PRIMERA PARTE
Teatro, movimiento y quietud
Las dictaduras básicamente lo que intentan es abolir el movimiento.
Suprimir los derechos de aquellos que tratan de pensar el movimiento.
“La vida.” En nombre de supuestos valores detienen el pensamiento
bloqueando todos los análisis en términos de movimiento. Los derechos
humanos se suprimen para que no se piense más. Lo que se trata es de...
inmovilizar los cuerpos o que desaparezcan. La complicidad civil es un
conglomerado de cuerpos inmóviles y aterrados. Cuando hablo de cuerpo
me refiero a régimen de afección, régimen de conexiones con otros
cuerpos. De multiplicidad. De contagio. Eso es lo suprimido. La potencia
de actuar. Quedan entonces los cuerpos sin vida, cada cuerpo recortado
en sí mismo. Replegado. El terror impide pensar el movimiento.
Subjetividad del terror. Se logra domesticar los cuerpos y sus regímenes
de conexiones, pero el cuerpo domesticado ignora el proceso de su
domesticación en la necesidad de supervivencia. Se puede en estas
condiciones seguir haciendo teatro, filmando películas, escribiendo
poesías, literatura o practicar psicoanálisis. Lo que no se puede, en
cambio, es construir conceptos o imágenes en movimiento que sean capaces
de inventar pensamientos críticos. Ese es el límite. El pensamiento
crítico. Cultura de la domesticación. Del pacto. Se aprende a pactar en
silencio. Esto sí. Esto no. Cuestión de supervivencias y de
implicancias. Es posible que no se pueda hacer en esas circunstancias
otra cosa que callar, desaparecer o pactar. Y de improviso, en el medio
de tanta atomización resignada, ocurre el acontecimiento. El hecho
cultural que recupera el cuerpo deseante de todos..
Eduardo “Tato” Pavlovsky. Página 12. 13 de marzo de 2014
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