Por Mariano Olivera La Rosa
De la revista Cosas.pe
-En una oportunidad, conversando con algunos católicos a ultranza, surgió tu nombre. Se refirieron a ti como un “pseudoprofeta del Maligno”. ¿Te sientes a gusto con ese título nobiliario?
Sí (risas)... En los últimos tres años me he dedicado a este tema; supongo que es parte del costo.
-¿Qué falta cometiste para que te echaran del colegio San Agustín?
Jodía a los profesores, me peleaba... Arrastré una matrícula condicional desde...
primero de media. Y cuando me iban a botar a mitad de año en cuarto de secundaria, entró un nuevo director de disciplina que se apiadó de mí. Me dijo: “Mira, no te voy a botar ahorita, pero en diciembre te vas” (vuelven las risas).
-Tu transformación comenzó cuando entraron dos curas sodálites al colegio. “Vamos a cambiar el mundo”, te dijeron.
Eso fue en un retiro. Detectaron los tronchos y las botellitas que habíamos llevado y nos quitaron el vacilón… Y bueno, me capturaron.
-Antes de ser sodálite eras “un chiquillo problemático que fumaba tronchos”. ¿Retomaste el asunto de los tronchos luego de tu affaire con el Sodalicio?
Me reencontré con el trago… y con las chicas –sonríe.
-Abandonas el Sodalicio por una calentura juvenil.
Sí, pues, tenía ganas de estar con una chica. Tenía veintipocos; las hormonas todavía estaban revueltas. Estuve dos años y medio viviendo en la comunidad. Todo ese tiempo sin sexo… “Manopla”, nomás, ja, ja.
-Tu estancia en el Sodalicio también te llevó a romper el vínculo con tu padre.
Algo que ocurría cuando estaba en una de las casas de formación, en San Bartolo, era que abrían la correspondencia. Hasta entonces, mantenía comunicación epistolar con mi viejo, que estaba separado de mi mamá; vivía en Caracas. Pero todo el tiempo que estuve en San Bartolo dejé de recibir correspondencia; catorce años después me llamaron de la embajada para decirme que mi viejo se estaba muriendo en un hospital de Caracas. Me fui para allá y después de que nos abrazamos y lloramos, me dijo: “Nunca entendí por qué cortaste la comunicación conmigo”. Ahí até cabos y pensé: “Estos hijos de puta…”. Me robaron catorce años de relación con mi padre.
-¿La Iglesia católica en el Perú estaría mejor sin Cipriani a la cabeza?
Ah, sin duda. Cipriani me parece un personaje intolerante, que encarna justamente los valores más carcas de la sociedad peruana, lo que nos atrasa, lo que no nos permite caminar al desarrollo. Mantiene un pensamiento de cavernícola. Pero hay otros curas católicos más progresistas. No todos son como él. Lamentablemente, Cipriani ha sido el primer cardenal del Opus Dei y, en consecuencia, el Perú es su laboratorio.
-A nivel mundial, ¿crees que el catolicismo tiene fecha de caducidad o con el Papa Francisco puede recobrar los bríos?
Francisco acaba de cumplir un año como Papa y ya está sincerando su discurso, que es el de la Iglesia de toda la vida. Todo lo que la Iglesia ha predicado con Benedicto XVI y con Juan Pablo II se está reeditando con Francisco.
-Última pregunta: si al morir, te das con la sorpresa de que Dios existe y te intercepta en tu camino al infierno para conversar, ¿qué le dirías?
¡¡La cagué!! Ja, ja, ja.
Fuente: http://diario16.pe/noticia/46212-la-iglesia-catolica-peru-estaria-mejor-sin-cipriani-cabeza
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