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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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viernes, 22 de noviembre de 2013

"La “calle” de Estados Unidos no se cree el mito de Oswald"

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Una entrevista de El Confidencial a David Talbot, autor de "Brothers".
En pocas horas se recordará una vez más el asesinato de John F. Kennedy. Sobre el crimen de Dallas se ha dicho y escrito mucho. Uno de los libros más fascinantes sobre el hecho que conmovió a Estados Unidos y al mundo hace 50 años es... "Brothers" (2008) del periodista norteamericano David Talbot, el mismo que ha sido traducido con el nombre de "La conspiración". Hace menos de un mes Talbot dio la siguiente entrevista a El Confidencial

Ha definido La conspiración como un drama épico americano. Y hay mucho de gran tragedia, porque es la historia de dos hermanos provenientes de la élite que quisieron transformar el mundo, se enfrentaron a las fuerzas que impedían el cambio y acabaron asesinados.
Sí, Brothers da la verdadera medida del valor de los hermanos Kennedy. A los medios de EEUU les gusta centrarse principalmente en el aspecto físico y en el estilo de la familia mucho más que en la parte más valiente de los Kennedy. La verdadera razón por la que hay que recordar a John F. Kennedy y a su hermano Robert, quien fue su principal compañero político, es que sacrificaron sus vidas para hacer que la historia avanzase. Los dos grandes problemas a los que se enfrentaba Estados Unidos cuando John asume la presidencia en 1961 eran la supervivencia humana en la era nuclear y el creciente clamor por la justicia racial. Los Kennedy lograron que se avanzase enormemente en esas dos cuestiones esenciales y, al hacerlo, se enfrentaron contra el poderoso establishment de seguridad nacional de EE.UU. que estaba decidido a tener un enfrentamiento nuclear con la Unión Soviética, a pesar de las enormes pérdidas de vidas humanas que se habrían derivado de ello. Los Kennedy también desafiaron al ala sureña de su propio partido y al racismo arraigado en el sur estadounidense. Hay que tener en cuenta que JFK envió agentes federales y soldados del Ejército de Estados Unidos a la Universidad de Mississipp,i en una noche infernal de disturbios y violencia, para obligar a la universidad a admitir a su primer estudiante negro y tuvieron que pagar un precio terrible por ello en forma de profundos resentimientos.
La posición de Robert fue peculiar, porque sospechaba que la muerte de su hermano no la había causado un francotirador solitario, pero tampoco podía investigar a fondo para saber qué había ocurrido y menos aún proclamar sus dudas. Tuvo que soportar mucho dolor, y mucho miedo, mientras planificaba los movimientos estratégicos que le podrían llevar al poder de nuevo.
Sí, Robert Kennedy fue sometido a una prueba agónica tras el asesinato de su hermano. RFK fue uno de los investigadores más experimentados de los Estados Unidos, cuya destreza adquirió en la lucha contra la Mafia que llevó a cabo cuando fue un joven asesor del Senado y que prosiguió como Fiscal General, una vez que su hermano alcanzó el poder. Robert Kennedy también se enfrentó con la CIA, que a su juicio no era lo suficientemente leal al presidente Kennedy.
En 1962, Robert estaba profundamente alarmado al descubrir que estas dos fuerzas clandestinas, la CIA y la Mafia, habían planeado un complot para asesinar a Fidel Castro. Cuando Robert Kennedy escuchó la trágica noticia de la muerte de su hermano el 22 de noviembre de 1963, inmediatamente sospechó que esta peligrosa alianza entre la CIA y la Mafia se había vuelto contra JFK. Pero el nuevo presidente en la Casa Blanca, Lyndon Johnson, odiaba al joven Kennedy, y la Comisión Warren, designada por el presidente Johnson para investigar el asesinato de JFK, fue dirigida por enemigos de los Kennedy. Así que Robert sabía que iba a tener que esperar a regresar al poder para investigar a fondo la muerte de su hermano. Esa es una de las razones por las que RFK decidió postularse a la presidencia en 1968.
Robert tenía la sospecha de que después de su hermano, vendría él, que su persona constituía un problema pendiente. Usted asegura que un aspecto importante de la operación contra JFK era lograr inmovilizar a Robert.
