como cuando se caía la sortija de tu voz en el patio
a la orilla de tu piel hay un canto crecido
doy vuelta a mi pregunta la geografía es sentimental
inmersa en el estanque se abre tu sonrisa repetida
la Torre Eiffel a tu lado flor geométrica para los poetas puros. (Poema publicado en la revista Amauta, Lima, N° 20, enero 1929, pág. 56)
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