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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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viernes, 6 de mayo de 2011

Iwasaki: ‘Borges es mi sistema operativo’

Empezó, como muchos escritores latinoamericanos, escribiendo cuentos, pero dice que ya dejó por completo este género. Abocado a la novela y al ensayo, considera que Jorge Luis Borges es el escritor que le da valor a nuestras lecturas y hace funcionar la escritura. Aquí la charla con el escritor peruano Fernando Iwasaki, quien hace poco estuvo en Lima.
Por Jaime Cabrera Junco

Fernando Iwasaki Cauti (Lima, 1961) dice que para escribir tiene que robarle tiempo a sus descansos de fin de semana o aprovechar por completo sus vacaciones. Hacía tres años que no volvía a Lima y cuando le preguntamos si nota cambios en la ciudad dice que sí, pero que una de las cosas que no han cambiado es el trato hacia las empleadas del hogar. Nos pidió hacer la entrevista en una librería y así, rodeado de libros, conversamos con el autor de novelas como Libro de mal amor y Neguijón.

Te defines como un escritor de novelas, pero dices que te sientes más cómodo con el ensayo ¿Por qué?
Bueno, yo creo que un narrador debe leer poesía y escribir ensayo. Es algo intrínseco a la actividad de un narrador escribir ficción, por eso hago mucho hincapié en que hay que escribir ensayo. Creo que el ensayo permite ordenar las ideas, argumentar, exponer y por lo tanto aprecio muchísimo que un narrador, además de escribir ficción, escriba ensayo. En España los narradores no escriben ensayo, a veces escriben poesía. Los latinoamericanos escribimos ficción y además escribimos ensayo, eso lo vemos en Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges...entonces creo que es algo que probablemente nos diferencia y nos distingue con respecto a los narradores españoles.
¿Y el ensayo acaso te resulta más cómodo por tu formación como historiador?
No, porque el ensayo no necesariamente es académico. Debe ser, como su nombre lo indica, un intento, una reflexión...y hay ensayos literarios que ni siquiera deben tener la presentación de una monografía filológica. Chesterton escribía ensayos que, desde mi punto de vista, eran más literarios que filológicos, y ese es el tipo de ensayo que a mí me interesa escribir. Un ensayo donde la historia, la literatura y cualquier otra disciplina estén como un perfume. Que tenga el ensayo un aroma literario, un aroma histórico, un aroma antropológico, un aroma psicoanalítico, pero que no sea propiamente una monografía de psicoanálisis, de filología.
Tu primer acercamiento a la ficción fue a través del cuento, ¿Cómo es tu relación con este género?
Me imagino que como todos los peruanos de mi edad, comenzamos disfrutando los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, también los cuentos de Edgar Allan Poe, de Lovecraft... el cuento siempre ha sido un género dentro de la narrativa que en América Latina ha tenido gran predicamento. En América Latina tú puedes tener prestigio literario gracias a los cuentos. Ahí tenemos los casos de Monterroso, Borges, Cortázar... de Ribeyro. El cuento surge en mí porque era lo que estaba leyendo, lo que me había educado el gusto literario.
¿Y actualmente sigues escribiendo cuentos?
Dentro de lo que podría ser mi plan de escritura por el momento no tengo ya previsto escribir más libros de cuentos. Además, yo concibo los libros de cuentos como proyectos. Ajuar funerario era un proyecto donde estaba el terror y la idea de escribir relatos muy breves. Helarte de amar era un libro donde lo que yo deseaba era que el tema del erotismo estuviera dominando todos los cuentos... Entonces, para mí los libros de cuentos no son como embarazos...yo no voy escribiendo los cuentos de a pocos, yo me planteo escribir un libro, me documento, los preparo y salen los libros de cuentos para mí. No tengo en este momento un proyecto de libros de cuentos, tengo proyectos de libros de ensayos, tengo proyectos de dos novelas y la verdad es que a mí no me
importaría escribir estas dos novelas y no volver a escribir ficción porque creo que ya está bien...
Mencionas que tus influencias provienen principalmente de Jorge Luis Borges y de Guillermo Cabrera Infante. Empecemos por Borges, ¿qué cosas asimilaste de él?
Borges es un autor que te permite darle a todas tus lecturas un valor. Gracias a Borges para mí tiene sentido haber leído desde cómics hasta novelas, pasando por relatos o prospectos de antibióticos. Borges te sirve para todo. Él reivindica los diccionarios, las enciclopedias, los artículos de revistas. Entonces, yo creo que Borges es el escritor en su estado más elevado y, al mismo tiempo, él escribía desde el juego, desde el humor, desde la erudición. No lo puedo considerar ni siquiera una influencia, para mí Borges es el sistema operativo. Es decir, tú usas Windows...yo uso Borges. Entonces, a partir de esa idea de Borges se cargan otros programas, se cargan otras lecturas y es Borges lo que las hace funcionar.
¿Y Cabrera Infante?
