A mi me gusta mas la gente que busca. La que encuentra, me aburre.
Generalmente, los maestros, entre comillas, de la actuación son muy
aburridos, porque no buscan nada, ya que creen que lo saben todo.
En el año 2001 vi en Buenos Aires, por segunda vez, a Alfredo Alcón, uno
de los actores más reconocidos y populares del teatro y el cine
argentinos. Aunque su prestigio ha ido más allá de las fronteras de su
patria. Hacía “La Tempestad”, la obra de Shakespeare, con la dirección
de...
Lluis Pascual, el director catalán con el que había colaborado antes
con “Eduardo II”, de Marlowe, y muy posteriormente con “Los papeles de
Federico”, sobre textos de Federico García Lorca. Ahora, a los 82 años,
sigue haciendo teatro con una energía
inexplicable. Lo mismo ocurre con Federico Luppi y Héctor Alterio. ¿El
teatro puede transformar la conciencia y dominar el cuerpo para que
durante un par de horas se produzca la magia y el peligro?
En
esta entrevista de Hugo Caligaris, realizada a Alfredo Alcón, el actor
dice que aún tiene miedo de salir a escena y enfrentarse al público.
¿Cuál es su primer recuerdo en relación con el teatro?
-Cuando
mis abuelos me llevaron a ver a Carmen Amaya, quien era una gran
bailarina flamenca, catalana, pero de estirpe gitana, yo estaba en un
palco y se me dio por mirar a la platea. La gente parecía espantada.
Oscuramente, y no con las palabras que estoy diciendo ahora, me dije que
aquello era distinto de todo lo que yo había visto hasta el momento. Yo
ya había ido al teatro otras veces, y la gente estaba muy cómoda y
tranquila en sus butacas, distanciada de lo que ocurría en escena. Aquí
estaban todos salidos de ellos mismos, como si estuvieran viviendo un
terremoto, una catástrofe. El baile flamenco me parecía bello, pero
terrible. Y lo más presente era lo profundo, lo negro, lo trágico.
Carmen Amaya no era una mujer bella, sobre todo para los cánones de la
época. Era bajita, huesuda... Pero me quedó muy grabado cómo se
transformaba: ya no era ella, y el público se rendía a las experiencias
que ella proponía.
¿Entonces se dio cuenta del efecto que puede causar el arte?
-
Me di cuenta de que una persona puede tener un enorme poder, el de
sacar a la gente que va a verla de sus butacas. Me parece que el teatro
se ha transformado en una cosa civilizada, muy correcta. Pero muchas
veces no hay peligro. Yo extraño ese peligro, el que se sentía, por
ejemplo, viendo a Carmen Amaya.
¿Y la formación de un actor?
-A
mí me gusta más la gente que busca. La que encuentra, me aburre.
Generalmente, los maestros, entre comillas, de la actuación son muy
aburridos, porque no buscan nada, ya creen que lo saben todo. El que
busca poco, encuentra rápido. Entonces, hay un momento en que usted ya
sabe algo de su oficio y ya sale tranquilo y seguro a escena, y entonces
es cuando está terminado, ha llegado a su límite. No me pongo como
ejemplo para que hagan lo mismo que yo. Yo le digo que todos los días
antes de salir a escena estoy muerto de miedo. Y creo que a la mayoría
de los actores les pasa lo mismo. Cada quien lo disimula como puede.
-¿Cómo
se explica que siendo tan tímido haya insistido con una profesión que
lo iba a poner todos los días frente a su propia timidez?
-Es inexplicable. No sé por qué. Supongo que porque de pronto apareció gente que comenzó a tener fe en mí.
-¿Son los demás, no usted, los que creen que lo puede hacer?
-Claro.
Me llamaron de España para hacer Rey Lear , pero a mí no se me
ocurriría hacer Lear. Ni loco, no se me pasó por la cabeza.
- Lo raro del caso es que lo que está diciendo suena auténtico.
-Le
juro. ¿Para qué le voy a mentir? Son esas cosas sin explicación. ¿Por
qué fue ocurriendo todo así?, porque ahora usted me está preguntando
cosas y yo estoy tratando de contestarle. ¿Cómo pasó? Porque yo sigo
siendo aquel también. Puedo decir que tengo cierta experiencia, que me
lleva a pensar: “El otro me tiene fe”, así que le contesto.
Por Ronald Portocarrero
Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/cine/alfredo-alcon-el-peligro-de-ser-actor_119676.html
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