*-*

Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
*-*
"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
*-*

lunes, 2 de abril de 2012

El ser humano y la libertad

El ser humano y la libertad

Por: Jorge Secada Koechlin
 
Suele decirse que durante los siglos dieciséis y diecisiete hubo una revolución del pensamiento en Europa. Se menciona el descubrimiento de América y la invención de la imprenta; se habla de transformaciones radicales en las artes, la literatura y la filosofía. Los historiadores designan estos siglos usando términos como "renacimiento" y "edad moderna" y llaman a los siglos inmediatamente anteriores "edad media". Entre 1450 y 1650, dicen, en Europa se reconocieron los derechos y las libertades del individuo, se descubrió el método científico, y se sentaron las bases del progreso de los próximos siglos.
 
No discutiremos qué tan ciertos sean estos lugares comunes. Advertiremos más bien contra el embrujo del lenguaje y la necesidad de reflexionar críticamente sobre el sentido de nuestras palabras. La historia no viene dividida en eras ni etapas. Somos los seres humanos los que inventamos sus divisiones. Y lo hacemos influidos por los valores con los que hemos sido educados. Muchas de las clasificaciones que menciono son invento relativamente reciente de historiadores protestantes del norte de Europa. Encarnan sus prejuicios y están al servicio de sus agendas. Hoy examinaremos una de las herencias de la supuesta revolución renovadora de esos siglos: la concepción del hombre del liberalismo contemporáneo.
 
Una manera de explicar algo es reduciéndolo a sus partes y mostrando las estructuras que las unen. La explicación se completará cuando lleguemos a...
las partes más simples, átomos indivisibles y elementales. Este tipo de explicación se popularizó en la Europa del siglo diecisiete y fines del dieciséis, y es parte de la ciencia natural desde entonces hasta comienzos del siglo pasado. Ahora sabemos que el atomismo físico es falso, y que no existen partecitas elementales de materia. Hay físicos contemporáneos que proponen sustituir las partículas de antaño por estructuras analizables en términos de otras estructuras o relaciones, y así sucesivamente sin que haya necesariamente un análisis fundamental y definitivo ni nada que no sea estructura o pura relación. Interpretar estas doctrinas es asunto muy complejo; lo que sí es claro es que no constituyen una forma de atomismo.
 
La fallida explicación atomista, sin embargo, sobrevive aún en el ámbito de la teoría política. En efecto, los liberales proponen que el estado es un conjunto de individuos autónomos agrupados por un contrato social. Según el liberalismo, los seres humanos en su dimensión política son átomos provistos de entendimiento, deseo y voluntad. Estos átomos libres comprenden que para satisfacer sus deseos les conviene agruparse, y por ello se asocian y crean estados. El liberal ofrece así todos los elementos con que justificar su visión de la vida política. Concibe el bien común como el mero ejercicio de la libertad,y por ello no postula nada más que individuos provistos de voluntad, deseos motivadores y entendimientos instrumentales. El liberalismo debe concebir las acciones humanas como motivadas subjetivamente. De lo contrario tendría que abandonar su liberalismo y apelar a valores sustantivos más allá de la mera libertad.
 
Hace algunas semanas vimos que la concepción del ser humano que subyace al liberalismo es inadecuada. Los seres humanos no son átomos de deseo, voluntad y entendimiento. Nuestros deseos no son el origen de nuestras acciones más significativas, sino que sobrevienen a percepciones del bien anteriores a ellos: deseamos aprender a tocar el piano porque percibimos el valor de la música y la expresión artística, aunque sea de manera incipiente y confusa; y aprendemos a desear esa actividad conforme mejor la practicamos, conforme su valor se nos revela. Ese mundo de valores, anterior a nuestra individualidad, lo heredamos de nuestros padres y predecesores y lo recibimos de nuestra cultura. El individuo atómico liberal es un mito. Sus deseos y su voluntad se ejercen desde una realidad valorativa anterior a él, y se forman en ella.
 
