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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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lunes, 14 de enero de 2013

La historia del genio precoz que luchó por una Internet libre


Aaron Swartz nunca se acostumbró al trabajo de oficina. Llegaba tarde a las reuniones o simplemente desaparecía de allí. Fue quizá por ese motivo que su jefe le pidió que renunciara. La anécdota final es muy curiosa: nadie en el trabajo sabía dónde estaba Aaron. Se había tomado más días de vacaciones y nadie estaba al tanto de su paradero. Para entonces Reddit había sido comprada por Condé Nast (dueños de Wired, Elle, New Yorker, Details) y el equipo que había transformado la manera en que uno accede e interactúa con...
la información se había mudado a las instalaciones de San Francisco. «De vacaciones por Europa, estuve un día en la conferencia Chaos Computer. Allí me encontré con Quinn Norton, que estaba informando sobre el evento para Wired. Me tomó una foto para uno de sus artículos, así que supuse que mi jefe se enteraría de mí en la portada de su propia página web». Finalmente Chris Anderson, el editor de Wired, se enteró de dónde estaba por el post que Swartz publicó en su blog.
Swartz fue uno de los cuatro programadores que desarrolló la tecnología que soportaría Reddit, un agregador de noticias y votación social que fue muy exitoso en la etapa de explosión de los blogs y los contenidos 2.0. Swartz siempre se consideró uno de los fundadores, aunque formalmente la compañía tiene como co-creadores a Steve Huffman y Alex Ohanian. «Para entonces yo dormía en el armario de la casa», contaba Swartz. «Era un departamento de solo 3 dormitorios». Antes de trabajar en Reddit él estaba involucrado en Y-Combinator, un acelerador de proyetos y startups de Estados Unidos. Y antes de eso fue un estudiante de Computer Science en Stanford, un lugar que terminó por desilusionarlo y que abandonó sin piedad. Swartz, de hecho, pertenece a ese grupo de genios-insatisfechos-anarquistas del ámbito de la computación que renuncian a sus estudios para embarcarse en los miles de proyectos que genera su mente. Swartz valoraba su tiempo. Y sus ideas. Ni siquiera las grandes compañías le atraían. «Yo no quise trabajar en Google cuando estaba en Stanford», contó por ejemplo una vez. «Yo pensaba entonces que debía terminar la universidad. Pero tampoco quise ir allí cuando trabajé para Reddit, trabajar para una startup era mucho más excitante». Ya en 2007, Swartz pensaba que Google no era un lugar interesante para trabajar.
-Ninguna de las personas con las que he hablado en Google parecen tener trabajos que me parecen particularmente atractivos. Interesantes, sin duda, pero no es algo con los que pueda gastar mi horario de 9 de la mañana a 5 de la tarde.
Swartz fue un genio precoz. A los 14 años ya formaba parte del equipo que estaba comprometido con el desarrollo de Internet como plataforma capaz de crear los puentes para acelerar la comunicación en el mundo. Personalidades como Larry Lessig (director de Creative Commons, y quien aparece en la imagen de abajo con un Swartz quinceañero) y Cory Doctorow (escritor y activista para liberar las leyes sobre derechos de autor) admiraban profundamente su inteligencia y su creatividad al punto de pedirle frecuentemente opinión en distintos temas que consideraban importantes para su trabajo ya que Aaron muchas veces les ofrecía comentarios muy inteligentes. La anécdota con Lessing es muy gráfica: al leer en el periódico la historia de cómo Creative Commons usaría licencias de lecturas-automatizadas, decidió escribirle a Lessig para contarle que él estaba trabajando en una tecnología similar llamada RDF. «Entonces le dije que él debía usarlo por X, Y y Z razones y él me respondió: Me parece bien, ¿por qué no haces eso para nosotros?».

