¿Cómo podríamos definir al periodismo Fujimorista? Quizá como el ejercicio de simular informar mintiendo, exagerando, ocultando noticias, deformando otras, sembrando rumores o alimentándolos, promoviendo el miedo, asegurando fidelidad de periodistas y de medios, eliminando competencia, urdiendo campañas para ser lanzadas en concierto por los medios bajo su control, amedrentando o despidiendo periodistas.
Y todo esto haciendo creer que se actúa con el debido respeto a los principios de la libertad de expresión y reclamándola con vehemencia para asegurar la impunidad. Pero esto no es novedad porque periodismos así han existido en varias etapas de nuestra historia, podría alegar un buen estudiante.
Es verdad. Por ejemplo, en los once años que fue presidente Augusto B. Leguía (legitimado democráticamente por elecciones, como Fujimori) se hizo exactamente lo mismo promoviendo un periodismo servil, expropiando diarios, persiguiendo periodistas pero al final, como en una buena lección de historia, la caída de su régimen provocó la aparición de un periodismo explosivo que demolió al leguiísmo para siempre.
El pensamiento Fujimori para el periodismo hizo su aparición en la escena política cuando el llamado autogolpe del 5 de abril de 1992. Esa noche, se recordará, ingresaron tropas al diario La República y un oficial censor corrigió varias informaciones. Los propietarios se negaron a aceptar las correcciones y la edición apareció con elocuentes espacios en blanco.
No tuvieron éxito los Fujimoristas en la censura directa y debieron por tanto diseñar una manera distinta de intento de manejo de formación de opinión pública en frentes bien definidos y con la sistematización de prácticas perversas como el soborno a propietarios de prensa impresa, la fundación de periódicos de corte popular y la compra de línea editorial a los principales canales de televisión. La corrupción del régimen trasladada a nuestra profesión.
Esta operación mediática fue manejada por el presidente Fujimori, su asesor Vladimiro Montesinos y puesta en práctica por el puñado de publicistas que pagaba el régimen, esto es, Borobbio, Vinitsky, Mankevich, artífices reales de la llamada prensa chicha que sostuvieron hasta el año de la fuga presidencial. Y entonces muchos creyeron que tal como el leguiísmo, la pesadilla Fujimorista había desaparecido para el periodismo y que las geishas (y “geishos”) no volverían jamás.
Fue un error porque retornaron; y las lecciones que dejaron sus promotores originales no han sido desaprovechadas porque la descripción que hicimos arriba ¿no se parece como gotas de agua al periodismo que está promoviendo el retorno de los antiguos barones del Fujimorismo arropados por la candidatura de Keiko Fujimori?
Fuente: http://diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/el-periodismo-seg-n-fujimori_87014.html
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