Cabrera Infante es otra cosa. Él es alguien que experimenta con las palabras, con el lenguaje y lo lleva al límite, lo somete a una serie de presiones. Cabrera Infante hacía que las palabras chocaran y perdieran el sentido y se convirtieran en otra palabra. Me interesa esa manera de jugar y creo que Borges y Cabrera Infante o Jorge Ibargüengoitia o Mario Vargas Llosa o Tolstoi o Stendhal son figuras a las que siempre vuelvo.
Y de Cabrera Infante la influencia, además, del juego de palabras que utilizas en los títulos de tus obras también se nota que has asimilado el humor y la presencia de la música
Sí. Sobre todo de Cabrera Infante me interesa el que no se puede decir que haya cultivado un género en concreto. ¿Qué es La Habana para un infante difunto? Puede ser una novela, pero pueden ser unas memorias, puede ser de pronto un ensayo, puede ser de pronto una pequeña obra de teatro incrustada en este libro. ¿Qué es Tres tristes tigres? Es también un experimento, una fiesta ¿Qué es O? ¿Qué es Ejercicios de estío? Entonces, Guillermo Cabrera Infante es alguien que rompe toda la baraja de los géneros y hace cosas nuevas. Reivindico esa manera de escribir, de crear cosas nuevas. Lo hizo, por ejemplo, Julio Ramón Ribeyro cuando escribió sus Prosas apátridas, que no son cuentos, que no son memorias, que no son ensayos, pero que es una mezcla de todo eso y no encontró mejor manera de bautizarlas que llamándolas así. Pues, a lo mejor, estoy escribiendo prosas apátridas también yo y eso se lo debo a los autores que he mencionado.
¿Y lo tuyo no es quizás más la ironía que el humor?
A ver...creo que la televisión ha distorsionado las cosas. Antiguamente un humorista era un escritor. Hoy un humorista es un tipo que sale en la tele contando chistes. Entonces ya para empezar hay una distorsión, una degeneración del concepto. Creo que el humor y la ironía son conceptos limítrofes. El humor no te tiene solo que hacer reír, sino también pensar y darte cuenta de que te ríes de algo patético. Te ríes de algo que merece una reflexión. Por otro lado, es más auténtico reírte de ti mismo que reírte de otro. También es cierto que puede ser el humor más simple y puede ser el más chabacano, el duro y el más cruel, pero soy partidario de reírse de uno mismo y eso es lo que he tratado de hacer en muchos de mis libros.
Eres historiador de profesión y decías que eso ha ayudado a darle verosimilitud a tus novelas ¿Te gusta más trabajar novelas históricas?
Para mí la documentación no tiene por qué ser histórica. A la literatura no le corresponde decir la verdad, pero sí proponer algo inverosímil. La historia sí debe decir la verdad, entonces en un libro como España, aparta de mí estos premios prácticamente todas las historias tienen una serie de elementos verdaderos, pero sé que el lector las va a considerar inverosímiles, pero a mí lo que me interesa es el juego de confundir lo verdadero con lo inverosímil, porque la realidad a veces tiene elementos más rocambolescos que la ficción. Entonces en Neguijón o en España.... O en otros libros, trato de documentarme para presentar cosas que son verdaderas que sé que el lector las va a considerar inverosímiles.
Hablemos del Libro de mal amor, un juego de palabras en el título con el Libro del buen amor del Arcipreste de Hita. Aquí el humor disfraza lo que podría ser una situación triste, es decir, tener una serie de fracasos amorosos...
Bueno, un libro donde alguien presuma de todas las enamoradas que ha tenido y de lo bien que se la ha pasado, creo que sería un libro antipático, horrible y no tiene sentido. A mí, personalmente ese tipo de libros no me representan, yo no he sido una persona que haya sido un gran conquistador ni mucho menos. He escrito algo que me refleja más como lo que he sido en realidad, como alguien que se enamoraba muchísimo de chicas que consideraba inalcanzables que hacía el ridículo y muchos papelones. ¡Quién no ha hecho papelones por amor! Yo he hecho tantos papelones que los he encuadernado y me ha salido este libro. Entonces me parecía que esto es más sincero, más honesto y me lo pasé muy bien escribiéndolo, así que siento que este libro refleja mejor que lo que tiene que haber sido la vida de mucha gente. Es más probable que a lo largo de tu vida te hayan dicho que no a que te hayan dicho que sí siempre.
En Ajuar funerario exploras el microrrelato de terror y decías que estos textos cortos tenían influencia del haiku, ¿fue así o esa explicación fue una ocurrencia tuya?
Bueno, alguien me preguntó por qué es que me interesaba el microrrelato...si lo peruano me llevaba al terror. Entonces yo dije ¿por qué?...a lo mejor es lo japonés lo que me llevaba a la brevedad. Muchas respuestas que se pueden encontrar en Internet son respuestas que por una parte  quieren ser ingeniosas, pero motivadas por una pregunta que me sorprendía. Creo que la entrevista es también un género literario y es un mal negocio porque siempre se dice que la entrevista es un encargo en el que más trabaja el que responde, pero el que cobra es el que pregunta (sonríe).

