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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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viernes, 17 de mayo de 2013

Medio siglo sin Javier Heraud


FAMILIA. Los Heraud Pérez unidos. El tercero de la derecha, con boina, es javier. A su lado derecho, su hermana Cecilia

Luego de leer el titular de “Última Hora”, Victoria Pérez, madre de Javier, se tocó el pecho con las dos manos y, tras emitir un largo suspiro no pudo evitar decir: “Pobre su madre”. En el titular se leía una oración que, sin saberlo, sería determinante en...
su vida. “Jóvenes guerrilleros son abaleados en Madre de Dios”.


MOSCÚ, CUBA Y LA MUERTE

Era julio de 1961 y Javier estaba eufórico. El Forum Internacional de la Juventud lo había invitado a Moscú, pero la negativa de su padre originó una fuerte discusión en la casa de Miraflores. Aún era menor de edad y necesitaba el permiso firmado de su progenitor para poder viajar. Tuvo que mediar Victoria, su madre, a quien Javier rogó interceda por el ante su padre. Don Jorge accedió, pero enviado un mensaje que más tarde retumbaría en la cabeza de Victoria, originándole incesante llanto, un dolor del que jamás pudo zafarse. “Lo emancipo y que viaje, pero no bajo mi responsabilidad”. Fue gracias a la emancipación que Javier viajó también a Cuba.

Un perpetuo “y si no” sofocó durante varios años a la madre del poeta, mujer dulce, comprensiva, que tuvo que vivir sin haber enterrado a su hijo, el del rostro pálido y los ojos claros, cuya sola presencia significaba una razón para seguir sonriendo. La vida de sus hermanos tampoco fue la misma.

Cecilia Heraud, quien era tres años menor que el vate, dictaba clases en el colegio La Recoleta cuando vio el rostro de su primo Pedro asomarse por la ventana del aula. Sospechó que algo no andaba bien. Para no alarmarla, le dijeron que Javier había sufrido un accidente, que sería mejor que esté en casa, junto a su madre.

Al llegar, su hermana menor la esperaba sentada en la sala. ¿Qué ha pasado?, le preguntó Cecilia. ¡Javier esta muerto!, le gritó, como esperando, al oír sus palabras, caer en cuenta que era cierto lo que horas antes le habían informado. Don Jorge Heraud Cricet viajó a Madre de Dios con la esperanza de que el herido sea su hijo y el fallecido el compañero de este en la balsa.

Los medios de comunicación habían anunciado los nombres de los dos jóvenes: Alaín Elías Caso y Javier Heraud Pérez. Uno está herido, el otro ha fallecido. El mensaje era escueto y no brindaba detalles acerca de cuál de los dos estudiantes era el sobreviviente. Trascendió que se trataba de Javier, pero don Jorge se resistía a creer que su Javier, “el símbolo de la pureza y del sacrificio”, como escribió en una carta enviada al diario La Prensa, fuera el fallecido.

Se encontró en Madre de Dios con la madre de Alaín Elías, quien, desesperada, alquiló una moto para ir en búsqueda de su hijo. Ambos padres se vieron en la desgracia de saber cuál de los dos jóvenes era el sobreviviente, y ambos deseaban, con igual fuerza y esperanza, que fuera su hijo quien retorne a casa.

AMARANTA ES ADELITA

Es común hallar los nombres de Amaranta o Adelita en la poesía del vate. Ambas son la misma persona, una joven a la que Javier conoció en la Universidad Católica y a quién amó sinceramente. En un poema que le dedicó, Javier escribe como epígrafe unos versos consagrados a su amada. “Para Adelita T. Ayer sí. /(Hoy sí también) Mañana/ Y el siempre sí, sí.”, las líneas son secundadas por el poema “Ayer te besé en los labios” de Pedro Salinas.

Finalmente el vate le escribe un poema, acaso presintiendo que su amor no era suficiente y que la hermosa Adelita Tanaevsky habría de alejarse. “Hoy siento seguro tu aliento./Siento que me toca./Que me llega, cerca de mí./ y tu te obstinas, y niegas./ Y desprecias al amor./ El amor sopla duro./Y hay que agarrarse/para no caer./ Tú quieres soltarte/ ¡Pero si no hay necesidad! 

Poco tiempo después de la ruptura, Javier viajó a Cuba. Uno de los primeros poemas que el vate escribió desde la isla alude a su joven amor. “No quise despedirme de Amaranta/ porque ‘el tiempo del amor no vuelve más’”, se lee.

Adelita se enamoró de un muchacho llamado Lucho Pesci, que estudiaba medicina en San Marcos. Sufrió mucho al enterarse de la muerte del poeta. Adelita, marcada por la tragedia, no solo debió sobrevivir a Javier, sino también a Lucho, quien murió mientras veraneaban, intentando salvar a un muchacho que se ahogaba en la playa.

LA EXHUMACIÓN

Cuenta Cecilia que, en 2008, acompañada por sus hermanos y por dos antropólogos forenses, viajaron a Madre de Dios dispuestos a exhumar el cadáver de Javier y trasladarlo a Lima. Su mayor miedo era hallar únicamente polvo. Pero no.

“Encontramos casi todas las partes de su cuerpo. Todo fue sumamente fuerte pero hermoso. Estaba su dentadura, recién le estaban saliendo las muelas del juicio. Estaba su fémur, había pequeños huesos de las manos y de los pies. Tenía los huesos de sus piernitas. Cuando limpiaron todo, yo sentí una fuerza, como si nos dijera ‘por qué se han demorado tanto’. Sentí que nos estaba esperando”, cuenta Cecilia, la hermana y biógrafa del eterno poeta joven del Perú.

EL DATO.
Cecilia Heraud prepara la reedición del libro “Vida y muerte de Javier Heraud”, con material adicional y fotografías inéditas. Se halla a la búsqueda de un editor.


MILAGROS OLIVERA
molivera@diario16.com.pe

Fuente: http://diario16.pe/noticia/27497-medio-siglo-sin-javier-heraud

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