JUAN GUAHÁN| Lo que parecía una exageración se está cumpliendo. Fuerzas aliadas, encabezadas por Estados Unidos y la Unión Eropea, atacan Libia. Lo hacen con el aval de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Según Evo Morales mejor les cabe la designación de (ONI) Organización de Naciones Invasoras. Lo cierto es que se “sacaron la careta”
La complejidad del alma humana hace que, muchas veces, no sea fácil desentrañar actitudes cínicas de los individuos. La cosa cambia cuando se trata de los Estados. Éstos se guían por intereses muy concretos, descubriéndolos se pueden poner al descubierto las mentiras de muchas políticas estatales.
Estas reflexiones nos sirven para echar por tierra con los argumentos que invocan los países occidentales para justificar el actual ataque a Libia. La mentira es la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU. Allí se dice que el objetivo de implantar una “zona de exclusión aérea” es “colocar a la “comunidad internacional al lado del pueblo libio en su lucha por defender los derechos humanos universales”, según lo dijera Susan Rice, embajadora de Estados Unidos en la ONU.
Desde hace varios días se venía hablando de esta posibilidad. Pero el círculo se cerró cuando Muamar Gadafi, en una entrevista a la televisión alemana adelantó lo que sería su política petrolera. Sostuvo que las empresas occidentales quedarían fuera de los futuros negocios del petróleo. En realidad fue aún más preciso, dijo: “Nuestros contratos de petróleo van a ser para firmas rusas, chinas e indias”.
Todos ellos países del BRIC (Brasil, Rusia, China e India) que se abstuvieron –junto con Alemania- en la votación del Consejo de Seguridad que aprobó el ataque aéreo. Gadafi estaba diciendo que el destino del 80% del petróleo Libio, que abastecía a Europa, cambiaría de rumbo.Si Gadafi “el malo de la película” no cumple el rol que le tienen asignado (dejarse matar, rendirse, huir) y lograra sobrevivir a esta “ofensiva humanitaria”, algunos países de Europa tendrían nuevos problemas.
Es por eso que esta acción de los “aliados” tiene un objetivo de máxima: Terminar con Gadafi, repartirse el petróleo entre sus empresas y seguir sosteniendo en marcha su actual modelo económico. Pero también tienen otro objetivo “de mínima”, para el supuesto que el anterior fuera imposible: Se trata de partir Libia y quedarse con una parte (con cabecera en Bengasi) del país y del petróleo.
Claro que, si esto no lo resuelven en un perído relativamente corto, todo se puede complicar. Una cosa es bombardear desde el aire, buques o submarinos y otra ocupar el territorio con tropas invasoras Por ahora Barack Obama y los líderes occidentales afirman que no mandarán tropas a Libia, pero nadie sabe lo que el destino puede deparar. Los ejemplos de Irak y Afganistán son suficientemente significativos para ignorarlos. No fue difícil terminar con el gobierno de Saddam Hussein (Irak) y los talibanes (Afganistán), pero lo que vino después fue mucho más trágico y doloroso para las fuerzas invasoras.
Por si esto fuera poco hay otras pruebas del cinismo con el que actúan las potencias occidentales. Hay un grupo de gobernanate del área cuyas dinastías familiares, en algunos casos, superan un siglo de manejo del poder y no se caracterizan por el respeto a los derechos humanos. Pero… sobre ello no pesa ninguna acusación ni riesgo de “exclusión aérea” o invasión. Ellos han logrado el “certificado de buena conducta”, porque su petróleo es extraído y negociado por las grandes empresas occidentales o es puesto al servicio de la maquinaria productiva de esos países.
Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Oman, Qatar, Marruecos, están en esa situación y las Naciones Unidas no se han dado por enteradas.
Es probable que Gadafi tenga cuentas pendientes con su pueblo, es posible que haya sectores disconformes, cansados de su gobierno y también puede ser que –esos grupos o tribus- estén perseguidos. Todo eso debe ser cierto. Pero de lo que no quedan dudas es que la rebelión Libia -con civiles armados con misiles- y el ataque militar de tropas extranjeras, no es por esas causas.
La razón está en otra parte. Está en el petróleo, bueno y barato, que descansa en sus entrañas. Tal vez por eso esta operación denominada “Odisea del amanecer”, sería mejor que la llamaran por el nombre de su objetivo: “Venimos por tu petróleo”. Ni en Egipto, ni en Túnez, hubo ataques militares de Estados Unidos y la Unión Europea, tampoco de las Naciones Unidas.
Es claro, que en esos lugares, los respectivos ejércitos –viejos socios del Pentágono- se hicieron cargo de la situación. Así, amortiguando la rebeldía de sus pueblos, tratan de “cambiar algo para que nada cambie”. En estos momentos en Yemen y Bahrein sus pueblos se están desangrando, pero nada se dice. Mientras tanto algo semejante a lo de Libia se está gestando en Siria, un país que –según los Estados Unidos- sostiene a los grupos islámicos fundamentalistas.