Esta crítica se confirma al considerar la noción liberal de libertad: es libre la voluntad que no es forzada ni impedida. Esta noción de libertad es negativa, ya que considera que la libertad es solamente la ausencia de coacción u obstáculo. Una crítica común a la libertad negativa es que considera libres actos que no lo son, como el del esclavo que escoge ser esclavo sin que nadie lo fuerce porque no puede imaginar su vida en libertad. Puede responderse que en estos casos la coacción es implícita y resulta de la deformación de la mente del esclavo. El problema es que es concebible que un ser humano quiera, sin que nadie lo fuerce ni le haya lavado el cerebro, ser esclavo, y quien desea ser esclavo no es libre.
 
Más aún, no escogemos nuestra educación ni la sociedad y la cultura en la que nos formamos. Esta formación moldea nuestra voluntad y determina nuestros deseos. Suponer que aunque sea solamente en principio hay una formación ideal que prepara a las personas de manera valorativamente neutra para que puedan ejercer su voluntad con absoluta libertad, sin ninguna coacción, ni implícita ni explícita, es una fantasía. Toda educación, en cuanto es formación social y cultural, imparte valores sustantivos, sentidos del bien y el mal, de lo importante y lo nimio, de lo debido e indebido. Aun suponiendo que las personas pudiesen examinar su propia formación, desmontarse y reconstruirse libremente, la teoría liberal no tiene cómo denunciar evidentes perversiones si se eligen libremente; ni tiene tampoco la capacidad teórica para analizar críticamente las estructuras de poder que respetando la libertad negativa informan y determinan nuestros deseos. La creciente mercantilización de nuestras vidas, de nuestras relaciones personales y con la naturaleza, es un campo fértil donde explorar la insuficiencia teórica del liberalismo.
 
¿Por qué no es libre quien elige ser esclavo? No es libre quien niegue su humanidad. Aquí, no es coacción o impedimento los que se oponen a la libertad sino alienación. Se es libre solamente en cuanto se es auténtico. En este sentido, las acciones libres expresan la humanidad de sus agentes. Subrayemos que esta noción positiva de libertad no busca sustituir a la libertad negativa, sino suplementarla. Lo que criticamos es el reduccionismo liberal, no el valor de la libertad en cuanto ausencia de obstáculo o coerción. Este último punto es importante. Quienes se oponen al liberalismo desde la izquierda no niegan el derecho de cada persona sobre sus propios actos. Más bien enriquecen la pobre concepción liberal de la libertad y el ser humano.
 
No es correcto, entonces, oponer socialismo con liberalismo. Las oposiciones apropiadas son entre individualismo y socialismo, o, si se prefiere, entre liberalismo y humanismo. El socialista responde al atomismo individualista con una concepción de la naturaleza humana desplegada en culturas e historia y orientada hacia la excelencia y el bien. Y frente a la libertad negativa del liberal añade la autenticidad y la virtud como componentes esenciales de la libertad. Su concepción del bien común es el florecimiento del ser humano en su diversidad cultural e histórica. Los individualistas liberales pueden postular el fin de la historia (como infelizmente hizo Frances Fukuyama). El futuro es, en este sentido, prerrogativa de la izquierda que asume la riqueza de la naturaleza humana y sus infinitas posibilidades.
 
Cuando el príncipe Kropotkin denunció ante Lenin el autoritarismo bolchevique, lo hizo en nombre del socialismo. Es un escándalo, afirma, que alguien que se llame a sí mismo socialista no respete la libertad y dignidad de cada ser humano. Es tiempo de recuperar esta identidad entre socialismo y humanismo y denunciar desde la izquierda y sin reparos ni matices el totalitarismo marxista. Negar las libertades individuales, incluyendo las libertades económicas, es subvertir el fundamento mismo del socialismo, que propone autenticidad y humanidad frente al escuálido remedo de ser humano que el liberal ha puesto en el centro de la vida política. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.