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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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jueves, 10 de enero de 2013

Antonio Cisneros, el poeta que amaba la vida


Antonio Cisneros, el poeta que amaba la vida
Nos recibe con los lentes en la mano, en terno, con un gesto serio pero con la acostumbrada sonrisa pícara, casi imperceptible, escabullida entre tanta solemnidad. Es una foto ampliada, suya, la que nos da la bienvenida al Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega. Al lado inferior del retrato, se distingue el título de la exposición/homenaje, “Antonio Cisneros, el poeta que amaba la vida”.
Al ingresar en el segundo piso de tan antigua e imponente casona, observamos un libro, en el que los visitantes de la muestra han tenido a bien firmar. Mensajes como “el buen Toño era...
mi vecino, un gran tipo”, otros un poco más sentidos, “gracias por tus enseñanzas, poeta Cisneros, tuve la suerte de conocerte un poco más”, en fin, los que menos escriben un verso del poeta y lo sellan con un definitivo “gracias”.
La primera foto que compone el homenaje data de 1960. En ella aparece Toño jovencísimo, de pie y con los brazos juntos. Otra, capturada cinco años más tarde, lo muestra de perfil, mostrando aquella nariz aguileña que engalanaba su rostro.
Un escrito titulado “En Londres el poeta Cisneros ha sorteado las dos amenazas” abre la exposición. En este texto, Mario Vargas Llosa despliega y resalta, a propósito del premio Casa de las Américas, otorgado al vate por unanimidad en 1968, las cualidades de su obra poética, principalmente del “Canto ceremonial contra un oso hormiguero”.
Cuenta el autor de “Los cachorros” cómo el poeta logró sortear las dos amenazas que atrapan a los sudamericanos en Europa, continente al que Cisneros Campoy viajó previo al galardón. Además, resalta el hecho de que, por primera vez, un peruano gane el mencionado laurel entre 211 concursantes y por unanimidad del jurado, que estuvo integrado por Claribel Alegría, Jorge Enrique Adoum, León de Greiff, Juvencio Valle  y Fayad Jamís, “poetas de generaciones distintas, de convicciones estéticas poco conciliables”, manifiesta el nobel de literatura.
“Dos reacciones extremas amenazan a los jóvenes sudamericanos que llegan a Europa: una feroz melancolía provinciana que los catapulta en la soledad y en la neurosis más paralizantes, o en una euforia ecuménica de bárbaros hechizados por los prestigios más artificiales y llamativos de la vida bohemia, que lleva a perderse, a disolverse en un cosmopolitismo invertebrado e irreal. Cisneros ha sorteado felizmente estas dos trampas, y aunque corta, su experiencia europea le ha sido sumamente provechosa: ha ensanchado su visión del mundo, ha disciplinado su vocación, ha fortalecido espiritual y emocionalmente su personalidad de creador”, se lee.
Luego se da inicio a los retratos familiares, plagados de fotos pequeñas en blanco y negro. Junto a su madre, América Campoy, en Miraflores. Con su padre, Alfonso Cisneros, también en Miraflores, distrito en el que Toño nació dos días después de la Navidad del ‘42. Más adelante, un retrato del poeta al estilo de Carlos Enrique Polanco.
Su voz existe, diría el también poeta Juan Gonzalo Rose. Y es cierto. Una pantalla gigante nos transmite a la Feria del Libro y luego a una entrevista con el periodista Raúl Vargas, y luego su voz sigue existiendo en ese constante intento de perdurar, de escucharlo vivo, recitando, con la voz rasposa y esa aparente o acaso eterna actitud jovial.
En una pared completa figuran las palabras obligadas que describen al hombre que fue. Rosella Di Paolo realiza una conjugación maleconera en la que de alguna manera aparece su bicicleta y Antonio; Guillermo Niño de Guzmán lo describe como “un personaje de leyenda”; y demás escritores, como Raúl Zurita, Peter Elmore y el sociólogo Nelson Manrique, recuerdan en pocas líneas su amistad con Cisneros, importante representante de la generación de poetas peruanos del sesenta, fallecido el 6 de octubre del año pasado.
Un segundo espacio de la exposición es dedicado a Toño, el padre de Soledad, Alejandra y Diego, el esposo de Nora, con quien aparece en una foto de 1974 con el look de la época, a lo John Travolta y Olivia Newton-John en “Grease”. En otro espacio se lucen los carnés de prensa, algo marchitos, de sus épocas como periodista. Monos y monadas, RPP, La razón, Debate, Sí, La República, El Búho, Marka y Liberation son algunos de los medios en los que Antonio laboró.
En otras imágenes podemos observar al poeta en Niza, Berlín, Provenza, La Habana. En la memoria de quien algún día se mofó elegantemente de la desgracia que produce el desamor, de quien descubrió que no era cierto el “para siempre”, que tarde o temprano termina esfumándose con la misma destreza con que fue pronunciado y que, como reza su poema “Cuatro boleros maroqueros”, “No me aumentaron el sueldo por tu ausencia/ sin embargo/ el frasco de Nescafé me dura el doble/ el triple las hojas de afeitar”.
EL DATO.
Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega. Jirón Ucayali 391, Lima. De martes a sábado de 10:00 a.m. a 7:30 p.m. y domingos de 10:00 a.m. a 6:00 p.m. Ingreso libre
MILAGROS OLIVERA
molivera@diario16.com.pe

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