*-*

Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
*-*
"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
*-*

lunes, 14 de enero de 2013

Lima, la ciudad salvaje del Chino Domínguez

A unos días del aniversario de La Horrible… entiéndase siempre Lima, Lima la Horrible, una y otra vez la misma ciudad bajo un cielo panza de rata o bajo el sol que ahora apoya sobre nuestra piel sus dientes amarillos… vamos quemando poco a poco las plantas de los pies recorriendo veredas y calles hirvientes dentro el ojo de quien mejor las retrató.
Sí, se acerca el aniversario de Lima, y con la fiesta y el recuerdo de jaranas de cajón y guitarras de amanecer, regresa también el lente prodigioso de...
Carlos “Chino” Domínguez. Entonces -creyentes o no-, nos arrastramos como adoradores de sus cristos de cantina como si fuéramos sus personajes, entregados a las avenidas sobre la imagen y los corazones mugres de estas que no son más que semáforos malogrados o la sonrisa desdentada de los que transitan vivos o muertos entre la miseria, la locura y el tiempo, unos sobreviviendo, otros no tanto.
Carlos Chino Domínguez nació en 1933, y es considerado el mejor reportero gráfico del siglo XX en Perú. Se hizo fotógrafo siendo asistente de Antonio Noguchi, un japonés dueño de una casa fotográfica en Lima. En 1983 fue uno de los testigos del descubrimiento de las tumbas de los periodistas en Uchuraccay cuando acompañó a la comisión que investigó el asesinato de los hombres de prensa. En 50 años de labor fotográfica, logró reunir un archivo personal de más de un millón de negativos que cubren la historia gráfica del Perú.



Lima sudada
El ojo del Chino Domínguez, a dos años de su muerte (+ 17 de febrero 2011), sigue abierto, revelando aun y como si pudieran reproducirse solas, las más increíbles imágenes no solo de una ciudad como Lima, sino de sus cambios, del sudor de cada uno de sus personajes. Algunos los llaman identidad, otros, quizá menos académicos los llamamos simplemente almas del moho, de neón, brujas de cableado cagadas por palomas o hijas bastardas de una Lima hiriente, de tiene mil cabezas, que no llega sin embargo a ser un monstruo, sino el cielo travestido del que alguna vez habrá de devorarnos.
La Lima del Chino Domínguez será siempre una historia que se arroje al ojo de quien la observe para terminar siendo tomado también como otra fotografía, o de cuello, o como voz y personaje que se extienda desde el papel, con los ojos quietos, orando, o como quien dice y desdice, gritando o contando como suya hazañas ajenas, patéticas o miserables, con la boca y las manos quietas, con los ojos desbordados u ocultos.
Ellos nos dirán quién los observó y cómo fueron llevados dentro del ojo de un coleccionista de esqueletos, de escenarios de distintos tiempos en los que el Perú, se fue formando entre revelados de laboratorio, a oscuras, con un cordel de imágenes que aparecían sobre el papel y formaron las historias que obsesionaron a un hombre y que heredó sin pudor para nuestra admiración.
Decían que el Chino Domínguez prefería las miradas abandonadas, o adentrarse en lugares que terminaba haciendo suyos, donde ancianos detallaban como fueron perdiendo el camino, la memoria, la familia. No olvidemos sus fotos de procesión en las que fervorosos hombres marchan entre las calles como dentro de un templo, cerca de mendigos que lo han perdido todo en cada esquina, y todos no son más que simples peruanos que terminaron dentro de su cámara como personajes, como hombres y mujeres de cartón cuyas siluetas siguen iluminando callejones como luces que salen de sus fotografías.

El Chino Domínguez nos dio parte de su vida, y su vida eran esas imágenes de jirones, de picaroneras, tamaleras y chifas al paso, también su tránsito por avenidas muertas y su propia pasión para seguir convirtiendo cada cosa que veía en imágenes que heredar a quienes podamos delirar con esa Lima que poco a poco va desapareciendo.
Y es que hay una Lima violenta, agria y coqueta, antes de los edificios de millonarias inmobiliarias y supermercados, en la que reinaban los Enatrus, una Lima pendeja, peligrosa y que fue del Chino Domínguez, entre sus manos sudorosas que buscaban la mejor manera de rodear la cámara para hacer el click, la captura, la certeza de la imagen.
Pareciera haberse burlado de las señoras hipócritas, prefiriendo los hábitos morados, los zapatos viejos y el olor a mierda en los zapatos mezclado con el sahumerio entre cánticos religiosos de las avenidas Tacna y Abancay. Cuántas veces obtuvo la mirada del muerto, envuelto en ceremonia, entre periódicos, recibiendo la denuncia de su desgracia?. Recorrió con el lente pueblos olvidados, hombres que perdieron su nombre y tocó los cielos que descendieron sobre las veredas de las más miserables avenidas y las plazas del centro de Lima y ciudades del interior. Disparó con violencia y recorrió en blanco y negro los cuerpos y lugares que sometió a su cámara tomando como a una mujer que desesperaba por él, una Lima salvaje, siempre suya.

Fuente: http://lamula.pe/2013/01/14/lima-la-ciudad-salvaje-del-chino-dominguez/ceciliapodesta

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.