‘¿Quién demonios es mi Dios?’
El domingo por la tarde quedé en un café de Damasco con un joven extranjero. Con él había un sirio de 25 años, que era de la ciudad de Deraa, donde empezó la revuelta siria.
Sin yo apenas preguntar, el joven sirio empezó a contar historias de lo que ocurre en Deraa desde hace diez días. No hay modo de contrastarlas. He contado aquí la versión de calma aparente que se vive en Damasco y Alepo. No puedo dejar de reproducir lo que me dijo sobre Deraa este chico, que por comodidad llamaré Naim.
Los hechos proceden de una sola fuente y podría haber alguna exageración, pero es difícil que sea todo una invención. Ninguno de los dos -ni Naim ni el amigo extranjero- sabía que yo era periodista, así que no podía tener intereses ocultos de querer vender una historia. No me gusta hacerlo así pero, por precaución, no lo he dicho a nadie en Siria. Los rumores sobre la policía secreta -Mukhbarata- son constantes y estoy aquí con visado de turista. Aunque tenerlo de periodista no garantiza nada: una periodista de Al Jazeera inglés está desaparecida desde el viernes cuando llegó al aeropuerto de Damasco desde Catar.
Nadie sabe nada qué pasa en Deraa, tampoco los sirios: algunos no pueden, otros prefieren no saber. Es probable que ni siquiera la gente de Deraa -que tiene un millón cien mil habitantes- sepa qué ocurre en otros barrios de su ciudad (las comunicaciones están cortadas y salir a la calle es peligroso). No solo el bloqueo informativo es completo, sino que la propaganda del gobierno da su versión, que es algo así: en Deraa el ejército trata de reprimir a radicales salafistas que, ayudados por extranjeros, quieren imponer un emirato.
La historia de Naim es entrecortada porque no me dio más datos y yo tampoco quise insistir con preguntas de detalle. La última vez que Naim estuvo en Deraa fue el peor viernes, hasta ahora, de la revuelta siria, la semana anterior a la última. Murieron 112 personas en todo el país. Tres días después, el lunes de madrugada, el ejército entró en Deraa y hasta hoy sigue el asedio, hace ya casi diez días.
En Deraa viven la madre, un hermano y una hermana de Naim: “Mi padre murió hace 15 años y la familia aún tiene un informe en los servicios secretos por algo que mi padre dijo sobre política hace 30”. Naim tiene aún otro hermano que vive en Damasco.
Aquel viernes, el ejército detuvo en un control el bus que llevaba a Naim de vuelta a Damasco. En su carné pone que es de Deraa. Le hicieron bajar y le preguntaron quién era su Dios. Le pegaron, dice, con palos.
-¡Alá, Alá! -respondió Naim. Le dieron más palos y también alguna bofetada de esas que giran la cara. Le volvieron a preguntar quién era su Dios. Naim se permite ahora bromear: “¿Quién querían que dijera? ¿Quién demonios es mi Dios? ¿Júpiter, Venus?”
-¿Quién es tu Dios! -le repetían.
-¿Quién, quién? -respondió Naim.
-¡Bashar al Asad! -dijeron, que es el nombre del presidente sirio.
Naim repitió que su Dios era Bashar al Asad y le dejaron ir. Antes le raparon la cabeza, parece que para reconocerle. Naim llevaba gorra, se la quitó para enseñármelo. Llevaba el pelo muy corto, pero no al rape. Sacó también una foto de carné de hacia un tiempo y lo llevaba un poco más largo. “Al menos me llevé un corte de
pelo gratis”, dice. Aquel día Naim vio cuerpos por el suelo en las calles de Deraa.
En Deraa hace una semana que no hay agua, electricidad, teléfono fijo, móvil ni internet. Delante de mí Naim llama a tres números de Deraa y las tres veces da red ocupada. Pero ese no es el problema más grave, Deraa está en la frontera con Jordania y pueden conectarse con la red de móvil e internet jordanos. Quizá haya alguna otra ciudad o pueblo asediados dentro de Siria, aunque no en la misma situación trágica que Deraa, pero nadie lo puede saber con exactitud por la falta de comunicaciones.