Swartz fue precisamente uno de los más jóvenes en trabajar en la organización W3C que se encarga de desarrollar estándares web para toda la comunidad de programadores y diseñadores web en el mundo. Dirigida por Tim Berners-Lee, el creador y el hombre que acuñó el término world wide web, la W3C fue uno de los sitios donde Swartz se formó desde pequeño y en cuyas oficinas y salones programaría por varios años. Fue en el MIT, la sede central donde opera la W3C, en la que Aaron supuestamente extraería entre el 2010 y 2011 alrededor de 4 millones de artículos académicos de la base de datos JSTOR que prové y cobra un monto mensual para que institutos y universidades de Estados Unidos accedan a las investigaciones de profesores y estudiantes. Swartz se declaró inocente, pero la demanda continuó por un millón de dólares y con la gravedad de enfrentar una penalidad de 35 años de cárcel.
La historia detallada del supuesto robo es descrita en la acusación oficial como un guión de serie: el 4 de setiembre de 2010, Swartz compró una Acer de un local de computadoras. Horas más tarde, la conectó a las redes del MIT desde el edificio 16 y se registró como invitado bajo un seudónimo. El MIT permite que los invitados puedan registrarse y conectarse a sus redes por 14 días al año. Swartz supuestamente usó este método no solo para entrar sino también para esconder su identidad. El nombre que escogió fue Gary Host y el nombre de la computadora se llamaba Ghost Laptop. Había un email ficticio: ghost@mailinator.com. Según el dictamen, se trataba de un correo desechable. Mailinator es un proveedor de cuentas para usuarios que deseen tener direcciones temporales. Uno puede tener acceso a una cuenta sin tener que registrarse. Las bandejas de entradas, por ejemplo, se crean una vez que alguien escribe un email a una dirección de mailinator.com. Y, sobre todo, todos los emails enviados a esta dirección son borrados horas después de almacenados ya sean leídos o no.
Al día siguiente, Swartz bajó voluminosos bytes de investigaciones de Jstor. Usó un programa de software para automatizar no solo el proceso de descarga sino también para confundir a la base de datos de cualquier comportamiento extraño. Pero Jstor y el MIT encontraron anomalías en la administración de sus investigaciones y trataron de bloquear el flujo de descargas. Swartz, por el otro lado, alteró la apariencia de su Acer y la fuente de su sotware para bloquear los contraataques de Jstor y el MIT contra su computadora. Al atardecer, Jstor bloqueó al acceso a la IP con la que Swartz accedía a la base de datos: 18.55.6.215. Pero él obtuvo al día siguiente una nueva dirección IP (216 en lugar de 215) y volvió a descargar más artículos hasta el mediodía, cuando Jstor le bloqueó otra vez el acceso. El lío se volvió más problemático cuando la velocidad de descarga provocaba que los servidores se vinieran abajo. Jstor decidió entonces bloquear todos los accesos de la red del MIT por varios días.