El complot contra JFK fue orquestado por expertos y tenía todas las características de una operación de inteligencia sofisticada. Tan pronto como Robert se enteró de la muerte de su hermano, supo que se estaba enfrentado a un enemigo poderoso. Y sabía que no podía confiar en las agencias de seguridad que habían traicionado a su hermano, la CIA , el FBI o el Servicio Secreto. Así, en la tarde del 22 de noviembre 1963, la casa de RFK en McLean, Virginia, fue rodeada por US Marshals partidarios de Kennedy, figuras pertenecientes a un departamento menor del gobierno federal. Los US Marshals estaban dirigidos entonces por un duro neoyorquino de origen irlandés en quien la familia Kennedy confiaba. Este es un momento sumamente dramático en la historia de EEUU, con el gobierno violentamente fracturado y con el Fiscal General y el hermano del presidente rodeado de protección porque le podían matar y no sabía quién, si la CIA o los sicarios de la Mafia.
¿Qué le parecen las versiones que insisten en que fue Lee Harvey Oswald el autor del asesinato, instigado por Castro? ¿Por qué surgen ahora tantos anti-Kennedy?
Los rumores y las acusaciones que vinculan a Harvey Oswald con Fidel Castro comenzaron inmediatamente después del asesinato de JFK, y esta campaña de desinformación está vinculada a fuentes de la CIA. De hecho, el último libro encargado de vender esta mentira, Secretos de Castro, de Brian Latell, fue escrito por un exoficial de la CIA. No hay nada de cierto en esta acusación, una conclusión a la que incluso llegó la Comisión Warren, y que fue ratificada por investigaciones posteriores. Castro sabía que atentar contra el Presidente de Estados Unidos equivalía a suicidarse y ciertamente el líder cubano no era un estúpido. Pero además, a pesar de las hostilidades que el presidente Eisenhower y la CIA habían iniciado contra el régimen de Castro, en los últimos meses de su presidencia, JFK había abierto canales diplomáticos secretos con La Habana con vistas a diseñar una solución pacífica. Castro, de hecho, se quedó muy abatido al enterarse de la muerte de Kennedy, ya que se dio cuenta al instante de que eso "iba a cambiarlo todo”.
Llama la atención la convicción absoluta de Robert en que no habían sido los comunistas. De hecho, mandó un emisario a Moscú para comunicarles que sabía que ellos no habían sido, ¿no?
Robert se dio cuenta inmediatamente de ese trabajo de desinformación que intentaba hacer de Oswald un agente comunista. Y se lo comunicó a Moscú a través de un amigo de confianza, muy cercano a la familia, llamado Bill Walton. En los días posteriores al asesinato de JFK, cuando estos rumores sobre Oswald se propagaban masivamente a través de los medios de EEUU, Robert y Jacqueline Kennedy, la viuda de JFK, pidieron a Walton que llevase un mensaje a los funcionarios soviéticos trasladándoles que ellos no culpaban a Moscú del asesinato y que sospechaban que el presidente había sido víctima de una conspiración en el más alto nivel de EEUU. Se trata de un mensaje muy peculiar para enviarlo a Moscú durante la Guerra Fría, y revela de modo inequívoco la escasa confianza que Robert Kennedy tenía en su propio gobierno.

¿Menospreciaron los Kennedy las fuerzas a las que se enfrentaban? Porque parece evidente que cuando tu enemigo es J. Edgar Hoover, va a haber problemas seguro. O cuando lo es alguien como Curtis LeMay, un militar que, según cuenta, fue capaz de decirle a la esposa de un senador que la guerra con la Unión Soviética era inevitable, que la mayoría de las ciudades estadounidenses acabarían destruidas y que lo mejor que podía hacer era huir a una zona despoblada.
