¿Está Ollanta Humala perdiendo los últimos destellos de su aureola
izquierdista? Para algunos parece que sí, y es parte de la propia
izquierda la que se está encargando de eso. Son las más recientes
acusaciones y detenciones en torno de las protestas más vandálicas las
que han colmado la paciencia de un sector de sus antiguos seguidores.
Hasta aquí da la impresión de que entre Humala y la izquierda quedan...
algunos delgados vasos comunicantes. El mantenimiento de la colaboración con figuras provenientes de la izquierda, los rasgos brasileños de algunas políticas o algunos gestos nacionalistas han sido el tipo de argumento para que algunos conjeturen un Humala rescatable para la izquierda.
Por ejemplo, Carlos Tapia sostiene que las políticas actuales del gobierno son producto de presiones del gran capital, y que una vez constatado el fracaso de la hoja de ruta, Humala volverá por los fueros de la gran transformación. Aunque no lo dice, se supone que el fracaso de esa hoja se demuestra en la escalada de movilizaciones de protesta en el país.
Algo de esto viene temiendo un sector de la derecha, dedicada a hacer notar una supuesta fragilidad de las nuevas convicciones de Humala. Se sugiere, por ejemplo que Humala podría volver al izquierdismo para conservar la mayoría en el Congreso. Pero ese es un argumento algo paranoico, pues sobran votos de derecha para redondear una mayoría.
En la izquierda no todos comparten el optimismo de Tapia, o de quienes piensan que sacar a Óscar Valdés les haría el milagro. El caricaturista Carlín acaba de llamar a Humala traidor con todas sus letras, algo que ya se venía escuchando en algunas manifestaciones. Indicio probablemente de una pérdida de esperanzas.
Una hipótesis para explicar este nuevo desencanto es que los conductores de las protestas no solo han capturado la agenda política, sino que además han asumido el liderazgo de facto del ala izquierda del humalismo electoral. La renuncia de la congresista Verónika Mendoza, acusada de azuzar la protesta de Espinar con argumentos equívocos es un indicio.
Todavía hay una izquierda que no quiere la ruptura final. En su columna de ayer Javier Diez Canseco habla de una encrucijada, y culpa al manejo de la situación, léase Valdés. Pero el aviso es claro: “No es posible ser cómplice ni compartir este manejo”. En el fondo es la posición de Tapia, y un poco la de Salomón Lerner.
¿Ganaría algo Humala reizquierdizándose un poco? Posiblemente sí. El problema es que los dirigentes políticos de la protesta no tienen el menor interés en que lo haga. Enfrentando su propia intransigencia a la intransigencia del gobierno les va muy bien. ¿Por qué cambiarían de estrategia?
Fuente: http://www.larepublica.pe/columnistas/observador/pan-con-pescado-04-06-2012
Hasta aquí da la impresión de que entre Humala y la izquierda quedan...
algunos delgados vasos comunicantes. El mantenimiento de la colaboración con figuras provenientes de la izquierda, los rasgos brasileños de algunas políticas o algunos gestos nacionalistas han sido el tipo de argumento para que algunos conjeturen un Humala rescatable para la izquierda.
Por ejemplo, Carlos Tapia sostiene que las políticas actuales del gobierno son producto de presiones del gran capital, y que una vez constatado el fracaso de la hoja de ruta, Humala volverá por los fueros de la gran transformación. Aunque no lo dice, se supone que el fracaso de esa hoja se demuestra en la escalada de movilizaciones de protesta en el país.
Algo de esto viene temiendo un sector de la derecha, dedicada a hacer notar una supuesta fragilidad de las nuevas convicciones de Humala. Se sugiere, por ejemplo que Humala podría volver al izquierdismo para conservar la mayoría en el Congreso. Pero ese es un argumento algo paranoico, pues sobran votos de derecha para redondear una mayoría.
En la izquierda no todos comparten el optimismo de Tapia, o de quienes piensan que sacar a Óscar Valdés les haría el milagro. El caricaturista Carlín acaba de llamar a Humala traidor con todas sus letras, algo que ya se venía escuchando en algunas manifestaciones. Indicio probablemente de una pérdida de esperanzas.
Una hipótesis para explicar este nuevo desencanto es que los conductores de las protestas no solo han capturado la agenda política, sino que además han asumido el liderazgo de facto del ala izquierda del humalismo electoral. La renuncia de la congresista Verónika Mendoza, acusada de azuzar la protesta de Espinar con argumentos equívocos es un indicio.
Todavía hay una izquierda que no quiere la ruptura final. En su columna de ayer Javier Diez Canseco habla de una encrucijada, y culpa al manejo de la situación, léase Valdés. Pero el aviso es claro: “No es posible ser cómplice ni compartir este manejo”. En el fondo es la posición de Tapia, y un poco la de Salomón Lerner.
¿Ganaría algo Humala reizquierdizándose un poco? Posiblemente sí. El problema es que los dirigentes políticos de la protesta no tienen el menor interés en que lo haga. Enfrentando su propia intransigencia a la intransigencia del gobierno les va muy bien. ¿Por qué cambiarían de estrategia?
Fuente: http://www.larepublica.pe/columnistas/observador/pan-con-pescado-04-06-2012
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