*-*

Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
*-*
"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
*-*

martes, 8 de enero de 2013

“¿Tienes que ser viejo para que te den un premio?”


“¿Tienes que ser viejo para que te den un premio?”

Habla pausado, como pidiéndole permiso a las palabras. Sin prisa, como si se tratara de una larga pincelada, rememora la historia de su arte, que por definición es también la de su vida. Es un hombre de silencios prolongados. Christian Bendayán Zagaceta nos permite reconocer la selva a partir de su minuciosa y detallada pintura. A los 21 años expuso por primera vez, a los 30 le realizaron una retrospectiva y ahora, poco antes de cumplir los 40, ha recibido el Premio Nacional de Cultura en...
la categoría Creatividad. En su taller hay un hombre triste, esperando ser consumado. Es una obra en la que lleva diez meses, pero que aún no logra finalizar. “A veces puedo terminar una pintura en un día, otras, como con él, me demoran meses”, comenta.
 
-¿Cómo decidiste dedicarte al arte?
Desde niño pintaba. Cuando salí del colegio y tenía que tomarme en serio la idea de hacer una carrera, ya sabía que quería dedicarme a la pintura.
 
-¿Eres de formación autodidacta?
Intenté estudiar en varias escuelas, pero me sentía más cómodo pintando por mi cuenta. Soy autodidacta, pero con muchos amigos maestros, como José Ashuco y LU.CU.MA. También llevé un taller con Carlos Enrique Polanco. Son muchos los artistas que han hecho de maestros para mí.
 
-¿Cómo así te introduces en la movida artística de Iquitos?
Yo crecí en un mundo de intelectuales y de artistas. Mi padre era integrante de Bubinzana, que es el grupo de literatura más importante que tuvo la selva, del que también formaba parte Javier Dávila Durand, entre otros. Ellos estaban muy vinculados a artistas como Yando Ríos. Mi padre coleccionaba obras y muchos artistas eran sus amigos, a mí me adoptaron como mascota. Yo me veía de chiquillo acompañándolos en sus reuniones bohemias o yendo a sus exposiciones. Poco a poco me fui interesando por otros tipos de arte, por otras líneas artísticas, así como por el arte callejero. Empecé a buscar a los autores de algunos murales que estaban en las calles y trabajé con ellos. Me puse a pintar con ellos, a coleccionar sus obras, a curar sus muestras. En un momento me acerqué un poco más al arte indígena de la Amazonía, e incorporo a artistas como Rubio, Roldán Pinedo, a proyectos curatoriales.
 
-¿Ser el hijo de un intelectual reconocido te sirvió, en un inicio, para alcanzar cierto renombre?
No creo que tenga que ver con eso, porque, finalmente, si no eres consecuente con tu trabajo, si no tienes talento o si la gente no engancha y no entiende tu obra, estás perdido. En todo caso, yo hice mi carrera luego de la muerte de mi padre. Gracias a él conocí desde niño aspectos del arte que ahora me sirven mucho.
 
-¿Tuviste el apoyo de tu familia?
Mi padre y mi madre siempre apoyaron mi carrera y la de mis hermanos, nunca se opusieron a lo que queríamos hacer. Incluso cuando era muy niño y me dedicaba a coser y a bordar, mi madre dijo: “Este se va a dedicar a eso”, y me metió a unas clases de costura. En verdad yo lo hacía a falta de plumones y de óleos, o simplemente me dedicaba a esas cosas porque quería experimentar. De algún modo era hacer cuadros, crear figuras, crear colores.
 
-¿Cuál es la historia detrás del cuadro “Pocha y sus hermanas”?
La historia es que cuando era niño, muy cerca a mi casa, las vecinas se bañaban así. Y desde mi ventana yo podía ver la escena. Este es un recuerdo que, me imagino, mucha gente de la selva debe tener. Antes las cosas se daban con mucha naturalidad. Ahora hemos perdido hasta la gracia en nuestra forma de hablar. Antes todo era mucho más natural y ese recuerdo siempre me acompañó. Un día decidí hacer ese cuadro con unas amigas a las que quiero mucho y que tuvieron la generosidad de posar desnudas en un espacio libre. La verdad, yo creo que estuve ahí, mientras Pocha y sus hermanas se bañaban, pero detrás de la pared, espiando.
 
-¿Realmente en la selva se ha perdido la gracia hasta en el habla?
Sí, se han perdido muchas cosas. Las ciudades se han vuelto muy ruidosas, están llenas de mototaxis que no usan silenciador porque así van más rápido, pero hacen mucho más ruido. Se han perdido costumbres muy bonitas, como la celebración de la fiesta de San Juan, que ahora se ha convertido en una juerga y punto. A pesar de eso, la selva sigue siendo un espacio diferente al resto del Perú, pero es cierto que hay historias y mitos que van desapareciendo.
 
