Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer... *-* "Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin) *-*
jueves, 25 de julio de 2013
Hijo de los truenos
A sus 93 años el poeta Leoncio Bueno sigue
escribiendo con su reconocido octanaje, vitalísimo y vitalicio, aunque
hoy, en lugar de musas, lo visiten los achaque y otras hierbas
En aquel tiempo, el poeta Leoncio Bueno era el jefe de
seguridad todo terreno del Diario de Marka, el periódico masivo que
fundaran las izquierdas en mayo de 1980. Y cuando uno llegaba de
madrugada, él estaba vigilante y atento en el asunto de las puertas.
Leoncio Bueno vivía y casi dormía en... el diario de la Av. Salaverry en
Jesús María. Zambo de solemnidad, era la amabilidad en persona. Fiero
pero dulce, como él justificaba su conciencia revolucionaria. Todo lo
solucionaba porque decía que manejaba el “Factor K”. Y vaya uno a saber
qué era el bendito “Factor K”. A mí me gustaba la noche por otros
asuntos. Pero buscaba pretexto para acompañarlo después del “cierre” y
nos quedábamos conversando hasta que despuntaba el día. ¿De qué? Sobre
todo de política, poesía y de mujeres. Tenía encanto Leoncio desde esa
vez y hasta ahora que lo visito en su casa de Tablada de Lurín, al sur
del paraíso. Y él vive ahora acompañado de los achaques como en aquel
tiempo de las musas, las gamuzas y las hipotenusas.
Como todos, es
poeta sin CTS ni AFP. Y acaba de cumplir 93 años y yo lo observó vital
pero sufre de tristeza metafísica. Le duele el pecho por el asma y le
jode el corazón por la sangre espesa de vida intensa. Entonces cuando le
explico que en estos días corre un “Congreso Internacional sobre
Literaturas Afroandinas. Homenaje a Leoncio Bueno” se extraña. Qué
carajo está enfermo y postrado en cama y que no sabe nada. Y cuando le
digo que esta semana se estrenará un documental llamado “Leoncio Bueno.
Entre el fusil y las rosas”, me mira con sus ojazos, estira sus bigotes
blancos, levanta la pelvis y patea. Y yo sé cuando hace esa mueca.
Entonces nos reímos que para eso somos más que amigos. Leoncio es hijo
de cholo italocajamarquino y negra amorosa de cañaveral. En su poema
“Leoncio Bueno recordando a su padre” dice: "Mi mamá, que era una morena
en razada y bien polenta,/ a veces desgranaba historias picantes sobre
mi padre/ Que era un cholo blancón, buen mozo y bien jijuna”. Entonces
nació zambo y conoce su asunto como cura de pueblo, experto en
entripados y entuertos mayores.
EL SALVAJE DE LA NATURALEZA
El frío de vieja que lo ataca se
disipa cuando recuerda que toda su vida fue un sindicalista, un luchador
social y un periodista insobornable, pero sobre todas las cosas, un
poeta, un poeta del pueblo. A los 12 años era peón y limpiecero de
trapiche en la hacienda norteña de Casa Grande. Y era infeliz hasta que
descubrió que su deber era ser un “paladín”. ¿Cómo que paladín? ¿No le
parece afeminado? No, dice el poeta. Y gesticula rotundo: “Yo soy un
producto salvaje de la naturaleza. Si apenas terminé la primaría y
trabajaba 12 horas. La gallada sin embargo estaba preocupada con la
cultura. Había que leer a H. G. Wells en “Breve historia del mundo” y a
Homero con “La Iliada”. Hacíamos una “chancha” y mandábamos a un
monosabio a Trujillo para que nos compre los libros. Por Vargas Vila,
quien decía que para ser buen escritor primero debía ser buen poeta, me
enamoré de la poesía. Claro, leíamos a Vallejo pero más a Amado Nervo,
Rubén Darío y los poetas españoles del 98. Entonces el estilo era
romanticón. Yo me dije, antes de venirme a Lima que había que fundar un
estilo, hasta que conocí a Haya de la Torre, ahí nos jodimos varios”. El
líder aprista Haya de la Torre dice que llegó en aromas de multitud por
sus andurriales en 1929 mientras que el poeta trabaja como peón
agrícola. Fue tal impacto del discurso político de Víctor Raúl que todos
se enamoraron de Haya más que del Apra. Y el esplendido Haya ya hablaba
de “La gran reventazón” y de que “correrán ríos de sangre” que haría
“chicharrones gigantes” refiriéndose a los señorones de la oligarquía. Y
jura el poeta que su anarquismo travieso se hizo militancia aprista por
la personalidad del líder. Que andaba solucionando aquello que le dio
coraje por la sentencia de un profesor: “Armando Calderón Mirillas, mi
maestro del taller de Casagrande le dijo a mi mamá que yo era un chico
muy ignorante, que no sabía ni sumar ni restar, que estaba muy atrasado
en aritmética; y que comprara una pizarrita, para que él me enseñara.
