El historiador Antonio Zapata recuerda, en su columna publicada en el diario La República, a los poetas Javier Heraud y Mariano Melgar como "dos grandes promesas, abatidos en acción". A continuación, compartimos su columna.
En la historia peruana existe otra figura comparable, se trata de Mariano Melgar, quien pronto cumplirá 200 años de su muerte en combate. Melgar también fue un poeta que desde joven alcanzó gran nivel. Era arequipeño y destacó como cantor romántico comprometido con la nueva propuesta liberal. Ambos fueron maestros, Heraud llegó a ser nombrado en el sistema nacional y Melgar era profesor del colegio seminario de Arequipa. Dos poetas jóvenes, en la primera fase de su vida, dos grandes promesas, abatidos en acción de armas.
Melgar murió en Umachiri, una batalla decisiva en la lucha por la independencia del Perú. La rebelión había comenzado en Cusco bajo el mando de los hermanos Angulo; se había sumado el cacique Pumacahua, quien condujo una expedición a Arequipa, que capturó después de cruenta lucha.
Ahí se incorporó Melgar junto a un grupo de criollos letrados. Fue integrado al ejército de Pumacahua y participó de su suerte. Una división realista los batió en el altiplano puneño, después de dura refriega. Los realistas eran un ejército pequeño, integrado por soldados profesionales, bien equipados. Mientras que los patriotas eran numerosos, pero todos civiles, muchos indígenas, que peleaban con pocas armas de fuego. A la hora del combate en terreno abierto, los realistas hicieron leña a Pumacahua.
El cacique indígena fue ahorcado y Melgar fusilado en el campo de batalla. Por su parte, Heraud también murió luego que las fuerzas del orden hicieran leña el bote que lo transportaba. Su caso fue más dramático aún. Una columna de sólo ocho guerrilleros había llegado a Puerto Maldonado y se alojó en un hotel. La policía fue a detenerlos porque estaba esperando un grupo que venía de Bolivia. En el momento de la captura hubo una refriega y dos guerrilleros escaparon.
Eran Heraud y Alain Elías, quienes huyeron a la selva, capturaron un bote e intentaron cruzar el río. Los siguieron policías y lugareños armados con sus propios fusiles. Los uniformados estaban enardecidos porque uno de ellos había muerto durante la captura. Los policías divisaron con facilidad a los guerrilleros. Eran inconfundibles: universitarios limeños perdidos en la selva amazónica. Al frente tenían gente experta que vivía en la región y conocía todos sus vericuetos.
El bote de los guerrilleros fue rodeado por una canoa que transportaba tropa haciendo fuego; además, desde un alto en la orilla disparaban sin cesar. Elías fue herido primero y cayó al fondo del bote, salvando su vida fortuitamente. Por su parte, el fuego se concentró en Heraud, alcanzado por balas dum-dum que le destrozaron el pecho.
Así, ambos jóvenes poetas murieron a balazos, el uno fusilado legalmente y el otro de modo informal. La revuelta de Melgar fue de mayor envergadura, puesto que anunció la independencia nacional. Mientras que, las ideas de Heraud no se concretaron. A lo sumo anticipaba el gran cambio cultural de nuestra era: la mayor igualdad entre los géneros, el respeto por el medioambiente y la libertad personal.
No obstante sus diferencias, las semejanzas destacan de manera rotunda. Ambos representan lo mismo en la historia nacional. La genialidad en la primera juventud, la poesía romántica y generosa, que no vacila ante las empresas guerreras, sino que se entrega a ellas de manera suicida, para defender con su vida “una patria hermosa como una espada en el aire”.
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