-¿A qué crees que se deba?
Es el curso de la vida. Es así. Todo va cambiando, se transforma, sobre todo las cosas a las que no se les da la fuerza necesaria. También se debe a una escasa o casi inexistente política cultural en la Amazonía, falta reforzar la identidad en la educación. Al decir que se ha perdido hasta la forma de hablar, no me refiero solo al modo de hablar de los charapas, que hablamos cantando, sino también a las lenguas nativas originarias. Cuando las familias migran a la ciudad, van perdiendo sus lenguas, ocultando sus tradiciones y orígenes, pues tenemos una política educativa que no está diseñada según las necesidades de cada región. Las personas terminan negándose a sí mismas.
 
-Pero tú no hablas cantando…
Cuando estoy entre charapas, canto más que todos, porque fluye, es como cuando estás con gringos y tienes que hablar inglés, con charapas hablas charapa (risas). Y te entiendes mucho mejor con la gente, usas palabras que son mucho más específicas, más descriptivas.
 
PREMIO NACIONAL DE CULTURA
 
-¿Qué significado le das a este galardón?
Creo que un reconocimiento así te cae como una responsabilidad, te demuestra que lo que has hecho le importa a la gente. Mis proyectos siempre se han orientado al trabajo social, a la reflexión. Tampoco es que no me sentía capaz de tener un premio así, no es el primer galardón que se me otorga, pero sí el más importante hasta el momento. Yo empecé bastante joven, mi primera exposición fue a los 21 años. El Premio Nacional de Arte que otorga la embajada de Francia también lo recibí siendo muy joven.
 
-¿Qué les dirías a los críticos de tu premio?
Yo creo que todo premio genera esto, principalmente cuando son premios importantes. Por otro lado, pienso que cada uno es conciente del valor de su trabajo y no necesita un premio para saber lo que realmente vale. Un premio es una motivación, un impulso, pero no es una verdad absoluta. Todo el tiempo se dan premios y eso no significa que eres el mejor. Que no te den un premio no es razón para arañarse.
 
-¿A qué te refieres?
Una de las críticas más fuertes vino de parte de un participante. La verdad es que el asunto de los premios tiene que ver con el jurado –que en este caso es de prestigio–, y en segundo lugar, con los tiempos. Si en esta ocasión se ha premiado a alguien no tan viejo como yo, es porque actualmente es importante que la obra esté vinculada con la sociedad, y eso estaba en las bases. O sea, el trabajo más allá del hecho de pintar. Mi obra ha estado vinculada en algún momento a rescatar la producción artística y desconocida de la Amazonía. En otro momento, desde mi misma pintura, a promocionar el arte callejero, el arte anónimo, a darle nombre a estos artistas. Mi labor también se ha vinculado a la problemática infantil de Iquitos, como es el caso del proyecto “El niño de la caja”, que consiste en una pintura que sale en procesión cada primero de mayo y es alzada por los niños trabajadores de las calles de Iquitos. Finalmente, mi obra ha insistido en la igualdad de derechos y de trato hacia las diferentes opciones sexuales.
 
-¿Qué opinas del arte abstracto?
La verdad, no te puedo dar una opinión muy clara, me gusta el arte abstracto, me gusta el arte en general.
 
-Uno de los referentes peruanos del arte abstracto es Fernando de Szyszlo, quien, además, te ha criticado…
Mira, líneas artísticas que han sido parte de un movimiento generacional ya pasado tienen su valor en la historia y, por supuesto, tuvieron un gran valor en su momento, pero no hay nada en el arte que sea eterno. El arte debe renovarse constantemente, responder a situaciones reales, vinculadas a cada tiempo, y hay que tener el valor como artista de aceptar discursos nuevos, de admitir que cada tiempo exige un pensamiento, una técnica, un color diferente.
 
-¿Por qué tu arte está tan marcado por la imagen de la mujer semidesnuda?
¿Te parece? Sí pues. Será porque soy muy pegado a la pintura clásica.
 
-¿A cuánto se cotizan tus pinturas?
Depende, la verdad, no me gusta hablar de precios.
 
-¿Hay jerarquías? Entre un pintor, un grafitero…
Para mí no. Hay mucha gente que hace comentarios desubicados en prensa, que dice que son cosas muy diferentes. Yo creo que no. Por ejemplo, en el ‘76, cuando se le otorgó el Premio Nacional de Cultura a López Antay, muchos artistas saltaron porque le dieron el galardón a un artista popular. En el setenta, le dieron el premio de San Isidro a Tola, que era un reconocimiento importante de pintura. Fue igual, saltaron porque era muy joven para tener un galardón. ¿Tienes que ser viejo para que te den un premio? Tú ves la pintura de Tola a sus veintitantos años y era genial.
 
-En tu obra se evidencia una fuerte presencia materna y una casi nula figura paterna…
Mi padre está presente de modo solapa. Esta ahí. De niño lo dibujaba más. Por cosas de la vida, como la muerte de mi papá, quería hacerla sentir mejor a mi mamá y la retrataba.
 
 
MILAGROS OLIVERA
molivera@diario16.com.pe

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.