“La poesía es una suerte de revelación de los sentimientos”
Rosina Valcárcel acaba de publicar su último poemario,
Contradanza (Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima, 2013). Es una obra
consagrada en la existencia y memoria de la autora, habitada por amigos y
familiares con sus sueños y contradicciones en cada historia hilada. La
danza y la sonoridad de cada párrafo la convierte en un universo
lírico, apasionado y desgarrador al mismo tiempo. La poeta reconquista
el pasado y... lo libera a través de sus revelaciones en cada poema,
alimentados de recuerdos, entre alegrías y penas, pero fundamentalmente
con esperanza. Contradanza, es un libro abierto, de lugares y tiempo, de
dibujos y formas, acompasados por buen ritmo, como esta pieza dibujada
en Tango 2, que reza a la letra “(…) soy una lechuza animada/ mis ojos
están rotos y mi corazón vacío/ soy una piedra imantada y el tango me
pone en fa/ y en la calle oscura del arrabal danza la tierra cubierta de
hombres y dragones volátiles.” El poemario está organizado
temáticamente en seis partes y cuenta con cincuenta y tres poemas
intensos que lo trasladará estimado(a) lector(a) a evocaciones y viajes
inesperados.
- Cuál es el sentido poético de Contradanza?
- Es muy difícil responder. Quizás, haya tenido la intención de poetizar las vivencias y experiencias interiores y exteriores de las últimas décadas. Aunque hay poemas como “en busca de sus ojos” que fue escrito en 1964. Pero, principalmente han sido escritos en los últimos años. Creo que hay un sentido poético más profundo, intenso y trascendente, en relación a los sentidos de mis anteriores poemarios. La poesía, a veces, es una suerte de revelación de los sentimientos, que considero que son interiores y personales pero que el lector o lectora reconoce como verdadero. (Parafraseando al gran italiano Salvatore Quasimodo)
- En el orden temático empiezas con la familia ¿por qué?
- En principio el poemario nace y fluye solo, se va armando de a pocos, en el camino lo vas armando temáticamente por afinidad. El significado de la familia tiene mucho peso como autora, como persona, como hija, hermana, esposa, porque signa, deja huellas a lo largo del camino de la vida.
- La figura paterna se impone en el orden
- No fui consciente de ello. Pero, ahora advierto que hay un ajuste de cuentas, una suerte de ofrenda, de homenaje, de diálogo, el que estaba inconcluso. Tener por padre a un revolucionario, a un poeta de la talla de Gustavo Valcárcel no fue fácil, así como es tan difícil tener como paradigma poético a César Vallejo. Son sombras que aplastan, aunque nos elevan con su belleza.
- El nombre de tu padre, el poeta Gustavo Valcárcel, ha significado un peso para ti?
- (eleva su mirada) Ah, ha sido un peso infinito. Él obtuvo el premio Juegos Florales de San Marcos en 1947, año que nací; y, ganó el Premio Nacional de Poesía, creo que el mismo año. Viajó a diversas partes del mundo invitado en su calidad de escritor o periodista y fue laureado en algunos países de Europa del Este. Todo ello nos enorgullecía de un lado, pero, era una carga simbólica que llevamos en la espalda durante años. A mí me ha costado procesar y superar este fenómeno un tiempo extenso. Recién, no hace mucho, puedo sentirme liberada de esa figura avasalladora y hoy, estoy satisfecha de ser hija de Gustavo.
