La abrumadora mayoría del país considera que la corrupción es el rasgo predominante del régimen actual. Parodiando a González Prada, se podría decir: El Perú es como un cuerpo enfermo: donde se pone el dedo salta el aprista.
Nuestros grandes problemas, ya se sabe, son el atraso, la desigualdad, la injusticia. Añadiría la incultura, poniendo el acento en la falta de sentido ético y el irrespeto por los valores culturales.
Sobre esto último, hemos visto una repulsiva muestra en reciente mitin del fujimorismo. Mascarada sin gracia, desfile repulsivo del mal gusto. Eso es populachero; no es popular. Puede que guste a un sector, que tiene el cerebro tan vacío como el estómago. Como se decía en mis tiempos: “acostumbrado a melcocha, manjar blanco me hace daño”.
Alberto Fujimori, maestro en la falta de escrúpulos, ejemplo de corrupción estatal, se negó a declarar Año César Vallejo el del centenario del más alto exponente de la cultura peruana. Sus herederos continúan la tradición ignora.
Pero hay algo peor que la ignorancia. Es la inmoralidad.
El Perú tiene una larga tradición de corrupción política. El neoliberalismo ha acentuado ese mal, que desmoraliza al país y roba a los ciudadanos. “La sociedad no existe, el individuo es todo”, el lema de Margaret Thatcher se ha injertado aquí en la cepa criolla.
El arribismo clásico peruano ha florecido al amparo de ese liberalismo irresponsable, culpable, entre otros crímenes, de la crisis que sacudió a Estados Undos y al mundo, y que hoy amenaza otra vez.
Lo trágico es que la ausencia de ética se ha extendido como un cáncer por todas las fibras de la sociedad. Desde la cúspide de los García, Del Castillo y Cabanillas, hasta las escuelas, colegios y universidades.
Me angustia en particular la venalidad de los jóvenes en algunas universidades. La culpa principal es de quienes los compran; pero eso no exime del estigma a los estudiantes. La rebeldía y la lucha por derechos estudiantiles han sido sustituidos por el estipendio y el cuarto de pollo. (Me aseguran que en días previos a elecciones, la tarifa mejoró: ya no era un cuarto, sino medio pollo). Para tragar eso hay que ser no sólo muerto de hambre, padecimiento masivo en el país, sino podrido temprano.
Si la corrupción empieza por casa (de estudios), ¿qué se puede esperar de esos vendidos precoces cuando sean profesionales?
En la Universidad Nacional de San Marcos, donde se manifestó la peste, ha sido derrotado el sector estudiantil corrupto. Pero a nivel de facultades se ha iniciado una campaña de chifas.
Detrás de esa infección está el Apra. Los métodos gangsteriles no son exclusividad del aprismo en Collique y Cofopri. Quiere asentar su inepcia y su rapacidad también en las universidades mayores.
Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columna-del-director/la-corrupcion-empieza-por-casa_63357.html
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