Una de las razones por las cuales somos uno de los países más infelices
Nelson se sintió estafado pero consideró que no le quedaba otra, lo que no consideró es que un día, en la chamba, debido a un esfuerzo inadecuado para alguien de su edad, los tendones de sus brazos se desgarrarían, no funcionarían igual y no podría trabajar, y tres meses después, cuando el dolor ya se hacía insoportable, va a atenderse a EsSalud y le dicen que como no ha aportado ese tiempo (tres meses), no puede recibir atención especializada. Sin importar sus más de 40 años de aporte a EsSalud. Lamentando su desdicha, va a una clínica particular en donde le dicen que la operación a sus brazos le costará 7 mil soles por brazo. Entonces, Nelson, quien ha trabajado formal y honestamente toda su vida, quien ha creído en este sistema de protección social, a los 60 años, se ve completamente desamparado, y los pocos ahorros que ha juntado se ven comprometidos en una enorme deuda que le resulta imposible de pagar. No podrá operarse ni tendrá pensión al jubilarse.
¿Por qué le pasa esto a Nelson y tal vez a cientos de trabajadores que han aportado muchísimos años? ¿Qué le pasa a este sistema de seguridad social para dejar en el completo desamparo a sus aportantes? ¿Qué pasa con la gente que tiene contratos de tres meses o de un mes, que mientras está contratado puede atenderse, pero cuando termina su contrato no? ¿Y qué pasa con el gran porcentaje de trabajadores informales que tiene el Perú que no aportan a la seguridad social?
Yo trabajé en una empresa en donde me renovaban el contrato mensualmente, cuando un día decidí por fin atenderme en EsSalud, me dijeron que no podría hacerlo hasta que fuera nuevamente contratada, y como en EsSalud las citas se sacaban para dentro de un mes, era completamente imposible que entre la solicitud de cita y la cita misma, hubiera un mismo contrato que me avale como asegurada. No volví más y las pocas veces que me enfermé tuve que ir al sistema privado, que es mediocre, que me cobra más, pero que me asegura la atención, precaria, pero atención al fin.
Mi padre falleció el 2003 y a mi hermano le correspondía una pensión por discapacidad, ya que no puede mantenerse solo, a 2013, diez años después de la muerte de mi padre, mi hermano aún sigue esperando la pensión, no ha podido atenderse nunca en EsSalud, su enfermedad ha ido haciéndose crónica y es, al final, la familia la que lo mantiene. Y esta protección familiar es realmente azarosa, y por eso es muy común ver a tanta gente abandonada a su suerte en las calles.
Y así como estas, deben de haber miles de historias de personas que, a pesar de aportar para un seguro social, realmente no gozan de seguridad social, y muchas más a las que les resultó imposible aportar, y no tienen nada. El principio básico de la seguridad social debería partir de entender que la salud, una jubilación digna, la educación y el trabajo son derechos. El Estado debe garantizar tu salud no por cuánto estés aportando, sino porque eres un ciudadano.
Pero en el Perú tenemos un sistema de seguridad social que no garantiza esto, porque no es universal y a la poca gente que logra estar dentro, la deja en la incertidumbre. Ante este sistema fallido e insuficiente de seguridad, se plantea la privatización como la “mejor” salida, con la tautológica idea de que el Estado funciona mal porque es Estado y que la empresa funciona bien porque es empresa. Aunque al final, se repetirá la misma historia, la gente que ha ganado bien toda su vida tendrá una jubilación decente y la salud garantizada por los mejores médicos del país, la gente que ha aportado menos tendrá una jubilación magra y una atención deficiente en salud, y la gente que no ha aportado nada, por la informalidad, se quedará sin nada y sin opción de atención médica. Solo que en esta última hay grupos económicos que se fortalecen y se hacen más poderoso para seguir manteniendo un país sin seguridad social, porque la seguridad social es peligrosa porque la gente puede empezar a creer que realmente tiene derechos, y eso, el poder debe evitarlo a toda costa.
La “seguridad social” que actualmente tenemos es cualquier cosa menos segura y lo que menos le importa es el bienestar social. Lo que necesita el Perú es un sistema de solidaridad tanto en salud, educación y jubilaciones en el cual todos sus ciudadanos tengan derechos, y en el que necesariamente habrá gente que aportará más de lo que finalmente va a recibir y gente que aportará menos de lo que finalmente va a recibir. Eso sucede en los países a los que el estudio de la ONU considera felices: Dinamarca, Noruega, Suiza, Países Bajos y Suecia. Esta lógica permitiría una seguridad social justa que disminuya las profundas desigualdades que ha originado y mantiene el modelo neoliberal en América Latina, quizás la característica más perversa de la región.
Lo que tenemos actualmente es un sistema que mercantiliza y deshumaniza, en el que el bolsillo está por delante de la dignidad humana, y mientras se mantenga este sistema, seguiremos teniendo un porcentaje alto de personas de 60, 70, 80 años que tienen que seguir trabajando de cualquier cosa por sueldos miserables, a los tecnócratas defendiendo lo indefendible, y a millones de peruanos creyendo que no hay otra alternativa para sobrevivir. Más de 20 años de neoliberalismo han logrado hacer creer a muchos que el pobre es pobre porque se lo merece, que el rico es rico porque también se lo merece, y que el destino de las personas está determinado por su propio actuar en la vida y no por un sistema que a muchos nos ha condenado y que a algunos pocos los ha privilegiado.
PD: Los criterios del estudio fueron esperanza de vida, percepción de corrupción, PBI per cápita, libertad para tomar decisiones, soporte social y la generosidad. En este artículo solo tratamos la variable soporte social, en los próximos trataremos las otras variables. Este artículo está publicado en la revista Nexos.
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