- En el poemario hay varias dedicatorias a tus amigos vivos y ya muertos alguno de ellos, pero hay uno en especial que llama la atención, y es el inspirado en el vate Juan Ramírez Ruiz…
- A Juan lo conocí como fundador de Hora Zero, junto a Jorge Pimentel y a Enrique Verástegui. Juan era el más callado, hosco, huraño y distante. Sin embargo, le fui tomando afecto lentamente. En 1984 hubo una experiencia vinculada a un concurso de poesía internacional, auspiciada por España y por algunos escritores peruanos. Juan quedó entre los finalistas. Pero, como hubo un cambio en el gobierno español no llegaron los pasajes completos, y solo viajaron Chacho Martínez y un narrador. Hecho que fue totalmente injusto y algo arbitrario, pero se me escapó de las manos. Juan creyó que yo lo había marginado deliberadamente, hecho absurdo, insólito e injustificado. Siempre admiré la gran poesía de Juan. En años posteriores nos amistamos y pudimos compartir veladas, brindis y pláticas fecundas. Fui testigo de su orfandad, desgarramiento y soledad. Pero él poco hacía para salir de esa situación. Se le invitaba infinidad de veces y él tenía un pretexto para no llegar al almuerzo o a la cena. Mi compañero, el pintor Carlos Ostolaza y Juan, tuvieron una amistad a prueba de balas, un vínculo auténtico, fuerte, transparente. Carlos lloró como un niño, cuando se verificó la partida de nuestro apreciado poeta Juan. A partir de ello, una tarde me inspiré y esbocé el poema al que tú aludes y que está siendo recibido de modo intenso por los lectores.
- Hay un sinnúmero de referencias dedicadas a personajes femeninos ¿Es una celebración al género?
- En el primer capítulo están los poemas “Violeta” (mi madre); “Odette” (mi hija mayor); “Sherezade” (mi segunda hija) y “Luana” (mi única nieta). No exagero al enfatizar que son las mujeres de mi vida, con las que tengo vínculos sanguíneos y primitivos de los que me nutro de modo intermitente, las celebro y estoy dichosa de su existencia. En el segundo capítulo, se inicia con “Águeda”, la primera mejor amiga de mi vida y que muere ahogada tempranamente, muerte que marcó mi vida hasta la fecha, pues tuvimos una amistad amorosa que alimentaba nuestros espíritus. El tercero comienza con “Thelma Nava”, gran poeta mexicana de la generación del sesenta, a quien tuve la fortuna de conocer en Lima y luego visitar en México, cultivamos lazos a través de epístolas. Seguidamente “Olor de la tierra”, dedicado a Marcela Pérez Silva, escrito hace cuatro años y “Viento”, a Diana Ávila, gran amiga. En la siguiente sección aparecen “Niña”, “Daga” y “Visión” (dedicado a Raúl Isman), pero que trata la vida de la poeta argentina Alejandra Pizarnik. En el último capítulo, incluyo el texto “Muchacha desnuda en Cajamarca”, dedicada a Marilú Chuquilín Bazán, profesora migrante de primaria que se suicidó hace pocos años, dejándome un vacío.
- En el libro también están presentes los nombres de tus parejas, ¿es así como te liberas del pasado?
- (sus ojos se encorvan)
De un lado me libro de los matices oscuros, de otro tengo presentes los
colores magenta de cada pareja. Como un faro sobre un río, como una flor
bajo la luna, como una piedra bajo el sol. En el poema “Añoranza en la
tarde calma”, dedicado a Leonidas Vélez, hablo de mi primer amor, y
digo: «alzo los ojos y descubro los astros / Doblo mi cuello y evoco mi
hogar». Hay nostalgia honda de esa primera relación que no podría
olvidar; amén de nuestra hija Odette y nuestra nieta Luana. El texto “Tu
piel cobriza me hizo leve” dedicado a Luis Roca, expresa las vivencias
compartidas entre Lucho y yo, al calor de los libros, la pasión y la
militancia revolucionaria. En el poema “A la sombra del árbol de la
Acacia”, aparece Víctor Carranza, con quien compartimos experiencias
político-culturales, la revista Kachkaniraqmi, y la alegría de Milena,
nuestra hija. En los poemas “1885” y “Actor griego” está presente Carlos
Ostolaza, el artista plástico, mi actual pareja, mi cómplice, mi
compañero.
AL FIN DEL MUNDO
Palidece mi ventana
Fue Dios acaso
O eres tú, Aramis, quien enturbia
El mar y la rosa
Los brazos cruzados
La multitud que crece
Los años legendarios
Ay, cuándo volverán los padres
Pueden haberse ido al fin del mundo
(Rosina Válcarcel)
Foto: Ernesto Carlín.
Fuente: http://ojoconelhorizonte.lamula.pe/2013/06/15/contradanza-el-universo-lirico-de-rosina-valcarcel/taniatemoche/
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