“La comida no es el gran problema, lo peor es el agua y la electricidad”, dice Naim. A causa de la falta de electricidad habría muerto gente que estaba ya enferma en el hospital, parece que por falta de diálisis. Cuando salimos del café en Damasco, Naim ve un grifo abierto: “Vosotros tenéis agua, en Deraa no”. (La BBC dice hoy que, según un residente, la electricidad vuelve a ratos en algún barrio y permiten salir de casa en algunas zonas de la ciudad.)
La semana pasada su hermano salió de Deraa a escondidas con unos amigos, a pie. Iban a buscar comida, medicamentos. Corrieron unos kilómetros hasta llegar a un pueblo cercano para recoger lo que les dieran. La familia supo que todos empezaron a volver, pero la última comunicación fue cuando iban a entrar de nuevo en la ciudad. Desde aquel día no saben nada del hermano: “Quizá esté bien y solo no puede ponerse en contacto con nosotros por falta de comunicación, o quizá no”, dice Naim.
BBC y Al Jazeera daban ayer la detención de mil personas en Deraa, según grupos de activistas. El ejército entra en las casas y se lleva a quien cree, en principio hombres menores de 40 años. El número tiene que ser una aproximación. Naim habla de miles más -seis mil-, pero tampoco puede saberlo. Esa es una de las ventajas del régimen: nadie sabe qué pasa y presume con razón de que Damasco está tranquilo y que lo demás son distorsiones de la prensa extranjera.
La semana anterior, Naim fue con este amigo extranjero a una embajada occidental para ver si podían ayudarle a darle papeles para salir del país. Aquellos días había desaparecido la familia de su primo. Naim estaba exaltado. Otro día, sin Naim, le preguntaron al extranjero si creía todo lo que contaba. Yo también se lo pregunté: “Lo básico sí, pondría la mano en el fuego”. En la embajada no tenían información específica sobre Deraa ni otros lugares.
En 1982, durante el mandato del padre del actual presidente, Hafez Asad, las fuerzas de seguridad ordenaron matar a miles de personas en la ciudad de Hama, entre Homs y Alepo. Algunos en Siria temen que ahora pase de nuevo. Le pregunto a Naim cómo cree que acabará la revuelta: “El presidente se irá o le mataremos, este año o el próximo”.
-¿Cómo piensan conseguirlo?, le digo.
-Tenemos armas, muchas armas -Deraa, por estar en la frontera, tiene contrabando y podría haber más armas que en otras ciudades sirias.
-¿Pero armas contra tanques del ejército?, pregunto.
-¿Los kalashnikovs sirven contra tanques? -el otro extranjero y yo le decimos que no.
-¿Y los RPG? -son una especie de bazokas. Le digo que eso sí. “Pues ya tenemos eso y también montones de granadas”.
No sé si las armas son ensoñaciones de Naim o las hay y se empiezan a usar. Uno de los argumentos del régimen es que desde el extranjero se apoya a los “grupos terroristas salafistas” que promueven la revuelta. También con armas. Culpan al Líbano, a Estados Unidos. Es un argumento sin demostrar. A pesar de la confianza en las armas, la mayor esperanza de Naim es que el resto de Siria se levante en solidaridad con Deraa. No ha ocurrido aún y está por ver que ocurra (será el tema del post de mañana). “Pero si eso no pasa, tendremos que defendernos solos”, dice.
Mientras, por ser de Deraa, Naim se ha quedado sin todos los títulos que prueben sus estudios desde el bachillerato y otros derechos. Ninguno de sus estudios vale nada y ya no le sirve acabar la carrera que cursaba porque no le darán el diploma. Le quedaba un semestre, que quería hacer en Alemania, pero ahora no tiene opción. Gracias a la corrupción, se podían comprar títulos y lo que fuera. Ahora incluso eso se le ha puesto difícil. “Yo solo quiero libertad. ¿En España tenéis libertad?”, me pregunta.
