Nadie puede calmar su mirada, ajena a las palabras. Puede su vida haber sido caótica, gozosa, un poema sin líneas dispuestas a entregarse a una sociedad que lo veía con el rabillo del ojo. ¿Es un poeta marginal, Domingo? “Para ser poeta, tienes que ser marginal”, responde, como si la marginalidad le diera un reconocimiento tardío. Domingo de Ramos pertenece al movimiento poético de los ochenta llamado Kloaka. Ha ganado el Premio Copé de Poesía y... el Primer Premio de Poesía Erótica Carlos Oquendo de Amat. Nació en San Juan de Miraflores. Estudiaba sociología en San Marcos cuando Mariela Dreyfus lo llamó para que integre Kloaka. No terminó su carrera y su padre nunca le perdonó que fuera poeta.
-¿Domingo de Ramos es su nombre de pila o, a lo Martín Adán, es su seudónimo artístico?
Mi nombre es Domingo Ramos, pero mis amigos me pusieron Domingo de
Ramos porque solo faltaba el “de” y ya estaba hecho. Además, no podía
salvarme, pues mi segundo apellido también es Ramos.
-¿Sus padres le pusieron ese nombre por motivos católicos?
Seguramente, nunca les he preguntado. Pero yo soy ateo; entonces, mis
amigos agregaron el “de” como broma. Lo hicieron sarcásticamente y así
quedó. Yo dije: “Mejor es eso porque puedo ser el peor poeta del
planeta, pero con ese nombre nadie me olvida”. Así que ya tenía
asegurada, de esa forma, la fama de ser el peor poeta del planeta o el
mejor poeta del Perú.
-La obra de los poetas de la generación del sesenta estuvo
matizada –excepciones aparte– por una influencia social obligada. En los
setenta viene Hora Zero y plantea una reforma de la poesía acercándola
al lector en su lenguaje y forma. Pero Kloaka rompe incluso con Hora
Zero y se convierte en un movimiento underground...
Irrumpimos de un modo más anarquista, menos programático que los otros,
que Javier Heraud o que Hora Zero. Ellos tenían miras de transformar la
sociedad y crear un nuevo mundo, como quería Mariátegui, pero “Kloaka”
fue mucho más anarquista: queríamos un cambio, cambiar al hombre, pero
empezando desde el mismo hombre.
-¿Ahora escribe diariamente o con menos fluidez que entonces?
Cada vez se me hace más difícil escribir. Antes escribía más seguido,
con mayor imaginación que ahora, porque no quiero repetirme o ser un
retórico de lo que hago. Ahora se me hace mucho más difícil escribir un
poema, un libro; es más lenta la creación.
-Antonio Cisneros decía que no le agradaban los poetas llorones. ¿Usted llora?
Yo estimaba mucho a Toño, pero hay cosas que dijo sobre Vallejo que no
me parecieron muy correctas. Yo creo que Toño era más llorón que
Vallejo, hay unos poemas suyos que son para llorar.
-¿Desde el punto de vista estético?
Estético, cuerpo, pero no te voy a decir qué poemas, pues.
-En su poesía, al anteponer la belleza ante el horror que se
vivía en la época, ¿no cayó en lo mismo que las generaciones pasadas?
La violencia de los del sesenta era mucho más externa que la de
nosotros. La que nos tocó vivir era una guerra interna, fuerte, que nos
tocó en la capital, donde teníamos parientes, amigos, familiares
muertos. En los sesenta Lima no era el centro, y en nuestra época sí.
Era el horror de vivir sabiendo que quizá no volverías.
-¿Le han hecho justicia al trabajo de “Kloaka”?
No, nunca, del Estado jamás. No nos interesa que nos reconozcan, hemos
hecho lo que teníamos que hacer y punto, pero si al Estado no le
interesa, a nosotros tampoco. Aunque se esperaba más de un Estado
moderno, que entienda que el avance de la economía y de la cultura deben
ir de la mano.
PADRE EN KAMANEGRA
-En el poema “Kamanegra” reza un verso particular: “apégate
Maestro a mi vergüenza/ al sol fallido a las estrecheces/ y a la finitud
de lo poseído/ detén lo que te consume”. Por un lado, la figura del
“Maestro” adquiere una importancia marcada, que puede emular la ruptura
con el padre.
Claro. Uno quiere decir: “Maestro, ya dejé de depender de usted, ya es
tiempo de que el hijo mate al padre, te estoy superando, ya no tienes
influencia sobre mí de ninguna naturaleza”.
-¿Nace a partir de una vivencia?
De la experiencia de que ya no necesitaba a alguien que me empuje, que me diga qué hacer, cómo brillar.
-¿Hace referencia a la relación resquebrajada que tiene con su padre?
Mis padres son ignorantes, no saben nada, no les interesa el arte ni la
cultura, menos la poesía, no leen. Como en este país, donde nadie lee.
-¿Cómo es su núcleo familiar?
Yo soy muy aparte, no me interesa. Yo estoy por otro lado y ellos por el suyo.
-No se frecuentan.
Vivimos en la misma casa, pero son invisibles, menos mi madre, por supuesto.
-¿Hubo una ruptura familiar cuando dejó la carrera de sociología para dedicarse a la literatura?
Uno es incomprendido. Cuando sales a la calle se supone que te
enfrentas a peligros y una vez que llegas a la casa te refugias. Pero,
en mi caso, ambas cosas eran lo mismo, los mismos conflictos, la misma
agresividad.
-¿Por parte del padre, por tener un hijo escritor?
Sí, por parte del padre. Por prejuicios, principalmente.
-¿Ser poeta te da para comer?
No, para nada.Fuente: http://diario16.pe/noticia/21753-cada-vez-se-me-hace-maas-difaicil-escribir
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