Es cierto que los Kennedy, a causa de su riqueza, sus privilegios y su ambición, tenían demasiada fe en su capacidad de transformar la estructura de poder de Washington. Ellos no valoraron plenamente el poder de hombres como el jefe de la Fuerza Aérea Curtis LeMay (a quien JFK consideraba un belicista fuera de control), el director del FBI J. Edgar Hoover, y el legendario director de la CIA Allen Dulles. Cuando JFK despidió a Dulles, después de la desastrosa invasión de Bahía Cochinos en 1961, se ganó un enemigo peligroso. Dulles estaba en el centro de lo que el profesor Peter Dale Scott ha llamado "política profunda" (Deep politics) esa red oculta de intereses poderosos que manipulan las acciones oficiales desde bastidores. Cuando fue expulsado de la CIA, Dulles siguió trabajando como si estuviera todavía en el poder, convirtiendo su casa en el barrio de Georgetown de Washington en el centro de un gobierno en el exilio contra Kennedy. Entre los muchos agentes de la CIA que fueron a visitar a Dulles o que se comunicaron con él estaban James Angleton, Richard Helms, Howard Hunt y William Harvey, todos ellos conectados, según los investigadores, con el asesinato del presidente Kennedy y su posterior encubrimiento.
¿Esa lucha entre el poder político y los poderes que, sintetizados en lo que se llamó el “complejo militar-industrial”, pretendían dirigir de facto los países, sigue existiendo? ¿Es tan complicado llevar adelante las decisiones de los políticos, como entonces?
El "complejo militar-industrial", acerca del cual el presidente Eisenhower advirtió a Estados Unidos cuando dejó la Casa Blanca en 1961, ha crecido hasta dominar toda la economía de EEUU. Nuestro país ha sido una sociedad militarizada desde la Segunda Guerra Mundial, con la Guerra Fría y ahora la Guerra contra el Terror como los motores que impulsan las empresas estadounidenses. JFK fue el último presidente en desafiar a esta enorme fuerza y pagó con su vida. Todos los presidentes desde Kennedy han sabido lo peligroso que resultaría hacer frente a los pilares del poder de EEUU, como Wall Street, la industria de la energía y el complejo de seguridad nacional. La administración Bush-Cheney era una criatura que pertenecía por completo a este complejo, que se nutre de la guerra y la expoliación planetaria. El presidente Obama llegó al poder ofreciendo una visión más optimista de América y de su lugar en el mundo, pero ha presidido el periodo de mayor crecimiento del estado de vigilancia masiva.
Los asesinatos de los hermanos Kennedy fueron algo traumático. Generaron mucha desconfianza, especialmente entre las élites, por lo que tenía de aviso para navegantes.
El asesinato descarado del presidente Kennedy, a plena luz del día en las calles de una ciudad de Estados Unidos, envió un mensaje escalofriante a la élite de EEUU. Los líderes políticos como Lyndon Johnson y Richard Nixon inmediatamente se dieron cuenta de que JFK fue víctima de una poderosa conspiración y hablaban entre ellos en voz baja entre ellos acerca de las consecuencias de este crimen, mientras aseguraban al público que Oswald había actuado solo y que el caso estaba cerrado. Los medios de EEUU, incluyendo amigos cercanos de JFK como el editor del Washington Post Ben Bradlee, también estaban preocupados en privado acerca de la existencia de una conspiración, pero no hacían nada para investigar el crimen y promovían el mito del francotirador solitario. Ningún miembro de las élites políticas o de los medios de comunicación de EEUU estaba dispuesto a arriesgar su carrera (o su vida) abriendo la puerta de este oscuro túnel. A excepción de Robert Kennedy, que corrió la misma suerte que su hermano.
También fue traumático para el ciudadano, que vio cómo la máxima autoridad de su país podía morir asesinada sin mayor problema. En este sentido, ¿en qué cambiaron los asesinatos de los hermanos Kennedy los EEUU?
El asesinato de JFK traumatizó a toda una generación de estadounidenses. Desde Dallas, las encuestas han mostrado que la mayoría de la población de EEUU ha tendido a rechazar la versión oficial de los hechos. Esto no sólo condujo a una constante erosión de la confianza pública en la autoridad del gobierno y de los medios sino que también dio lugar a un creciente malestar cívico que percibe que la democracia de EEUU es una farsa y que el poder real está en manos de una élite despiadada dispuesta a hacer cualquier cosa para mantener su estatus privilegiado.