¿Qué disfrutas más leer o de escribir?

Los escritores somos escritores porque leemos. Yo soy lo que leo. A mí me gusta decir que leo y que soy escritor porque leo. Si pudiera la gente darnos los que nos dan a los escritores por leer y no por escribir, yo preferiría leer. Creo que es mejor que te paguen por leer a que te paguen por escribir.

¿Da más placer leer que escribir?

Sí.

¿Y escribir?

Para mí escribir es un acto que tiene que ver más con el juego de la lectura que con la rebelión o la crítica. Pero tendríamos que hablar de los géneros. Yo,  a través de la ficción, no pretendo corregir el mundo, hacer un cambio de paradigma en la historia...me conformo con compartir las obsesiones que tengo como narrador y encontrar personas que disfruten con ellas. Como leer es un acto solitario y escribir también, yo siento que lo que yo hago solo va a poder ser interpretado por otra persona solitaria.

¿Cómo es tu método de trabajo? ¿Tomas apuntes?
Yo siempre viajo con un cuaderno y escribo a mano. Voy a atesorando estas notas estas ideas. Cuando era joven las ideas las guardaba en la memoria. Ahora tomo muchas notas, las vuelco luego en unos documentos, que son los borradores, que me sirven para escribir la novela. Cuando escribo la novela despejo una mesa y vuelco los borradores, los libros, mis apuntes y desde que comienzo hasta que termino no me levanto. No escribo una segunda versión o tercera, eso para mí no existe...es un milagro. Solo escribo una versión y la escribo en limpio.

¿Decías que estabas trabajando en dos novelas? ¿De qué tratan?

La primera de ellas la empecé en el año 2005. Escribí 47 páginas y desde entonces no la he tocado porque no tengo tiempo. Es sobre un tema de corrupción en Perú y España... tiene que ver con alguna época histórica y ahí se ha quedado. Y luego, cuando digo que trabajo en una segunda novela, es porque me gustaría dedicarle una novela a la figura de mi abuelo que nació en Japón y que vivió en Perú. Sé muy poco de su vida y lo que no sepa me lo voy a inventar. Para eso voy a tener que leer mucho sobre los japoneses a principios del siglo XX. Esas son las novelas en las que trabajo si puedo decir que trabajo porque no hago más que leer.

Hace algunos años se te acusó de plagiar un artículo periodístico y tuviste la hidalguía de reconocerlo. Años después, al recordar la experiencia, dijiste que en esa época te sentiste realmente solo ¿Fue una experiencia tan dolorosa?

No creo que la palabra que me defina sea hidalguía. Reconocí lo que tuve que reconocer y punto. Creo que en esa época tenía 27 años, nadie a esa edad ha hecho nada lo suficientemente importante para sentir que su vida se arruina. Creo que hice lo que tenía que hacer. Y sí, es cierto, que tú puedes sentirte más o menos arropado, pero es una cosa personal. Yo le deseo a todo el mundo que cuando de pronto sientan que han cometido algún tipo de error se encuentren muy bien arropados por sus amigos porque al final eso es lo importante. Los errores más terribles son los que cometes contra alguien a quien tú quieres. Si tú cometes un error que solo te perjudica a ti, es tu problema.

Te hacía la pregunta porque se comparó tu caso con el de Alfredo Bryce, quien fue acusado y encontrado culpable de plagiar algunos artículos. Él, sin embargo, no ha reconocido su error...

Nunca diré nada malo de Alfredo Bryce. A él yo lo quiero, lo admiro, no sería quien soy sin Alfredo Bryce y si yo tuviera que decirle algo a Alfredo se lo diría en persona y nunca a través de una entrevista.


Cinco libros recomendados por Fernando Iwasaki
"Prefiero recomendar libros a un joven menor de 20 años, a una persona mayor no tengo nada que recomendarle".
1. Historias de Cronopios y famas, de Julio Cortázar.
2. La cartuja de Parma, de Stendhal.
3. El libro de Arena, de Jorge Luis Borges. "Para comenzar a leer a Borges es el mejor título".
4. La voz a ti debida, de Pedro Salinas. "Para mí es un libro de poemas mucho mejor que Veinte poemas... de Pablo Neruda. Salinas roza la intimidad de una manera más rotunda".
5. La Palabra del Mudo, de Julio Ramón Ribeyro.

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