Tan importante como delimitarlas es hacerlas crecer
Hace unos pocos días los peruanos hemos sido testigos de excepción de lo que, probablemente, se considere uno de los hechos más importantes de nuestra vida republicana. Más allá de la discusión de si “se ganó” o “se perdió” el diferendo marítimo, hay consenso en la idea de que, en definitiva, se cerró un capítulo en nuestra historia con Chile. Que si se debe hacer mucho o poco… que si la ejecución debe ser inmediata o...
progresiva (pero inmediata) como lo ha dicho la Canciller y hasta nuestro Presidente, pero lo más importante es que ya empezamos a realizar “actos propios” de soberanía y jurisdicción… esos son asuntos que no aportan en lo absoluto a la agenda que este país debe seguir ejecutando, sino únicamente a los medios de comunicación, que a diario presentan titulares de lo que dijo tal o cual “fulano” sobre el tema. Por ese motivo, si de tomar una posición en la discusión vestigial (de ganadores o perdedores) se trata, la mía sería la de los primeros. Pero, lo importante, la tarea pendiente que tenemos, es la de pensar ya mismo, luego de las reacciones de los tacneños y ariqueños, en lo que se debe de hacer en nuestras zonas de frontera; y preguntarnos, al margen de cualquier ‘postura’, ¿hemos logrado algo en nuestras fronteras? No exagero si digo que nuestra historia republicana da cuenta de una “dejadez” permanente de problemas de las hoy denominadas zonas de integración fronteriza. Algo que debería preocuparnos en serio, pues por nuestra extensión geográfica (limitamos con 5 países) y recursos naturales que poseemos, que llegan hasta esos límites, estas fronteras deberían convertirse en zonas estratégicas si de proyectos de inversión, de desarrollo y promoción (de lo que sea) se trata. Puede que resulte un ejercicio interesante -en esta coyuntura que obliga a la mayoría a ‘destacar’ o reconocer que se han ganado 50 mil kilómetros cuadrados de mar- pensar en lo que ‘económicamente’ puede representar los recursos que tenemos por explotar en ese pocotón de mar, y en que ese potencial resulte casi nada si lo comparamos con lo que poseemos hace rato, sin la necesidad de una sentencia internacional, en nuestras otras fronteras, pero no lo venimos explotando. Como lo recuerda un blog, nuestro país, en cada una de sus fronteras ostenta (o, mejor dicho, debería hacerlo) muchos recursos. En la frontera con Brasil tenemos petróleo, fauna, flora, bosques (madera), que a nuestro vecino le interesan, al punto que las acciones que viene ejecutando como país dan cuenta de un ánimo expansionista colaborando con programas o ayuda a los asentamientos de peruanos en su zona de frontera. Lo mismo con Bolivia; en cuyas fronteras (del lado peruano) las actividades mineras (ilegales en su mayoría) por el oro y otros recursos amenaza y vulnera cotidianamente el orden interno y cualquier ‘idea’ o ‘propuesta’ de mejora para los locales. Y, finalmente Ecuador, Colombia y Chile, con quienes pese a que ya podemos decir que tenemos solucionados los problemas limítrofes, en la práctica aquello no significa nada para los peruanos asentados en esas fronteras. Hasta hace algunos años en las zonas de frontera con el Ecuador, en algún colegio ubicado en el distrito de Aguas Verdes, de la provincia de Zarumilla en Tumbes, se cantaba el himno nacional de nuestro vecino, y las radios y televisiones reproducían contenidos de allá, porque los de acá no llegaban con la claridad y nitidez con que los otros sí. Eso dice algo, ¿no? El conflicto del Cenepa con el Ecuador, el de Leticia con Colombia y este último del mar territorial con Chile, no solo debieron dejarnos como lección la necesidad de patriotismo y de unidad en todos los extremos, sino también la necesidad de que todo el aparato estatal se mueva en esas zonas, haciéndose sentir. El Perú no comienza ni termina en sus fronteras limítrofes, sino en la capacidad que como nación posee (y ostenta para los suyos) de generar desarrollo dentro de dichos límites, aprovechando lo mejor posible sus recursos, empezando por aquellas regiones. Aquello supera toda noción de gesto patriótico, o acción estratégica… hacerlo significaría, simplemente, actuar como un país que piensa en el futuro, a partir de las lecciones que aprendió en el pasado. No me cabe la menor duda que los próximos años veremos a Tacna y Arica crecer. Lo triste será que, para muchos peruanos de las otras fronteras, la sensación de que para que ocurran estos cambios se necesita un conflicto limítrofe, se convierta en algo más que eso, un profundo deseo oculto en las protestas y reclamos de siempre. Más importante que la correcta ejecución del 'fallo' de La Haya, para el peruano de frontera como yo, es que no se siga repitiendo el 'fallo' del Estado, que a veces parece no estar, dejándonos solos con nuestros problemas.
Fuente: http://elguineo.lamula.pe/2014/01/31/el-fallo-del-peru-que-limita-sus-fronteras/elguineo/
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