A propósito del aniversario de Lima, les compartimos el discurso del
entonces regidor Mario Zolezzi Chocano, cuando Alfonso Barrantes era
alcalde de Lima por Izquierda Unida. El sociólogo Zolezzi se desempeñó
como técnico del Plan Regional de Desarrollo Concertado de Lima
(2012-2025).
Como se recuerda, Barrantes fundó Izquierda Unida en el año 1980. Fue
elegido Alcalde Metropolitano de Lima en las elecciones de 1983, cargo
que ocupó entre 1984 y 1987, siendo el primer alcalde de Lima
socialista. Fomentó la instalación de...
comedores populares en barrios marginales y obras de ayuda social, siendo importante su programa del Vaso de leche para dar desayuno a los niños de las zonas marginales de la capital.
A continuación, el texto del discurso del sociólogo Mario Zolezzi Chocano por el 451 aniversario de la Fundación de Lima, pronunciado el 18 de enero de 1986:
Lima ha vivido una larga historia de la que relativamente poco se conoce. Sin embargo, para algunos, la historia de nuestra ciudad sigue siendo una historia familiar que empieza con un texto como el que acabamos de escuchar, continúa con una rica nobleza provinciana que, enmohecía en la corte de algún virrey, y que concluye con añoranzas de balcones, tapadas, peinetas y carruajes. Durante mucho tiempo se siguió ignorando a quienes siempre fueron los olvidados de esta tierra, a pesar de su presencia palpable e insoslayable, en todas las etapas históricas de nuestro país. Pero la historia tiene la virtud de la permanencia y la lectura de cada generación; por no referirnos a las reflexiones que cada uno puede libremente hacer de los textos del Padre Cobo, de Garcilazo Inca, de Porras Barrenechea, o de la obra arquitectónica y la literatura, o la elocuencia de la pintura de Pancho Fierro, cuya galería acabamos de reabrir, o la de Cristóbal de Lozano, recogiendo los rostros de la plebe, término que al decir del historiador Flores Galindo, poseía abolengo al evocar a la Roma antigua y sus masas, que reclamaban pan y circo.
Por eso, permítaseme señalar que hay algunos aspectos de la historia de Lima que todavía no han sido, a mi entender, justamente recuperados. Tomemos en primer lugar el nombre de Lima, el nombre indígena de esta ciudad. Lima es el nombre que circulaba a viva voz, pues el nombre oficial, el de los documentos y comunicaciones a la Corona, era el de Ciudad de los Reyes, debido a que un 6 de Enero se tomó la decisión de fundar una ciudad en estos territorios ocupados en ese tiempo por campesinos colonizados y dominados por el Imperio Inca y que entonces se acomodaron de mala manera a la conquista española. Pero por lo menos en eso se impusieron: Lima se llama Lima y no la Ciudad de los Reyes y menos la Ciudad de los Magos, porque de esos reyes se trataba, pese a que los primeros caducaron mientras que los segundos siguen haciendo apariciones esporádicas en nuestra ciudad.
Hay que recuperar, decía, algunos datos de la historia de Lima que forma parte de una historia aprendida de memoria y que olvida detalles significativos. Por ejemplo, que la partición del damero de la ahora llamada Lima Monumental, don Francisco Pizarro distribuyó los solares entregando uno, de cada cuatro que formaban una manzana, a los asistentes a la Fundación de Lima. Pero esto fue así sólo en teoría, porque quienes gozaban de las simpatías del Conquistador recibieron dos y más solares como el caso de Francisco de Chávez, lugarteniente y confidente del Marqués Gobernador quien fue premiado con diez solares. Por el contrario, Diego de Almagro, su socio de la conquista no recibió ningún solar en esta Ciudad Capital, que fuera por muchos años la más importante del hemisferio. Aparentemente no tuvo méritos suficientes. También queremos recordar la legislación primigenia de esta Ciudad, la cual establecía muchas normas, a nuestro parecer equitativas y justas, como por ejemplo, la pérdida de la propiedad de un solar, si no se construía o se le cercaba, volviendo el mismo a propiedad de la ciudad. Sabroso resulta el dato anecdótico de cómo los terrenos para los colonos de Lima se obtuvieron durante un tiempo a cambio del pago anual en gallinas a la autoridad municipal.
