Según el Vaticano, la PUCP debería ceñirse a la constitución Ex Corde Ecclesiae, en la que se estipula que los profesores “deben respetar la doctrina y la moral católica en su enseñanza”. Soy profesor de la maestría en estudios psicoanalíticos de la codiciada universidad. En mis cursos recurro a las obras de Sigmund Freud, entre otros. Freud era un judío ateo. Yo mismo soy ateo.
¿Significa esto que debería eliminar de mis clases las referencias a pensadores como Freud o, peor aún, católicos marxistas y lacanianos como Terry Eagleton? ¿Podría seguir enseñando en mi alma máter al no cumplir con los requisitos exigidos por Roma? Porque a los anteriores goces del inquisidor debo añadir el de ser divorciado…
Releo lo que acabo de escribir y me asombro de haberlo hecho… ¡en pleno siglo XXI!
El que obviamente está de plácemes con estas fantasías sectarias y anacrónicas es el Gran Canciller Cipriani. Al respecto declaró: “¿El que está casado no está limitado por su mujer?, ¿el que maneja un carro no está limitado por un semáforo al manejar? Toda persona acepta unas normas en donde trabaja, entonces por qué le va a parecer una limitación que la sagrada congregación de Roma, y no yo, les pida que se pongan en línea de lo que la Iglesia les pide”.
Es verdad: todos debemos acatar normas de convivencia civilizada. No obstante, comparar a la iglesia con una esposa (hubiese dicho “pareja” para no excluir a las mujeres ni a los homosexuales, pero entonces no sería el cardenal quien habla) o un semáforo es cómico, pero inexacto. Un semáforo no elige al rector ni tu mujer te ordena cómo debes pensar. Por cierto, en la PUCP hay muchos profesores y autoridades católicos, a quienes nadie limita en el contenido de sus cursos ni se les exige dejar la Biblia o el crucifijo en la entrada. Como tampoco ocurre con fieles de cualquier otra religión. Asimismo, se imparten las ideologías más diversas, en un clima de tolerancia y debate que ha dado generaciones de ciudadanos críticos, de las más variadas opiniones, que discuten y no se someten.
Contrariamente a lo que afirmó ayer el cardenal, la PUCP permite todas las formas de pensamiento. Lo que no se permite es la imposición de un sistema de creencias. Felizmente la ley peruana es la que rige el funcionamiento de la universidad, no el Vaticano. Ya la asamblea universitaria rechazó este nuevo asalto a la razón y la autonomía. Si se acatara esta imposición eclesiástica podría suceder, por ejemplo, que Rafael Rey fuera rector de la universidad. Es fácil imaginar lo que ocurriría con autoridades tan respetuosas de la manera de pensar del otro.
Tiene razón el cardenal cuando dice que los bienes del Fundo Pando no son lo único en juego (aunque su metáfora del ladrón que cree a todos de su condición fuera ofensiva para el rector Marcial Rubio). Está de por medio una concepción de la pluralidad que se quiere sofocar vía los dogmas de una institución religiosa, en su versión más retrógrada y autoritaria. Repito entonces lo que escribí hace algún tiempo: “no se metan con mamá”. En la Cato somos tolerantes pero sabremos defender la libertad de pensamiento y, a fortiori, el diálogo.
El que obviamente está de plácemes con estas fantasías sectarias y anacrónicas es el Gran Canciller Cipriani. Al respecto declaró: “¿El que está casado no está limitado por su mujer?, ¿el que maneja un carro no está limitado por un semáforo al manejar? Toda persona acepta unas normas en donde trabaja, entonces por qué le va a parecer una limitación que la sagrada congregación de Roma, y no yo, les pida que se pongan en línea de lo que la Iglesia les pide”.
Es verdad: todos debemos acatar normas de convivencia civilizada. No obstante, comparar a la iglesia con una esposa (hubiese dicho “pareja” para no excluir a las mujeres ni a los homosexuales, pero entonces no sería el cardenal quien habla) o un semáforo es cómico, pero inexacto. Un semáforo no elige al rector ni tu mujer te ordena cómo debes pensar. Por cierto, en la PUCP hay muchos profesores y autoridades católicos, a quienes nadie limita en el contenido de sus cursos ni se les exige dejar la Biblia o el crucifijo en la entrada. Como tampoco ocurre con fieles de cualquier otra religión. Asimismo, se imparten las ideologías más diversas, en un clima de tolerancia y debate que ha dado generaciones de ciudadanos críticos, de las más variadas opiniones, que discuten y no se someten.
Contrariamente a lo que afirmó ayer el cardenal, la PUCP permite todas las formas de pensamiento. Lo que no se permite es la imposición de un sistema de creencias. Felizmente la ley peruana es la que rige el funcionamiento de la universidad, no el Vaticano. Ya la asamblea universitaria rechazó este nuevo asalto a la razón y la autonomía. Si se acatara esta imposición eclesiástica podría suceder, por ejemplo, que Rafael Rey fuera rector de la universidad. Es fácil imaginar lo que ocurriría con autoridades tan respetuosas de la manera de pensar del otro.
Tiene razón el cardenal cuando dice que los bienes del Fundo Pando no son lo único en juego (aunque su metáfora del ladrón que cree a todos de su condición fuera ofensiva para el rector Marcial Rubio). Está de por medio una concepción de la pluralidad que se quiere sofocar vía los dogmas de una institución religiosa, en su versión más retrógrada y autoritaria. Repito entonces lo que escribí hace algún tiempo: “no se metan con mamá”. En la Cato somos tolerantes pero sabremos defender la libertad de pensamiento y, a fortiori, el diálogo.
Fuente: http://www.larepublica.pe/21-08-2011/monologos-del-cardenal
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.