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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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jueves, 28 de febrero de 2013

Encuentro con un exorcista


¿Cómo se te mete el demonio al cuerpo? ¿Por dónde entra, señor exorcista? ¿Es algo que uno come, que uno ve o es como una bacteria, que no avisa cuando infecta? ¿Que la silla de Pedro esté vacante nos vuelve más vulnerables al mal?
El padre Fortea emplea un tono pausado y bajito para presentar sus credenciales demonológicas. 44 años. Sacerdote y teólogo español, bloguero, amante de...
Los Simpson, de la caligrafía artística en pergamino y del ajedrez. También experto en demonología desde que escribió la tesis “El exorcismo en la época actual” y desde que decidió extraer a Belcebú, Zebulón, Satanás, Lucifer, Mammón, Belial, Samael, Asmodeo (o cualquiera de los nombres que el Adversario quiera emplear) del cuerpo de los invadidos. Sus armas, un crucifijo y una biblia.
Hay personas que, sin saberlo, invitan al demonio a ocupar sus cuerpos. Según el padre Fortea tienen mayor disposición quienes juegan a la ouija, quienes recurren al tarot para conocer su futuro, quienes practican la santería y el New Age o quienes se desvían de las enseñanzas de Cristo. De estas categorías se podrían desprender infinitas invitaciones demoníacas. Por ejemplo, si el New Age es interpretado por la Iglesia como un canal de comunicación con algún tipo de fuerza maligna, ¿escuchar “Orinoco Flow” de Enya, emblema del New Age, podría tentar al demonio?
NO ESTABA POSEÍDO, ESTABA LOCO
Para que el demonio entre en un cuerpo hace falta creer que es posible. Si crees en Dios, crees en el diablo. Científicamente es imposible probar la existencia de una dimensión espiritual: el mal no es algo palpable como un cuchillo.
Los comportamientos irracionales o los brotes sicóticos suelen confundirse con posesiones, lo mismo ciertas conductas destructivas que son más carne de diván, donde otro tipo de exorcismo es posible. El padre Fortea ha tratado a personas que, en realidad, sufrían de esquizofrenia paranoide e inmediatamente las derivó a un psiquiatra. Él sabe perfectamente cuando se enfrenta a un caso demonológico: cuando la persona rechaza cualquier tipo de oración, incluso la sola mención de la palabra Dios.
El exorcismo se lleva a cabo en la iglesia, ante la presencia de familiares y amigos de la persona poseída. El padre Fortea reza oraciones conjuratorias que emplea para luchar contra el demonio. La cantidad de sesiones necesarias para liberar al poseído es variable, dependerá de la tenacidad del ocupante y, como en todo, hay desde los frívolos que prefieren ir de cuerpo en cuerpo hasta los obsesivos con alma de garrapata.
Ayer, 23 grados. Hoy, 9. Llueve con insistencia y en el tren rumbo a Alcalá de Henares un par de viajeros en mangas de camisa tiritan de frío, como poseídos. Pienso en Linda Blair.
Mientras el tren avanza hago un recuento espiritista: ¿Cuántas veces jugué a la ouija y fui yo quien movió el tablero? ¿A cuántos adivinos, chamanes y charlatanes he interrogado sobre mi futuro sentimental? ¿Leer horóscopos es pecado y es mortal y al infierno te condena?
Me quedo dormida y sueño que estoy muerta.
Para llegar a la casa del padre Fortea hace falta un tren, un taxi, un GPS y un paseo por un parque que desemboca en un bloque de viviendas. Antes de tocar el timbre oigo un trueno y segundos después estoy bajo una ducha.
Nos sentamos frente a frente -los dos vestimos de negro-, y empezamos a hablar de demonios. El padre Fortea habla de Mirtha. de cuando saltaba en la cama poseída, dominada por una fuerza animal, por una especie de gigante invisible que le sacudía los pies como a un peluche. También habla de Pedro, cuya madre lo vio levitar y luego quedarse pegado al techo del comedor. O de Lucía, que ladraba como un perro y escupía una baba blanca cada vez que le mencionaban la palabra Dios.
A ellos tres, y a muchos más, les sacó el demonio del cuerpo, anotando así un punto más a favor de El Bien, equipo en el que el padre Fortea juega de titular.
- Ahora -dice-, te voy a “bendecir”. Toma asiento.
Empieza a mascullar unas oraciones que no alcanzo a oír y coloca su mano derecha, pesada como un plomo, sobre mi cabeza. La izquierda la coloca en mi cuello.
-¿Lo sientes? Es Él.
Yo, que sólo creo en Dios cuando estoy dentro de un avión, siento una corriente de calor que me desciende desde el cerebro hasta la columna y me asusta. Pienso en la ouija y los chamanes y en que, si me restrinjo a los hechos, estoy en casa de un señor desconocido que me tiene agarrada del cuello. Mientras él reza, yo no escupo babas ni tiemblo, el sofá no se eleva y no se me ocurre una sola palabra en lenguas muertas, lo cual, en cierta forma, me resulta decepcionante.
Fotografía: Camilo Ospina

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