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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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viernes, 27 de mayo de 2011

¿Keiko Fujimori Fujimori?


Por Juan Carlos Tafur
Conforme se acercan las elecciones, el núcleo duro del fujimorismo empieza a mostrar su rostro real, aquel que su candidata Keiko Fujimori ha tratado de ocultar y de subrayar que ya no existe.
La sucesión de hechos y declaraciones de voceros y de la propia candidata al final de la primera vuelta es bastante significativa. Desde Carlos Raffo, Martha Chávez, Jorge Trelles, Rolando Souza y muchos otros, cada uno de distinta forma, lo que revelan es que el espíritu noventero del fujimorismo sigue vivo y coleando.
Quizás Keiko haya efectivamente reflexionado sobre la cabal naturaleza y valor de la democracia representativa y, en esa medida, tenga claro que sería un suicidio político reeditar la lógica autoritaria del gobierno de su padre. Pero no parece ser ése el tenor de su entorno más cercano, de sus allegados ni de los advenedizos que se le han trepado al coche en la segunda vuelta.
De hecho, no hablamos de la reiteración de una dictadura ni de una mafia organizada. Ni las circunstancias sociales ni políticas permitirían que algo así se vuelva a dar, por más que se lo propongan. Pero el peligro de volver a transitar por senderos autoritarios basta y sobra, justamente en los tiempos actuales, cuando las exigencias son las de construir una sociedad liberal y moderna.
Escribíamos hace algunos días respecto de que el riesgo mayor de un triunfo de Fujimori –mayor en el sentido de más probable, no de más grave- era que la candidata fuese cooptada por la derecha tradicional y que terminase siendo, no una reedición del régimen de su padre, sino del de su padrino, que es Alan García.
Si se evalúan, sin embargo, los hechos últimos, debemos advertir que, más allá de sus declaraciones puntuales, mayormente correctas, lo evidente es que el riesgo es otro, más preocupante. Keiko Fujimori tiene alrededor suyo todo un comando operativo, una maquinaria de gobierno que parece creer que veinte años después de que el fujimorismo llegase al poder, es factible y deseable reiterar el mismo software político.
Lo que menos necesita el Perú de hoy, después de diez años de crecimiento en democracia plena, es un retorno a un guión derechista autoritario. Suficiente con los cinco años del segundo alanismo, que deja como herencia un país al borde de la explosión social, tal como lo revelan los hechos que, por ejemplo, en estos momentos ocurren en Puno. Si Keiko llega al poder y su entorno talibán se impone sobre ella, el escenario que se avizora está cercano a la ingobernabilidad.

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