Pero esta Lima, la que llegó a tener 2 000 carruajes, la de los bacones, los tapiales, las huacas y las bocatomas ya no existen más. No está de más recordar sus oropeles de cuando en cuando, como algunos pueden añorar la hacienda de los abuelos, sin dejar de tener en cuenta que estamos en la puerta del siglo XXI. Y esto, porque Lima supo ser plenamente isabelina en su momento, y plateresca, renacentista herreriana, manierista y barroca en otros, para llegar cargada de formas artísticas y vericuetos históricos hasta nuestros días. Esta es una ciudad que ha sabido desarrollar la capacidad de adaptarse al presente y mirar expectante al futuro. Por eso, poco ganaremos ahora si escarbamos los recodos de estos 451 años trascurridos, si nos enredamos en discusiones sobre si con la República empezó o no la decadencia de la ciudad, si hubo o no una ilusión romántica de Castilla primero y de Balta después, para con la capital del Perú. Lima ya no es la ciudad de la múltiple y rancia aristocracia, no es más la más importante del nuevo Continente, no es más el centro del comercio de toda la costa occidental de Sudamérica. Esta situación destacada se acabó con las tapadas para dar paso a otras situaciones y otras prendas como las actuales tangas.
Esta ciudad, febril obsesión de piratas y filibusteros siguió avanzando inexorable en la historia. El antiguo orden y su lógica se extinguieron luego de parpadear casi un siglo. Lima vio derruir sus murallas, que cayeron en las palabras de Porras Barrenechea “vírgenes de pólvora”; soportó la decadencia del 79 y sus trágicas consecuencias, alimentando así la leyenda negra que corre paralela a la historia dorada de la ciudad. Se acomodó al siglo XX con Leguía, y en su segunda mitad se entregó al vertiginoso crecimiento urbano y poblacional pasando en pocas décadas de 600 mil habitantes a los casi 6 millones de habitantes que hoy celebramos a Lima. Por eso, llegamos a este aniversario con la trascendencia de algunas otras cifras y esto exige mirar a la cara presente y prepararnos para el futuro; recoger del pasado la experiencia y esforzarnos para no repetir sus errores. Es cierto que durante la dominación colonial española, como más tarde bajo la República, la riqueza del país ha favorecido casi exclusivamente a la Capital y también es cierto que fueron migajas las que cayeron para las provincias y demás departamentos. Pero no es cierto que la disyuntiva del presente sea atender a Lima o atender al país.
Aquí nos juntamos la tercera parte de los peruanos, aquí está la inmensa Lima provinciana que celebra este aniversario, pero tiene también un sitio en el corazón para recordar la comunidad campesina de origen, el poblado selvático, la provincia paterna que retorna en la añoranza de las costumbres pueblerinas que hoy enriquecen esta Ciudad. Hoy Lima, capital de la República, cumple 451 años y es necesario reflexionar sobre las complejidades del presente para encontrar la salida correcta hacia el futuro digno que merece nuestra ciudad. Para ello habrá que constituir una nueva ciudad. Una ciudad que conserve lo que tiene de positivo, sus zonas y monumentos históricos, sus buenas maneras y tradiciones; que se respete y rescate lo mucho que tiene de respetable y rescatable. Pero en este empeño es indispensable recordar la exigencia ética y revolucionaria de construir una Lima para Todos. Una Lima que sea compartida por los Pizarro, los Taulichusco y sus estirpes respectivas sin distinción de culturas, etnias o clases. Esto supone una administración de verdad democrática de la ciudad. Esto requiere el fortalecimiento de las opciones populares, de la indeclinable defensa de las reivindicaciones de los pobres, de los marginados.