El asesinato de los hermanos Kennedy, y de otros líderes visionarios como Martin Luther King Jr., nos privó a los americanos de una confianza esencial en nuestro futuro. Sus muertes llevaron a la guerra de Vietnam y a conflictos cívicos y, a largo plazo, a una polarización cada vez mayor entre los súper ricos y los súper poderosos y el resto de nosotros. También dio lugar a un estado de guerra permanente y a la vigilancia a lo Gran Hermano. Desde Vietnam, EEUU ha estado en un constante estado de guerra virtual.
Es curioso, porque todo el mundo sabe que la tesis de que fue Lee Harvey tiene demasiadas lagunas. La gente de la calle lo sabe, y la élite lo sabe, pero los medios suelen ser muy escépticos respecto de otra explicación que no sea la de que Lee Harvey Oswald fue el autor de todos los disparos. ¿Por qué?
Es correcto decir que la “calle” de Estados Unidos no se cree el mito de Oswald, lo cual dice mucho del estadounidense medio, que ha sido objeto de enormes lavados de cerebro sobre el asesinato y el verdadero legado de JFK. Este lavado de cerebro a través de los medios ha alcanzado un nivel enorme de ignorancia en el 50 aniversario de la muerte de JFK. A pesar de que altos funcionarios como el secretario de Estado John Kerry se atrevieron a expresar sus dudas sobre el mito Oswald, los principales medios de comunicación no han permitido ningún debate serio sobre la posibilidad de la conspiración de Dallas. Este “apagón” de las opiniones discrepantes es muy similar al control absoluto de la conciencia pública que se ve en las sociedades totalitarias.
Los medios corporativos en los Estados Unidos trabajan bajo muchos tabúes oficiales. Esto se hace evidente cada vez que una crisis como el caso de Edward Snowden tiene que aparecer en los medios. En estas circunstancias, cuando la viabilidad del estado de seguridad nacional de EEUU está en juego, incluso los periódicos liberales como el New York Times se apresuran a reforzar la confianza del público en los mitos oficiales. El New York Times abrazó rápidamente el Informe Warren en 1964 ¡antes de que el informe se hubiera finalizado!
Cuando la historia finalmente promulgue su sentencia acerca del monumental crimen contra la democracia que tuvo lugar en Dallas, los miembros del cuarto poder serán seguro condenados por su vergonzosa actuación.
Está trabajando en un documental acerca de La conspiración y dirige ahora una nueva empresa tras abandonar el periodismo diario. ¿Cree que una revista como Salon, que usted dirigió, es hoy más importante que nunca o, por el contrario, cree que ya no tiene sentido? ¿Cree que el periodismo ya no puede dar cobijo a buenas historias, que sólo se pueden contar a través de libros y documentales televisivos o cinematográficos?
Actualmente estoy trabajando en un documental basado en La conspiración, así como un nuevo libro sobre el difunto director de la CIA Allen Dulles y el surgimiento del estado de seguridad nacional de EEUU. Este nuevo libro, El tablero de ajedrez del diablo, será publicado por Harper Collins en 2015 y arrojará más luz sobre el complot dirigido por la CIA para matar a JFK.
He dejado el periodismo diario (por ahora) para concentrarme en libros y documentales a través de mi empresa, Talbot Players, porque creo que es mucho más factible llegar a través de estos formatos a contar verdades más profundas sobre el poder y la lucha social.
Sin embargo, me parece muy interesante la nueva iniciativa de periodismo en internet que ha llevado a cabo mi antiguo colega de Salon Glenn Greenwald. Yo apoyo firmemente los esfuerzos valientes de Greenwald para exponer los crímenes y escándalos del coloso de seguridad nacional. Dado que la CIA sigue desafiando la ley de EEUU mediante la ocultación de más de 1.100 documentos relacionados con el asesinato de JFK, es posible que necesitemos un periodista valiente como Greenwald y un denunciante como Snowden para asegurar la publicación de esta información vital. La historia pertenece al pueblo estadounidense.

Fuente:  http://elarriero.lamula.pe/2013/11/21/la-calle-de-estados-unidos-no-se-cree-el-mito-de-oswald/javierto/

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