Nos recibe con los lentes en la mano, en terno, con un gesto serio pero
con la acostumbrada sonrisa pícara, casi imperceptible, escabullida
entre tanta solemnidad. Es una foto ampliada, suya, la que nos da la
bienvenida al Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega. Al lado
inferior del retrato, se distingue el título de la exposición/homenaje,
“Antonio Cisneros, el poeta que amaba la vida”.
Al ingresar en el segundo piso de tan antigua e imponente casona,
observamos un libro, en el que los visitantes de la muestra han tenido a
bien firmar. Mensajes como “el buen Toño era...
mi vecino, un gran tipo”, otros un poco más sentidos, “gracias por tus enseñanzas, poeta Cisneros, tuve la suerte de conocerte un poco más”, en fin, los que menos escriben un verso del poeta y lo sellan con un definitivo “gracias”.
mi vecino, un gran tipo”, otros un poco más sentidos, “gracias por tus enseñanzas, poeta Cisneros, tuve la suerte de conocerte un poco más”, en fin, los que menos escriben un verso del poeta y lo sellan con un definitivo “gracias”.
La primera foto que compone el homenaje data de 1960. En ella aparece
Toño jovencísimo, de pie y con los brazos juntos. Otra, capturada cinco
años más tarde, lo muestra de perfil, mostrando aquella nariz aguileña
que engalanaba su rostro.
Un escrito titulado “En Londres el poeta Cisneros ha sorteado las dos
amenazas” abre la exposición. En este texto, Mario Vargas Llosa
despliega y resalta, a propósito del premio Casa de las Américas,
otorgado al vate por unanimidad en 1968, las cualidades de su obra
poética, principalmente del “Canto ceremonial contra un oso hormiguero”.
Cuenta el autor de “Los cachorros” cómo el poeta logró sortear las dos
amenazas que atrapan a los sudamericanos en Europa, continente al que
Cisneros Campoy viajó previo al galardón. Además, resalta el hecho de
que, por primera vez, un peruano gane el mencionado laurel entre 211
concursantes y por unanimidad del jurado, que estuvo integrado por
Claribel Alegría, Jorge Enrique Adoum, León de Greiff, Juvencio Valle y
Fayad Jamís, “poetas de generaciones distintas, de convicciones
estéticas poco conciliables”, manifiesta el nobel de literatura.
“Dos reacciones extremas amenazan a los jóvenes sudamericanos que
llegan a Europa: una feroz melancolía provinciana que los catapulta en
la soledad y en la neurosis más paralizantes, o en una euforia ecuménica
de bárbaros hechizados por los prestigios más artificiales y llamativos
de la vida bohemia, que lleva a perderse, a disolverse en un
cosmopolitismo invertebrado e irreal. Cisneros ha sorteado felizmente
estas dos trampas, y aunque corta, su experiencia europea le ha sido
sumamente provechosa: ha ensanchado su visión del mundo, ha disciplinado
su vocación, ha fortalecido espiritual y emocionalmente su personalidad
de creador”, se lee.
Luego se da inicio a los retratos familiares, plagados de fotos
pequeñas en blanco y negro. Junto a su madre, América Campoy, en
Miraflores. Con su padre, Alfonso Cisneros, también en Miraflores,
distrito en el que Toño nació dos días después de la Navidad del ‘42.
Más adelante, un retrato del poeta al estilo de Carlos Enrique Polanco.
Su voz existe, diría el también poeta Juan Gonzalo Rose. Y es cierto.
Una pantalla gigante nos transmite a la Feria del Libro y luego a una
entrevista con el periodista Raúl Vargas, y luego su voz sigue
existiendo en ese constante intento de perdurar, de escucharlo vivo,
recitando, con la voz rasposa y esa aparente o acaso eterna actitud
jovial.
En una pared completa figuran las palabras obligadas que describen al
hombre que fue. Rosella Di Paolo realiza una conjugación maleconera en
la que de alguna manera aparece su bicicleta y Antonio; Guillermo Niño
de Guzmán lo describe como “un personaje de leyenda”; y demás
escritores, como Raúl Zurita, Peter Elmore y el sociólogo Nelson
Manrique, recuerdan en pocas líneas su amistad con Cisneros, importante
representante de la generación de poetas peruanos del sesenta, fallecido
el 6 de octubre del año pasado.
Un segundo espacio de la exposición es dedicado a Toño, el padre de
Soledad, Alejandra y Diego, el esposo de Nora, con quien aparece en una
foto de 1974 con el look de la época, a lo John Travolta y Olivia
Newton-John en “Grease”. En otro espacio se lucen los carnés de prensa,
algo marchitos, de sus épocas como periodista. Monos y monadas, RPP, La
razón, Debate, Sí, La República, El Búho, Marka y Liberation son algunos
de los medios en los que Antonio laboró.
En otras imágenes podemos observar al poeta en Niza, Berlín, Provenza,
La Habana. En la memoria de quien algún día se mofó elegantemente de la
desgracia que produce el desamor, de quien descubrió que no era cierto
el “para siempre”, que tarde o temprano termina esfumándose con la misma
destreza con que fue pronunciado y que, como reza su poema “Cuatro
boleros maroqueros”, “No me aumentaron el sueldo por tu ausencia/ sin
embargo/ el frasco de Nescafé me dura el doble/ el triple las hojas de
afeitar”.
EL DATO.
Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega. Jirón Ucayali 391, Lima. De
martes a sábado de 10:00 a.m. a 7:30 p.m. y domingos de 10:00 a.m. a
6:00 p.m. Ingreso libre
MILAGROS OLIVERA
molivera@diario16.com.pe
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