Carentes de servicios elementales que deberían ser derechos ciudadanos, cantidades abrumadoras de vecinos de Lima no cuentan con agua potable, sufren las inclemencias del clima entre esteras, alumbran apenas sus noches con la esperanza y no tienen pistas, mercados, escuelas y centros de salud medianamente satisfactorios. Ahora, cuando avanzamos raudos hacia el medio milenio de Lima, debemos estar claros sobre la importancia histórica de nuestra ciudad, pero más claros aún respecto a las impostergables necesidades, a lo mucho que falta por hacer. Pensemos juntos el futuro de Lima, de esta ciudad que nos acoge o nos vio nacer, que probablemente sea la ciudad de nuestros hijos y nietos. Asumamos como una realidad y un reto esta Lima tan necesitada de inversiones como de la limpieza nacida de la responsabilidad individual, tan necesitada de parques como de conciencia ciudadana, tan necesitada de agua como de sentido comunitario, de esa solidaridad que hoy practican admirablemente sus pueblos jóvenes y asentamientos humanos constituidos en los barrios populares de la gran metrópoli.
Los retos de Lima son claros y contundentes. No es este el momento para traer a colación la situación de los niños de Lima, las necesidades de sus ancianos, las demandas de sus pobladores marginalizados, los esfuerzos denodados de miles de comités de mujeres y organizaciones barriales por acceder a una existencia digna. Más bien es el momento para recordar nuestra obligación y compromiso, como autoridades municipales, representantes del vecindario metropolitano, de trabajar incansablemente por democratizar las políticas urbanas del Estado, defender los fueron municipales que la Constitución y las leyes consagran, y auspiciar una relación más serena entre las clases y las capas sociales de Lima. Y es el momento para que los olvidados de siempre y los marginalizados de ahora, Taulichusco y sus herederos, recuperen el lugar que les corresponde en nuestra historia y nuestra sociedad, para que este “lugarejo de indios” que es Lima se transforme definitivamente en la ciudad que tanto anhelamos.
Notas relacionadas:
Municipio de Lima rinde homenaje a Alfonso Barrantes.
“Barrantes en el recuerdo” por Gustavo Espinoza.
“Alfonso Barrantes” por Nicolás Lynch.
“La (izquierda) (unida)” por Eduardo Gonzáles.
comedores populares en barrios marginales y obras de ayuda social, siendo importante su programa del Vaso de leche para dar desayuno a los niños de las zonas marginales de la capital.
A continuación, el texto del discurso del sociólogo Mario Zolezzi Chocano por el 451 aniversario de la Fundación de Lima, pronunciado el 18 de enero de 1986:
Los documentos oficiales de
la Fundación de Lima nada dicen de los pobladores aborígenes del Valle
del Rímac. La historia de Lima Pre-Hispánica no se conoce ni en su
dimensión histórica ni en el detalle anecdótico. Los antiguos
asentamientos Yungas de esta comarca apenas si son mencionados como un
“lugarejo de indios” en medio del valle, por el cronista al relatar la
fundación de esta ciudad capital. Luego se les ignora y nunca más se
menciona lo que pasó con ellos, los olvidados habitantes primigenios de
Lima. Los nietos y bisnietos de los fundadores de Lima vivieron tiempos
inciertos en una aldea que fue haciéndose grande y poderosa a la sombra
de la Corona Española. Los abuelos de nuestros bisabuelos vivieron
–aquellos que fueron limeños- en una ciudad sin destino ni rumbo
definido, en la que se respiraba la pólvora de la independencia política
y el nacimiento de la república.
Lima ha vivido una larga historia de la que relativamente poco se conoce. Sin embargo, para algunos, la historia de nuestra ciudad sigue siendo una historia familiar que empieza con un texto como el que acabamos de escuchar, continúa con una rica nobleza provinciana que, enmohecía en la corte de algún virrey, y que concluye con añoranzas de balcones, tapadas, peinetas y carruajes. Durante mucho tiempo se siguió ignorando a quienes siempre fueron los olvidados de esta tierra, a pesar de su presencia palpable e insoslayable, en todas las etapas históricas de nuestro país. Pero la historia tiene la virtud de la permanencia y la lectura de cada generación; por no referirnos a las reflexiones que cada uno puede libremente hacer de los textos del Padre Cobo, de Garcilazo Inca, de Porras Barrenechea, o de la obra arquitectónica y la literatura, o la elocuencia de la pintura de Pancho Fierro, cuya galería acabamos de reabrir, o la de Cristóbal de Lozano, recogiendo los rostros de la plebe, término que al decir del historiador Flores Galindo, poseía abolengo al evocar a la Roma antigua y sus masas, que reclamaban pan y circo.