Fuente: http://www.obamaworld.es/2011/05/04/%c2%bfquien-demonios-es-mi-dios/
Sin yo apenas preguntar, el joven sirio empezó a contar historias de lo que ocurre en Deraa desde hace diez días. No hay modo de contrastarlas. He contado aquí la versión de calma aparente que se vive en Damasco y Alepo. No puedo dejar de reproducir lo que me dijo sobre Deraa este chico, que por comodidad llamaré Naim.
Los hechos proceden de una sola fuente y podría haber alguna exageración, pero es difícil que sea todo una invención. Ninguno de los dos -ni Naim ni el amigo extranjero- sabía que yo era periodista, así que no podía tener intereses ocultos de querer vender una historia. No me gusta hacerlo así pero, por precaución, no lo he dicho a nadie en Siria. Los rumores sobre la policía secreta -Mukhbarata- son constantes y estoy aquí con visado de turista. Aunque tenerlo de periodista no garantiza nada: una periodista de Al Jazeera inglés está desaparecida desde el viernes cuando llegó al aeropuerto de Damasco desde Catar.
Nadie sabe nada qué pasa en Deraa, tampoco los sirios: algunos no pueden, otros prefieren no saber. Es probable que ni siquiera la gente de Deraa -que tiene un millón cien mil habitantes- sepa qué ocurre en otros barrios de su ciudad (las comunicaciones están cortadas y salir a la calle es peligroso). No solo el bloqueo informativo es completo, sino que la propaganda del gobierno da su versión, que es algo así: en Deraa el ejército trata de reprimir a radicales salafistas que, ayudados por extranjeros, quieren imponer un emirato.
La historia de Naim es entrecortada porque no me dio más datos y yo tampoco quise insistir con preguntas de detalle. La última vez que Naim estuvo en Deraa fue el peor viernes, hasta ahora, de la revuelta siria, la semana anterior a la última. Murieron 112 personas en todo el país. Tres días después, el lunes de madrugada, el ejército entró en Deraa y hasta hoy sigue el asedio, hace ya casi diez días.
En Deraa viven la madre, un hermano y una hermana de Naim: “Mi padre murió hace 15 años y la familia aún tiene un informe en los servicios secretos por algo que mi padre dijo sobre política hace 30”. Naim tiene aún otro hermano que vive en Damasco.
Aquel viernes, el ejército detuvo en un control el bus que llevaba a Naim de vuelta a Damasco. En su carné pone que es de Deraa. Le hicieron bajar y le preguntaron quién era su Dios. Le pegaron, dice, con palos.
-¡Alá, Alá! -respondió Naim. Le dieron más palos y también alguna bofetada de esas que giran la cara. Le volvieron a preguntar quién era su Dios. Naim se permite ahora bromear: “¿Quién querían que dijera? ¿Quién demonios es mi Dios? ¿Júpiter, Venus?”
-¿Quién es tu Dios! -le repetían.
-¿Quién, quién? -respondió Naim.
-¡Bashar al Asad! -dijeron, que es el nombre del presidente sirio.
Naim repitió que su Dios era Bashar al Asad y le dejaron ir. Antes le raparon la cabeza, parece que para reconocerle. Naim llevaba gorra, se la quitó para enseñármelo. Llevaba el pelo muy corto, pero no al rape. Sacó también una foto de carné de hacia un tiempo y lo llevaba un poco más largo. “Al menos me llevé un corte de
pelo gratis”, dice. Aquel día Naim vio cuerpos por el suelo en las calles de Deraa.
En Deraa hace una semana que no hay agua, electricidad, teléfono fijo, móvil ni internet. Delante de mí Naim llama a tres números de Deraa y las tres veces da red ocupada. Pero ese no es el problema más grave, Deraa está en la frontera con Jordania y pueden conectarse con la red de móvil e internet jordanos. Quizá haya alguna otra ciudad o pueblo asediados dentro de Siria, aunque no en la misma situación trágica que Deraa, pero nadie lo puede saber con exactitud por la falta de comunicaciones.