La complejidad del alma humana hace que, muchas veces, no sea fácil desentrañar actitudes cínicas de los individuos. La cosa cambia cuando se trata de los Estados. Éstos se guían por intereses muy concretos, descubriéndolos se pueden poner al descubierto las mentiras de muchas políticas estatales.
Estas reflexiones nos sirven para echar por tierra con los argumentos que invocan los países occidentales para justificar el actual ataque a Libia. La mentira es la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU. Allí se dice que el objetivo de implantar una “zona de exclusión aérea” es “colocar a la “comunidad internacional al lado del pueblo libio en su lucha por defender los derechos humanos universales”, según lo dijera Susan Rice, embajadora de Estados Unidos en la ONU.
Desde hace varios días se venía hablando de esta posibilidad. Pero el círculo se cerró cuando Muamar Gadafi, en una entrevista a la televisión alemana adelantó lo que sería su política petrolera. Sostuvo que las empresas occidentales quedarían fuera de los futuros negocios del petróleo. En realidad fue aún más preciso, dijo: “Nuestros contratos de petróleo van a ser para firmas rusas, chinas e indias”.
Todos ellos países del BRIC (Brasil, Rusia, China e India) que se abstuvieron –junto con Alemania- en la votación del Consejo de Seguridad que aprobó el ataque aéreo. Gadafi estaba diciendo que el destino del 80% del petróleo Libio, que abastecía a Europa, cambiaría de rumbo.Si Gadafi “el malo de la película” no cumple el rol que le tienen asignado (dejarse matar, rendirse, huir) y lograra sobrevivir a esta “ofensiva humanitaria”, algunos países de Europa tendrían nuevos problemas.
Es por eso que esta acción de los “aliados” tiene un objetivo de máxima: Terminar con Gadafi, repartirse el petróleo entre sus empresas y seguir sosteniendo en marcha su actual modelo económico. Pero también tienen otro objetivo “de mínima”, para el supuesto que el anterior fuera imposible: Se trata de partir Libia y quedarse con una parte (con cabecera en Bengasi) del país y del petróleo.
Claro que, si esto no lo resuelven en un perído relativamente corto, todo se puede complicar. Una cosa es bombardear desde el aire, buques o submarinos y otra ocupar el territorio con tropas invasoras Por ahora Barack Obama y los líderes occidentales afirman que no mandarán tropas a Libia, pero nadie sabe lo que el destino puede deparar. Los ejemplos de Irak y Afganistán son suficientemente significativos para ignorarlos. No fue difícil terminar con el gobierno de Saddam Hussein (Irak) y los talibanes (Afganistán), pero lo que vino después fue mucho más trágico y doloroso para las fuerzas invasoras.
Por si esto fuera poco hay otras pruebas del cinismo con el que actúan las potencias occidentales. Hay un grupo de gobernanate del área cuyas dinastías familiares, en algunos casos, superan un siglo de manejo del poder y no se caracterizan por el respeto a los derechos humanos. Pero… sobre ello no pesa ninguna acusación ni riesgo de “exclusión aérea” o invasión. Ellos han logrado el “certificado de buena conducta”, porque su petróleo es extraído y negociado por las grandes empresas occidentales o es puesto al servicio de la maquinaria productiva de esos países.
Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Oman, Qatar, Marruecos, están en esa situación y las Naciones Unidas no se han dado por enteradas.
Es probable que Gadafi tenga cuentas pendientes con su pueblo, es posible que haya sectores disconformes, cansados de su gobierno y también puede ser que –esos grupos o tribus- estén perseguidos. Todo eso debe ser cierto. Pero de lo que no quedan dudas es que la rebelión Libia -con civiles armados con misiles- y el ataque militar de tropas extranjeras, no es por esas causas.
La razón está en otra parte. Está en el petróleo, bueno y barato, que descansa en sus entrañas. Tal vez por eso esta operación denominada “Odisea del amanecer”, sería mejor que la llamaran por el nombre de su objetivo: “Venimos por tu petróleo”. Ni en Egipto, ni en Túnez, hubo ataques militares de Estados Unidos y la Unión Europea, tampoco de las Naciones Unidas.
Es claro, que en esos lugares, los respectivos ejércitos –viejos socios del Pentágono- se hicieron cargo de la situación. Así, amortiguando la rebeldía de sus pueblos, tratan de “cambiar algo para que nada cambie”. En estos momentos en Yemen y Bahrein sus pueblos se están desangrando, pero nada se dice. Mientras tanto algo semejante a lo de Libia se está gestando en Siria, un país que –según los Estados Unidos- sostiene a los grupos islámicos fundamentalistas.
Fuente: http://questiondigital.com/?p=12198
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