Entonces, eso me avergonzó mucho. Entonces yo me dije: Yo me voy a
educar en forma autodidacta, voy a leer libros, voy a prepararme por mí
mismo: no necesito maestro. Y así agarré poesía y lucha social de
raigambre campesina. Luego la vida me obligó a ser invasor de barriadas
en la capital, soldado de caballería, obrero, mecánico, periodista y
portero”.
EL “TUNGAR”, EL TALLER DE POESÍA
La señora Natividad Matos Urdanivia
Goycochea tenía un burro allá en los pagos de Facalá que lo bautizo
como “Ragnut”. La señora Natividad era la abuela de Leoncio Bueno y
hasta sabía curar del susto, me dice. Ya el poeta está en Lima. Es
finales de la década del 60 y acaba de salir de la cárcel –expropiaron
un banco para apoyar las guerrillas de Hugo Blanco en el Cusco—y está
sin trabajo. Entonces inaugura su taller de arreglo de baterías en calle
Restauración 180, en Breña. ¿Qué nombre le puso? “El Túngar” que era el
termino dicho al revés del nombre del burro de su abuela. Fue éste el
local donde se reunían los poetas jóvenes de la generación del 70 con el
poeta Bueno. El dato es oportuno. Los poetas anteriores iban de cafés,
de galerías, de vernissages. Aquí ya hay un quiebre. Los poetas del 70
prefieren al poeta proletario, les interesa las tripas del país, la
patria preñada de utopías. “Con otros compañeros en ese tiempo ya nos
habíamos instalado en la “Asociación La Libertas Pampas de Comas”, con
los gérmenes de las primeas invasiones de tierras en Lima desde 1958. Y
ahí, en Comas, viví hasta 1975. Y por el trabajo, venía a Breña y tenía
el famoso Callejón Party de “El Túngar” hasta que Velasco nos persiguió y
me tuve que refugiar en la Tablada de Lurín”. Leoncio
Bueno fue trotskista por estar contra el stalinismo agresivo que se
había instalado en los partidos comunistas latinoamericanos. De pronto
por ello se vinculó a poetas tan disímiles como Emilio Adolfo
Westphalen, Xavier Abril y César Moro con quien pergeñó el Grupo Obrero
Marxista y con Víctor Mazzi, Eliseo García Lazo, José Guerra Peñaloza y
Carlos Gómez Loayza con quien funda el Grupo Primero de Mayo. Y tuvo
militancia proba en el Partido Comunista Peruano y luego de un choque
con la cúpula en la huelga general de 1944 fue expulsado para coincidir
luego en cuanto paro, huelgas o activismo político.