Por eso, permítaseme señalar que hay algunos aspectos de la historia de Lima que todavía no han sido, a mi entender, justamente recuperados. Tomemos en primer lugar el nombre de Lima, el nombre indígena de esta ciudad. Lima es el nombre que circulaba a viva voz, pues el nombre oficial, el de los documentos y comunicaciones a la Corona, era el de Ciudad de los Reyes, debido a que un 6 de Enero se tomó la decisión de fundar una ciudad en estos territorios ocupados en ese tiempo por campesinos colonizados y dominados por el Imperio Inca y que entonces se acomodaron de mala manera a la conquista española. Pero por lo menos en eso se impusieron: Lima se llama Lima y no la Ciudad de los Reyes y menos la Ciudad de los Magos, porque de esos reyes se trataba, pese a que los primeros caducaron mientras que los segundos siguen haciendo apariciones esporádicas en nuestra ciudad.
Hay que recuperar, decía, algunos datos de la historia de Lima que forma parte de una historia aprendida de memoria y que olvida detalles significativos. Por ejemplo, que la partición del damero de la ahora llamada Lima Monumental, don Francisco Pizarro distribuyó los solares entregando uno, de cada cuatro que formaban una manzana, a los asistentes a la Fundación de Lima. Pero esto fue así sólo en teoría, porque quienes gozaban de las simpatías del Conquistador recibieron dos y más solares como el caso de Francisco de Chávez, lugarteniente y confidente del Marqués Gobernador quien fue premiado con diez solares. Por el contrario, Diego de Almagro, su socio de la conquista no recibió ningún solar en esta Ciudad Capital, que fuera por muchos años la más importante del hemisferio. Aparentemente no tuvo méritos suficientes. También queremos recordar la legislación primigenia de esta Ciudad, la cual establecía muchas normas, a nuestro parecer equitativas y justas, como por ejemplo, la pérdida de la propiedad de un solar, si no se construía o se le cercaba, volviendo el mismo a propiedad de la ciudad. Sabroso resulta el dato anecdótico de cómo los terrenos para los colonos de Lima se obtuvieron durante un tiempo a cambio del pago anual en gallinas a la autoridad municipal.
Pero esta Lima, la que llegó a tener 2 000 carruajes, la de los bacones, los tapiales, las huacas y las bocatomas ya no existen más. No está de más recordar sus oropeles de cuando en cuando, como algunos pueden añorar la hacienda de los abuelos, sin dejar de tener en cuenta que estamos en la puerta del siglo XXI. Y esto, porque Lima supo ser plenamente isabelina en su momento, y plateresca, renacentista herreriana, manierista y barroca en otros, para llegar cargada de formas artísticas y vericuetos históricos hasta nuestros días. Esta es una ciudad que ha sabido desarrollar la capacidad de adaptarse al presente y mirar expectante al futuro. Por eso, poco ganaremos ahora si escarbamos los recodos de estos 451 años trascurridos, si nos enredamos en discusiones sobre si con la República empezó o no la decadencia de la ciudad, si hubo o no una ilusión romántica de Castilla primero y de Balta después, para con la capital del Perú. Lima ya no es la ciudad de la múltiple y rancia aristocracia, no es más la más importante del nuevo Continente, no es más el centro del comercio de toda la costa occidental de Sudamérica. Esta situación destacada se acabó con las tapadas para dar paso a otras situaciones y otras prendas como las actuales tangas.
