Cuando Gladys Francisca Mesía Paredes (24) busca en su memoria los recuerdos de su infancia, cae en la cuenta de que todos sus momentos, tristes y alegres, tienen que ver con el trabajo, con el campo y con sus manos cansadas.Consuelo Alonzo C.
Desde los seis años tuvo que aprender, a la buena o a la mala, lo que era sembrar yucas y sachapapas, por cero remuneración. Ese fue su destino y el de todas las mujeres de la comunidad Bora, en la región Loreto, a la cual pertenece.
Sin ellas, la economía de su ya empobrecida familia podría escasear aún más y los más pequeños de casa se quedarían sin un bocado que llevarse a la boca. Resulta que el trabajo de mujeres bora como Gladys es indispensable en el ciclo de producción de alimentos, tanto o mucho más que el de los hombres de su comunidad.
Ponen el hombro
Eso es algo que confirma María Sangama Fachín, de la localidad loretana de Nauta, pues ella y sus coterráneas desde que nacen tienen que ir al campo a poner el hombro, a pesar de que muchos hombres –aún hoy– no las consideren sus iguales y las miren hacia abajo.
“Las mujeres somos discriminadas. Hay mucho machismo. Por eso traté de gestionar un Centro de Emergencia Mujer (CEM), porque la violencia familiar era demasiada, lo mismo que la trata de personas”, sostuvo con un atisbo de pena. Sabe bien que Nauta es un mendigo sentado sobre un banco de oro, o mejor dicho sobre un pozo de petróleo. Sin embargo, a pesar de esa riqueza y de los esfuerzos, siguen en la cima del ranking de la extrema pobreza.
Es difícil ser mujer
Solo así ellas podrían defenderse del puño del hombre. Como dice laartesana Norma Vitamar Mejía Campos, natural de Cajamarca, en la zona rural es muy difícil ser mujer por culpa del excesivo machismo. “El hombre toma todas las decisiones. Incluso la cantidad de hijos. Dependiendo del lugar, es ‘obligación’ de la mujer tener mínimo doce hijos”.
Protegerse con algún método anticonceptivo, ni pensarlo. Sus esposos serían capaces de matarlas. Pero ¿cómo alimentan a tantos? Pues ahí entra a tallar nuevamente la mujer. La que no está inmersa en las labores del campo se dedica a la artesanía para obtener “algo” más para la mesa de su hogar.
Con todo esto, ¿hay algo que celebrar? Pues creen que se debe celebrar el valor y la fortaleza de la mujer peruana. Pero sobre todo se debe reflexionar sobre la inexistencia de una equidad que les permita desarrollarse en todos los campos sin miedos.
Una labor notable pero invisible
Cuando en 1911 se celebró por primera vez el Día de la Mujer, solamente en dos países las mujeres tenían derecho a voto.
En Junín, el 35% de mujeres se dedica a labores agrícolas. Según el grado de instrucción, el 12 por ciento de trabajadoras agrícolas no tiene instrucción académica, el 27 por ciento concluyó su primaria, el 23 por ciento logró concluir sus estudios secundarios y solo el 1.5 por ciento cuenta con educación técnica concluida.
Estas mujeres son miembros de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú (Femucarinap). En sus regiones de origen son lideresas y ejemplo de trabajo, tenacidad y tesón.
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