Durante noviembre y diciembre Swartz logró descargar 2.000.000 millones de artículos. Para entonces su método de acceso era diferente: había logrado evadir el proceso de registro como invitado. Ahora Swartz se asignaba a sí mismo las IPs desde el armario donde se ubicaba el conmutador de redes del edificio 16. Conectaba un cable a su computadora y dejaba un disco duro en una caja para que pasara desapercibida con respecto a la gente que entraba el armario. El asunto empezó a tornarse más complicado. Quizá las sospechas del nuevo método comenzaron a ser más claras para la gente del MIT y JSTOR. El 4 de enero de 2011, Swartz fue observado por alguien: lo vio entrar al restringido armario del edificio 16 para reemplazar el disco duro adjunto a su comptutadora. Dos días más tarde, Swartz volvió para sacar el equipo del conmutador. Esta vez intentó que nadie lograra reconocer su rostro. Dejó su bicicleta pero se mantuvo con el casco puesto, mirando tan solo a través de los hoyos de ventilación. Sacó el equipo del armario, lo guardó en su mochila y se alejó del edificio.
Horas más tarde, Swartz conectó su Acer a la red del MIT desde otro edificio. Es posible que para ese momento sospechara que había mucha gente al tanto de la situación y que cualquier movimiento debía ser mucho más cauteloso. Usó esta vez un diferente identificador para evitar ser reconocido: -Grace Host- y desasoció la IP que había usado para descargar archivos de Jstor. Él tenía un programa de software basado en Python llamado keepgrabbing.py diseñado para bajar archivos .pdf. Según la acusación, un policía vio a Swartz ese 6 de enero, y luego de intentar interrogarle, confiesa que el muchacho huyó con un USB. La fiscalía lo acusó por haber sustraído información de Jstor y por haber intentado distribuir una porción de los 4.8 millones de investigaciones en sites de archivos compartidos.
Para algunos, más allá de que Aaron Swartz sea considerado un programador brillante o un gran hacker, fue casi desde el principio de su adolescencia un pensador y estratega lúcido alrededor del tema de la aplicación tecnológica y en particular de la naturaleza abierta de Internet y su potencial como el medio para la difusión del conocimiento y el ejercicio de la libertad. Su participación en la W3C sobre el desarrollo de los estándares del RSS -el modelo que cambió la lógica en que la información llegaba a las personas- fue quizá crucial para entender cómo los flujos de contenidos debían operar en Internet. Swartz también fue uno de los activistas más férreos contra los proyectos SOPA y PIPA que el Congreso norteamericano intentó instaurar. Y últimamente había estado enfrascado en proyectos de software que permitieran a personas destacadas acceder a escaños políticos sin la necesidad de unirse a grandes corporaciones. Invertir menos y ganar más fue uno de sus lemas. Swartz fue un luchador del acceso a la información y del gran potencial del software como agente para mejorar no solo la comunicación sino también para los propios agentes del cambio: las personas.
A raíz de su suicidio, han surgido varias afirmaciones sobre su complicada personalidad y su lucha contra la depresión. Su intento por compartir 4.8 millones de investigaciones puede parecer para algunos un delito, pero para otros será considerado un robin hood tecnológico que quiso liberar ese restringido conocimiento al resto del mundo. Paradojas de la vida (o de la muerte): hoy Jstor ha señalado que liberará gran parte de sus archivos de manera pública. Los mismos archivos que Aaron Swartz bajó dos años atrás durante dos meses. «No hay justicia en acatar leyes injustas», dijo él un día, y seguramente ese será uno de sus legados. Él lucho para que esa información fuese accesible a todos. Será nuestra eterna deuda hacia él.

-Siento que no es suficiente vivir en el mundo tal como es -dijo en una entrevista-, con solo un poco de cosas que te dan para escoger, así como seguir las cosas que los adultos te dicen que hagas y tus familiares te dicen para hacer. Yo pienso que tú deberías siempre cuestionarte. Yo tomo en cuenta la actitud científica de que todo lo que uno ha aprendido es sólo provisional, que tú siempre debes estar abierto a la refutación o al cuestionamiento. Y creo que lo mismo se aplica a la sociedad. Me sentía creciendo lentamente en ese proceso de darse cuenta de que todas las cosas a mi alrededor de lo que la gente me había dicho era sólo la forma natural de las cosas, que las cosas serían siempre así, y no eran en absoluto natural. Eran cosas que se podían cambiar, y eran cosas que, más importante aún, estaban mal hechas y debían ser cambiadas. Y una vez que me di cuenta de eso no hubo marcha atrás. No pude engañarme a mí mismo al decir ‘Oh, yo sólo voy a trabajar para una empresa y hacer caso omiso de todo esto”. Una vez que me di cuenta de que había problemas reales y graves, problemas fundamentales a los que podría hacer algo abordándolos, no vi manera de olvidarme de eso. No hubo una manera de decir no.
Lamentablemente, Swartz no pudo consigo mismo o con los demás. Sabía, quizá, que era muy probable que la acusación por 35 años de cárcel estaba cerca de ser una pesadilla. Que sus ideales chocaban contra una ley que hoy en día parece absurda sobre todo cuando sus propios acusadores acaban de liberar los archivos en demanda de manera pública. «No hay justicia en acatar leyes injustas», dijo él un día. La cárcel estaba lejos de ser su vida diaria. Él siempre supo que nunca acataría algo así.
-No hubo manera de decir no.

Fuente: http://lamula.pe/2013/01/13/aaron-swartz-cibercultura-reddit-tecnologia/bufalino

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