¿Y “La guerra
de los runas”? Es mi libro como canto donde se explica se la violencia
comunal, colectiva; no de la violencia de los caudillos, de esa que
esperan los caudillos y que conducen a las masas. No. Esa violencia, no
para seguir haciendo los mismos desatinos, sino esa de los explotados,
para liberar al hombre, liberar a los esclavos de ayer y de ahora: seres
humanos. Ese libro plantea pues la guerra silenciosa, que estamos
haciendo aunque no lo oigas, aunque no lo creas, aunque no lo veas. No
tiene humo, no tiene explosiones, no tiene bombas, pero estamos haciendo
la guerra silenciosa”. Este es el hombre vivencial y apasionado que
cruzó el Perú desde sus contradicciones sociales y sus más miserables
diferencias sociales. Ahí instaló su poesía, que brilla siempre como un
relámpago en la oscuridad. Yo lo conozco, como diría el poeta José
Rosas Ribeyro, más que como un compañero, como un padre, el mejor de
todos.
“REBUZNO PROPIO”
“Si me pides definir mis libros, diría
que al “Al pie del yunque” es una obra que interpreta y manifiesta el
sentir campesino, las vivencias, la época en que viví con la voz e
identificado con el paisaje y los sentimientos de la gente del campo. No
es obra de un autor obrero, sino más bien la obra de un autor
campesino. Y fíjate que no digo poeta obrero o campesino, porque más
vale ser poeta y no creerlo, que creerse poeta y no serlo. “Pastor de
truenos”, mi segundo libro es la culminación del anterior. Lo único
nuevo en este libro es el poema “Rebuzno propio” que titularía otro
libro mío. Luego viene “Invasión poderosa”, donde hay un cambio radical
de la expresión, de mi manejo del lenguaje, que es la citadina, y aplico
la oralidad. Claro que sus gérmenes están ya desde mi primer libro.
Pero el manejo del lenguaje, de los versos, los recursos lingüísticos en
ese primer libro son aún tradicionales. Aquí, el manejo de la estética,
de la sintaxis, es ya moderno, porque yo ya estoy en Hora Zero. Ya salí
de Primero de Mayo y ya había intimando con la gente de Hora Zero.
Poetas contestatarios y también con Estación Reunida, con los Rosas, con
todos”. / “Leoncio Bueno. Poeta del pueblo” de Feliciano Mejía. Revista Peruana de Literatura. Nº 3, 2005
LA SENDA DE ARGUEDAS
Leoncio Bueno había salido de la
cárcel por el asunto de un robo de banco para apoyar las guerrillas de
Hugo Blanco en el Cusco y tuvo que poner su taller de baterías “Tungar”.
Allí nos juntábamos con Pablo Guevara que acababa de llegar de Europa.
Leoncio era compañero de partido de Héctor Loayza que se fue a París y
ya no volvió. Me querían captar para el troskismo pero yo me fui al ELN.
Con Loayza y Leoncio fuimos a visitar a Blanco al Frontón varias veces.
Era un troskista raro, porque la mayoría sale de la clase media. Él fue
primero cañero aprista, luego obrero. A veces también me invitaba a las
reuniones del grupo Primero de mayo al cual perteneció. Eran reuniones
medio extrañas, parecían curas tristes, sólo tomaban té. Leoncio se
ponía serio cuando era como todo, un zambo norteño pendejazo y alegre.
Se parecía a Mario Luna, por lo alegre y rápido, f Sí, recuerdo esa
película, pero también estuvo con Klaus Kinski en la película
“Fitzcarraldo” de Herzog. De sus libros, el más importante es “La guerra
de los runas” (1980) es un libro hito en esa línea de la poesía de la
migración que inició Arguedas y transformó el Perú. Su obra hay que
entenderla como fundacional de una nueva estética que luego estalló con
toda su vibración en los 70. Es un poeta de abajo y desde el lado
criollo, es también fundador de la migración andina. Y es súper culto,
cuidado. Cuando estuvo de moda el estructuralismo, él te explicaba de
Barthes y Foucault. / Testimonio de Tulio Mora.
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