Esta ciudad, febril obsesión de piratas y filibusteros siguió avanzando inexorable en la historia. El antiguo orden y su lógica se extinguieron luego de parpadear casi un siglo. Lima vio derruir sus murallas, que cayeron en las palabras de Porras Barrenechea “vírgenes de pólvora”; soportó la decadencia del 79 y sus trágicas consecuencias, alimentando así la leyenda negra que corre paralela a la historia dorada de la ciudad. Se acomodó al siglo XX con Leguía, y en su segunda mitad se entregó al vertiginoso crecimiento urbano y poblacional pasando en pocas décadas de 600 mil habitantes a los casi 6 millones de habitantes que hoy celebramos a Lima. Por eso, llegamos a este aniversario con la trascendencia de algunas otras cifras y esto exige mirar a la cara presente y prepararnos para el futuro; recoger del pasado la experiencia y esforzarnos para no repetir sus errores. Es cierto que durante la dominación colonial española, como más tarde bajo la República, la riqueza del país ha favorecido casi exclusivamente a la Capital y también es cierto que fueron migajas las que cayeron para las provincias y demás departamentos. Pero no es cierto que la disyuntiva del presente sea atender a Lima o atender al país.
Aquí nos juntamos la tercera parte de los peruanos, aquí está la inmensa Lima provinciana que celebra este aniversario, pero tiene también un sitio en el corazón para recordar la comunidad campesina de origen, el poblado selvático, la provincia paterna que retorna en la añoranza de las costumbres pueblerinas que hoy enriquecen esta Ciudad. Hoy Lima, capital de la República, cumple 451 años y es necesario reflexionar sobre las complejidades del presente para encontrar la salida correcta hacia el futuro digno que merece nuestra ciudad. Para ello habrá que constituir una nueva ciudad. Una ciudad que conserve lo que tiene de positivo, sus zonas y monumentos históricos, sus buenas maneras y tradiciones; que se respete y rescate lo mucho que tiene de respetable y rescatable. Pero en este empeño es indispensable recordar la exigencia ética y revolucionaria de construir una Lima para Todos. Una Lima que sea compartida por los Pizarro, los Taulichusco y sus estirpes respectivas sin distinción de culturas, etnias o clases. Esto supone una administración de verdad democrática de la ciudad. Esto requiere el fortalecimiento de las opciones populares, de la indeclinable defensa de las reivindicaciones de los pobres, de los marginados.
Carentes de servicios elementales que deberían ser derechos ciudadanos, cantidades abrumadoras de vecinos de Lima no cuentan con agua potable, sufren las inclemencias del clima entre esteras, alumbran apenas sus noches con la esperanza y no tienen pistas, mercados, escuelas y centros de salud medianamente satisfactorios. Ahora, cuando avanzamos raudos hacia el medio milenio de Lima, debemos estar claros sobre la importancia histórica de nuestra ciudad, pero más claros aún respecto a las impostergables necesidades, a lo mucho que falta por hacer. Pensemos juntos el futuro de Lima, de esta ciudad que nos acoge o nos vio nacer, que probablemente sea la ciudad de nuestros hijos y nietos. Asumamos como una realidad y un reto esta Lima tan necesitada de inversiones como de la limpieza nacida de la responsabilidad individual, tan necesitada de parques como de conciencia ciudadana, tan necesitada de agua como de sentido comunitario, de esa solidaridad que hoy practican admirablemente sus pueblos jóvenes y asentamientos humanos constituidos en los barrios populares de la gran metrópoli.
Los retos de Lima son claros y contundentes. No es este el momento para traer a colación la situación de los niños de Lima, las necesidades de sus ancianos, las demandas de sus pobladores marginalizados, los esfuerzos denodados de miles de comités de mujeres y organizaciones barriales por acceder a una existencia digna. Más bien es el momento para recordar nuestra obligación y compromiso, como autoridades municipales, representantes del vecindario metropolitano, de trabajar incansablemente por democratizar las políticas urbanas del Estado, defender los fueron municipales que la Constitución y las leyes consagran, y auspiciar una relación más serena entre las clases y las capas sociales de Lima. Y es el momento para que los olvidados de siempre y los marginalizados de ahora, Taulichusco y sus herederos, recuperen el lugar que les corresponde en nuestra historia y nuestra sociedad, para que este “lugarejo de indios” que es Lima se transforme definitivamente en la ciudad que tanto anhelamos.
Lima, 18 de enero de 1986
Municipio de Lima rinde homenaje a Alfonso Barrantes.
“Barrantes en el recuerdo” por Gustavo Espinoza.
“Alfonso Barrantes” por Nicolás Lynch.
“La (izquierda) (unida)” por Eduardo Gonzáles.
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