No soy escritor, ni crítico y menos poeta. Solo quiero compartir lo que
siento y lo que viví con él tras 30 años de su partida. En todo caso,
me gustaría desmitificar la tristeza del poeta y resaltar su gran
sentido del humor, su apego al amor y a la vida.
Han pasado 35 años
desde que lo vi por primera vez. Me impresionó, más que su tristeza de
la que todo el mundo habla, su gran sentido del humor, contagiante, que
iluminaba su rostro cada vez que una de sus ocurrencias se convertía en
una anécdota. Solo en él podían coexistir perfectamente la tristeza y la
alegría, sin que una se sobrepusiera a la otra.
Confieso, sin
vergüenza alguna, que...
así como me dio alguna vez el título de poeta;
cuando le hice una pregunta media kafkiana, sin piedad alguna me lo
quitó. Fue tan pronto leyó algo que escribí. Yo me la había creído lo de
poeta a pesar que hasta ese momento no había producido ni un solo
verso. Y empecé a escribir como loco. Tras haber redactado unos veinte
poemas, escogí uno –según yo, el mejor- y se lo di para que lo revisara.
Demoró como una hora, antes de emitir su veredicto. ¿Cantas?, me
interrogó. Conociendo su fama de compositor, pensé que quería ayudarme a
realizarme como cantautor. Le dije que sí, y me contestó: ¡mejor
dedícate a cantar!
Una anécdota me la contó Juan Cristóbal – uno de
los mejores poetas vivos que tiene el Perú– en una tertulia
interminable sobre Juan Gonzalo: “Una vez en el Jinete –un bar de la Av.
Brasil que solíamos frecuentar con Rose- un abogado jodía
insistentemente para que Juan Gonzalo le recitara uno de sus poemas, y
él le contestó: “Esta bien, pero primero recítame el Código Penal”. El
abogado no insistió más.
Su genialidad era inagotable. Recuerdo que
una vez un búfalo aprista le pegó a un profesor de izquierda por haberlo
dejado mal parado en un debate sobre Haya y Mariátegui. A Juan Gonzalo,
que en esa época era el encargado de poner los titulares del diario
Expreso, no se le ocurrió mejor idea que poner en la portada “Búfalo vil
agrede a profesor”, haciendo referencia irónica al famoso Búffalo Bill
del lejano Oeste.
Recuerdo, también, otra anécdota que me contó el
gran Washington Delgado: “Juan Gonzalo había organizado en el INC una
exposición de una joven pintora, sobre José Carlos Mariátegui. Sandro
–hijo de Mariátegui y congresista por esa época, asistió a la exposición
y sin saludar siquiera a la expositora, empezó a examinar
minuciosamente cada uno los cuadros. Terminado su cometido, sin el menor
reparo y respeto a la pintora, sentenció: ¡estos cuadros no se parecen a
mi padre! Juan Gonzalo, le respondió inmediatamente: ¡usted tampoco!”.
Comparto la idea de Carlos Sotomayor en el sentido que la leyenda había
dibujado en torno a él, no sólo la idea de un bebedor impenitente,
amante de la tertulia bohemia, sino también la de un poeta secuestrado
por la tristeza, quizás por aquella aura de solitario que ostentó en su
vida –casi como un apostolado– o por los rasgos melancólicos de muchos
de sus poemas.
No puedo dejar de mencionar que su espíritu rebelde y
su apego a la justicia social lo acompañaron hasta las últimas horas de
su existencia. Una tarde de otoño Juan Gonzalo recordó sus días en
México con el “Che”, y contó que casi se embarca en la aventura de
acompañarlo por América Latina en su sueño revolucionario.
Como casi
todos, Juan Gonzalo le tenía miedo a la muerte. La tenía cerca,
conversaba con ella, la quería, la evocaba, pero le temía.
La
última vez que lo vi con vida fue un par de días antes del 12 de Abril
del 83. Me había pedido que cerrara la puerta de su cuarto por afuera.
Me expulsó cuando arroje por el baño una botella de ron y un par de
cajetillas de cigarros negros que le había traído uno de sus amigos a
cambio de una entrevista que Rose jamás pudo honrar. Solo Julio Heredia,
poeta y amigo personal de él, que lo acompañó hasta el final, pudo
grabar sus últimas palabras.
De mi parte solo guardo el recuerdo de
un poema inédito, escrito en una servilleta en su última noche de
bohemia y tertulia, donde solo hablaba yo. Estaba en su última copa de
vino: “El Mar no tienes descanso, el vino si/ El amor no tiene olvido,
el vino si/Unos fueron a la luna, otros fueron al mar, pero nadie vino a
mi/ El vino sí”.
Fuente: https://www.facebook.com/julio.failocrivas.1/posts/10201031657061683
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