“La comida no es el gran problema, lo peor es el agua y la electricidad”, dice Naim. A causa de la falta de electricidad habría muerto gente que estaba ya enferma en el hospital, parece que por falta de diálisis. Cuando salimos del café en Damasco, Naim ve un grifo abierto: “Vosotros tenéis agua, en Deraa no”. (La BBC dice hoy que, según un residente, la electricidad vuelve a ratos en algún barrio y permiten salir de casa en algunas zonas de la ciudad.)
La semana pasada su hermano salió de Deraa a escondidas con unos amigos, a pie. Iban a buscar comida, medicamentos. Corrieron unos kilómetros hasta llegar a un pueblo cercano para recoger lo que les dieran. La familia supo que todos empezaron a volver, pero la última comunicación fue cuando iban a entrar de nuevo en la ciudad. Desde aquel día no saben nada del hermano: “Quizá esté bien y solo no puede ponerse en contacto con nosotros por falta de comunicación, o quizá no”, dice Naim.
BBC y Al Jazeera daban ayer la detención de mil personas en Deraa, según grupos de activistas. El ejército entra en las casas y se lleva a quien cree, en principio hombres menores de 40 años. El número tiene que ser una aproximación. Naim habla de miles más -seis mil-, pero tampoco puede saberlo. Esa es una de las ventajas del régimen: nadie sabe qué pasa y presume con razón de que Damasco está tranquilo y que lo demás son distorsiones de la prensa extranjera.
La semana anterior, Naim fue con este amigo extranjero a una embajada occidental para ver si podían ayudarle a darle papeles para salir del país. Aquellos días había desaparecido la familia de su primo. Naim estaba exaltado. Otro día, sin Naim, le preguntaron al extranjero si creía todo lo que contaba. Yo también se lo pregunté: “Lo básico sí, pondría la mano en el fuego”. En la embajada no tenían información específica sobre Deraa ni otros lugares.
En 1982, durante el mandato del padre del actual presidente, Hafez Asad, las fuerzas de seguridad ordenaron matar a miles de personas en la ciudad de Hama, entre Homs y Alepo. Algunos en Siria temen que ahora pase de nuevo. Le pregunto a Naim cómo cree que acabará la revuelta: “El presidente se irá o le mataremos, este año o el próximo”.
-¿Cómo piensan conseguirlo?, le digo.
-Tenemos armas, muchas armas -Deraa, por estar en la frontera, tiene contrabando y podría haber más armas que en otras ciudades sirias.
-¿Pero armas contra tanques del ejército?, pregunto.
-¿Los kalashnikovs sirven contra tanques? -el otro extranjero y yo le decimos que no.
-¿Y los RPG? -son una especie de bazokas. Le digo que eso sí. “Pues ya tenemos eso y también montones de granadas”.
No sé si las armas son ensoñaciones de Naim o las hay y se empiezan a usar. Uno de los argumentos del régimen es que desde el extranjero se apoya a los “grupos terroristas salafistas” que promueven la revuelta. También con armas. Culpan al Líbano, a Estados Unidos. Es un argumento sin demostrar. A pesar de la confianza en las armas, la mayor esperanza de Naim es que el resto de Siria se levante en solidaridad con Deraa. No ha ocurrido aún y está por ver que ocurra (será el tema del post de mañana). “Pero si eso no pasa, tendremos que defendernos solos”, dice.
Mientras, por ser de Deraa, Naim se ha quedado sin todos los títulos que prueben sus estudios desde el bachillerato y otros derechos. Ninguno de sus estudios vale nada y ya no le sirve acabar la carrera que cursaba porque no le darán el diploma. Le quedaba un semestre, que quería hacer en Alemania, pero ahora no tiene opción. Gracias a la corrupción, se podían comprar títulos y lo que fuera. Ahora incluso eso se le ha puesto difícil. “Yo solo quiero libertad. ¿En España tenéis libertad?”, me pregunta.
Fuente: http://www.obamaworld.es/2011/05/04/%c2%bfquien-demonios-es-mi-dios/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.