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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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viernes, 11 de octubre de 2013

MARIO VARGAS LLOSA: EL HEROE DISCRETO



Mario Vargas Llosa entrega El Héroe Discreto (Lima, setiembre 2013). Es un opus de trescientos ochenta y tres páginas, divididas en veinte capítulos, de lectura entretenida.
Esta escrito con la maestría técnica bien conocida de nuestro premio Nobel de literatura. Así lo testimonian los comentarios entusiastas de Alonso Cueto, Ricardo Gonzales Vigil y otros del mismo calibre crítico, cuya enumeración seria extensa.
La arquitectura del relato son dos grandes narraciones autónomas – la vida de...
Felicito emprendedor popular; Ismael y su familia, de Rigoberto, altos funcionarios financieros.
En cada uno de ellos se reconocen a los personajes provenientes del parnaso novelístico del autor (Lituma en los andes, Los cuadernos de don Rigoberto, La casa verde).
Las identidades construidas en la Piura de la mangachería, la gallinacería, Castilla y Huancabamba, han sido recontextualizadas en los meandros de una ciudad moderna, ganada por la expansión masiva de los nuevos emprendedores populares. Cambio e invariancia.
También los personajes han sido reubicados temporalmente en la Piura urbana de hoy.
Y, en el otro cuadrante, los personajes del poder reaparecen agobiados por sus pugnas en el contexto de los bellos ambientes de la Lima burguesa contemporánea.
Estos dos mundos se irán conectando mediante señales y sutiles lazos (una carta, un mensaje, un fantasma). A medida que la novela avanza, las articulaciones devendrán una malla tupida de aproximaciones progresivas entre dos esquinados territorios de la heterogénea vida social peruana.
Hay dos opuestos. Uno que viene desde el territorio de clase de la “pata pelada” del campesinado del hinterland piurano (padre), que viene del nuevo curso abierto por el sacrificio familiar en pos de un logro, estudios, hijo profesional y “exitoso” emprendedor.
Otro, en el extremo integrado y capitalista, el drama del empresario limeñísimo, cuya vida y fortuna es acosada por unos hijos-hienas- que son la decantación pura de la codicia, la mezquindad y la doblez.
Vargas Llosa dedica este libro- puente- a la memoria de Javier Silva Ruete. A un piurano entrañable y honrado, recordado político, ministro, embajador y senador. Que fuera Presidente del Banco Central de Reserva y representante del Perú ante el Fondo Monetario Internacional.
Nacido joven dirigente del partido de Luciano Castillo, sinónimo de socialismo piurano y talareño, JSR adhiere luego a la Democracia Cristiana, la de la brillante generación de la década de los cincuenta.
Con ellos será uno de los más jóvenes ministros de estado socialcristianos del primer gobierno de Fernando Belaunde en la cartera de Agricultura.
Una fulgurante carrera pública lo hará -a lo largo de su vida- muchas veces ministro, parlamentario, Secretario General del Grupo (Comunidad) Andina, representante del Perú ante organismos internacionales.
Fue un reconocido economista y abogado, experto en temas financieros, probado en varias de las crisis recurrentes de la accidentada vida económica del país.
Conocí a Javier joven, primero, combatiendo en la misma trinchera, en defensa del petróleo para el Perú.
Lo recuerdo en una espléndida conferencia sobre la necesidad de recuperar los hidrocarburos líquidos para beneficio de todos. Interés general, que le dicen. Entonces JSR era vicepresidente de su colegio profesional.
Luego lo escuche, en gabinete del SODE, el partido sin suerte que fundara, confrontando sus opiniones sobre política económica, matizadas por los inteligentes comentarios de Manolo Moreyra, su alter ego.
Conocía bien a los tenores de la política peruana de su tiempo. Desde Haya de la Torre, a quien frecuentó en su exilio de Roma, a Fernando Belaunde. De ellos contaba anécdotas, refería opiniones, comentaba acuerdos y desacuerdos. De los partidos y de sus jefes.
Navegaba por encima de las discrepancias como dejando que las olas del cotidiano se apaciguaran y las aguas embalsadas encontraran sus niveles y ritmos. Una suerte de extremista del centro.
Recuerdo la visita de un altísimo funcionario de las finanzas globales al BCRP. Lo recibió en la sala del directorio. Me pidió que lo acompañara. Luego de la esgrima habitual del dialogo económico, el visitante preguntó, en tono intrigado, si el JSR que tenia al frente era el personaje que Mario Vargas Llosa había descrito en una de sus más difundidas novelas.
Por respuesta tuvimos una buena media hora de recuerdos gozosos y meticulosos de su amistad trascendente. De su amigo Mario.
Desfilaron las travesuras juveniles, los sueños compartidos, las ideas bullentes, la admiración inicial por la revolución cubana, las circunstancias que lo hicieron testigo de excepción de los amores tempranos del novelista.
Voz reminiscente, cigarrillo en mano y una pitada sistemática a la boquilla nácar, JSR habló largamente más del amigo que del literato.
Hoy, leída en el héroe discreto, encuentro que la dedicatoria afectuosa de MVLL a JSR está plenamente justificada.
 

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