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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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lunes, 30 de mayo de 2011

El nacionalista Humala y la populista Fujimori dividen a Perú

Su último debate no despeja el empate técnico entre ambos candidatos

Día 31/05/2011
 
Perú sigue hoy como ayer. El país continúa preso de una angustia existencial sin precedentes en este siglo. La población está dividida entre dos figuras que representan la peor cara de la política. El pasado reciente de Alberto Fujimori a través de su hija Keiko Sofía (Fuerza Perú) y el rostro de un futuro incierto, desconocido y arriesgado, en la propuesta del nacionalista Ollanta Humala (Gana Perú).
Los sondeos no despejan el empate técnico de los dos candidatos en la segunda vuelta de las elecciones que se celebran este domingo (50,5 % y 49,5 % con Keiko en cabeza y 50,8 y 49,2 con Humala por delante según las encuestadoras Apoyo e Imasen respectivamente). Tampoco sacó de dudas el debate, a cara de perro, al que se sometieron la pasada madrugada. La mayoría de los medios de comunicación y los analistas coinciden en que el enfrentamiento dialéctico no sirvió para ayudar a los peruanos a salir de su propio laberinto de la indecisión. Entre un 15 y un 20 por ciento del electorado se siente perdido o se resiste a hacer público su voto. Ese colectivo será el que, finalmente, incline la balanza del escrutinio final.
Keiko Sofía (36 años) se esforzó en recordar el pasado golpista de Ollanta Moisés Humala (49 años) y en poner en duda sus credenciales democráticas. También insistió en rescatar episodios de presuntas violaciones a los derechos humanos cuando el candidato de Gana Perú, coronel en retiro, estaba al frente de una brigada militar que masacró un grupo de campesinos. En ese fuego cruzado le acertó al exigirle que reconociera que cambiará la Constitución.
Humala, renovado en las formas gracias al asesoramiento de un grupo del PT (Partido de los Trabajadores) de Brasil, apuntó sus cañones contra la política criminal de abusos, corrupción y esterilización masiva de campesinas, desarrollada por el padre de la candidata durante la década que estuvo en el Gobierno. El hombre que recibe el respaldo de la intelectualidad peruana señaló la presencia de ex colaboradores de Alberto Fujimori en el equipo de Keiko. Entre otros, Alejandro Aguinaga, el ex ministro que estuvo a cargo del plan quirúrgico para que las mujeres pobres no tuvieran hijos.
«Yo soy la candidata y no Alberto Fujimori. Confronte mis ideas. Puede ir a la Diroes (división policial donde Fujimori cumple condena por sus crímenes) si quiere. Yo tomo las decisiones en mi partido», clamó en TV una ofendida Fujimori. Humala acababa de conseguir desfigurar el rostro amable y la sonrisa eterna de una adversaria que podría enterrar sus aspiraciones a la presidencia por segunda vez. En la ocasión anterior su verdugo fue el actual presidente Alan García.
Ollanta Humala, tocado a su vez por la retórica de una alumna aventajada, por tradición familiar, en las distancias cortas, se justificó: «Me comprometo a defender la democracia, los valores y la libertad de expresión. Nos comprometemos a lograr un crecimiento de 50%. No indultaremos a ningún corrupto ni a ningún criminal».
Para la consultora Giovanne Peñaflor, «Keiko Fujimori se maneja mejor ante las cámaras y eso le dio una ventaja. A Ollanta le faltó una mejor dicción, sin embargo logró ponerla a la defensiva y quitarle la imagen de “chica buena”. No obstante, el debate no va a hacer cambiar significativamente las cosas». Las «cosas», finalmente, las resumieron los protagonistas del debate. Humala dijo: «En mí puede haber dudas, en el otro lado hay pruebas». Keiko Sofía replicó: «Por errores de terceros he cargado una cruz muy grande» y aceptó «reconocer nuestros errores y pedir las disculpas necesarias».

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