Estas cifras son propias de un país del primer mundo y en una coyuntura internacional diferente a la de la actual crisis global. Se trata, además, de cifras macroeconómicas de crecimiento pero no de...
trabajo decente. ¿De qué desarrollo estamos hablando, entonces?
Para avanzar hacia un desarrollo sostenible y hacer frente a la
crisis no deberíamos oscurecer el panorama del futuro cercano que
tendremos en el Perú en los próximos años. Esto ocurre cuando se anda a
tientas y a ciegas en los asuntos cruciales de la nación, sujetos al
piloto automático – aunque quieran negarlo – de los intereses
corporativos privados.
Seguimos sin resolver las políticas relacionadas con nuestra matriz
energética, por ejemplo. El pre-aviso realizado por el BCR sobre el
hecho de que nos podemos quedar sin energía en los próximos 2 años y las
idas y venidas del Poder Ejecutivo sobre el Gasoducto y la Petroquímica
del Sur, son indicios del entrampamiento al que el país podría
sujetarse en los próximos meses.
Por otro lado, el superávit fiscal del 2% tiene su contraparte en
hechos tan relevantes como que la desnutrición infantil no ha decrecido
sino, por el contrario, en algunas regiones ha aumentado; pero, también
en la ausencia de inversiones públicas y privadas en proyectos
estratégicos productivos en un escenario en que seguiríamos afrontando
la apreciación de nuestra moneda, lo cual nos hará depender más de las
importaciones y menos del desarrollo interno de la industria nacional,
por mencionar dos temas.
No es que busquemos aguarle la fiesta a los agoreros del
triunfalismo sobre el modelo económico; sin embargo, no podemos callar
frente a una perspectiva que se avizora en el país. El potencial que
debe desarrollarse con firmeza para llegar a un crecimiento económico y a
un desarrollo estructural sostenido debe venir de la mano con la
industrialización, la seguridad alimentaria, la seguridad energética,
las obras de infraestructura en luz, agua, carreteras, puertos,
aeropuertos, etc. y la priorización de la innovación tecnológica y la
investigación científica que son elementos indispensables para
enrumbarnos hacia un futuro con seguridad y eficiencia. Asimismo, no
podemos continuar con los deficientes servicios en seguridad pública, en
salud y en una educación que aún no es de calidad. La salud, educación y
pensiones no son gastos, sino inversión en derechos universales.
Para tener un futuro con justicia social y calidad de vida es
necesario invertir y redistribuir. Sin apostar por el cambio, el futuro
de los peruanos no será sostenible. Volvamos, pues, a los cambios que la
gran mayoría de peruanos ansía y merece.
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